Quiero estar seguro al final de mi vida, exclamaré:
¡Valió la pena mi existencia!
Quiero estar seguro que ayude a mejorar aunque sea minimamente mi entorno.
Que brinde apoyo a quién lo necesitó.
Que liberé todas mis cargas y cadenas del pasado (y de tantos pasados).
Y de pie, solo, en silencio me veo al espejo: No soy quién debería ser.
No he hecho lo que debía hacer.
Y no habló del deber en el sentido tradicional, no el deber ser impuesto por la sociedad, sino el deber/instinto, la ráfaga de fe que inunda al cuerpo y nos permite brindar paz, precisamente porque esa paz existe en el interior.
Quiero tantas cosas...
Ahora mi interior se cuestiona.
Y volver a empezar se vuelve lo necesario, antes de que mi camino se me escape de las manos.