Revista Cultura y Ocio
Me gusta la cerveza. Que le voy a hacer. Son cosas que te gustan o no te gustan. También me gustan la mujeres. Unas más que otras como es natural. Pero sin duda ninguna desmerece. Así son las cosas con una cerveza. Con dos cervezas, las cosas cambian. Con tres, ya te digo. El mundo se ve diferente. Y con cuatro, aparece ese tipo extraño que hay dentro. El cerebro se perturba un poco y deja entrever sus intenciones. Dicen que los borrachos (para eso hay que beber algunas más de cuatro cervezas) no mienten. Y un cojón de pato. Con cuatro, esas tonterías van apareciendo. Con cinco, estás a punto de meter la pata por la boca de las que salen esas palabras que si te acuerdas después te hacen sonrrojar...Y así hasta que estás como una cuba de cervezas. Y después lo gases. El omeoprazol o el primperan según se tercie. Y mañana eso de que no voy a beber más (cosa que se olvida tan pronto tu cabeza se despeja un poquito). Los hay de otras bebibas, pero siempre me han sentado mal el segundo cubata. No sé si eso es felicidad. Durante un rato y en buena compañía, algo tiene. Pero no sé por qué tiene su post en este blog. Ah, por ese ratito del que te evades de las mierdas de elecciones, por ejemplo. O de tus pajas mentales cotidianas. En todo caso, son cosas de la hora nocturna que todo lo trastoca. Y después, esa barriguita que el médico te dice que hay que rebajar en 8 kilos. Joder. Pero si estoy "fuertecito" como diría Cartman (el de South park). ¡Coño, han matado a Kenny! ¡Hijos de puta! Me perdí otra vez. Eso, cervezas. ¿Saben que son una fuente de vitamina B12 y otras B?. Con alcohol. Las sin alcohol están llenas de E-ciento y algo u doscientos. Nada bueno. Pero si ya la hacían lo egipcios. Y esos tío eran listos al menos hasta que llegaron lo cristianos. En fin, lo dejo. Con moderación todo se saborea. Los excesos en cambio, te fustigan. Son cosas que nunca cambiarán.