Que el mercado del arte se utiliza de tapadera de la corrupción es “muy difícil probarlo dadas las características del arte en la actualidad. Y lo es. Dificilísimo. ¿Qué existe y qué no existe en el arte? Pero al mismo tiempo es facilísimo, basta con hacer coincidir «cualquier cosa» con «cualquier cosa»…?”
La frase anterior sirve de cierre de este relato de César Aira aparecido por vez primera en 2004 y vuelto a reeditar ahora por Random House. Si, como en mi caso, es la primera vez que se lee algo de este prolífico escritor y traductor argentino, sorprende su manera de hacer literatura. Leer "Las noches de Flores" ha sido para mí toda una experiencia literaria. Desde el principio esta novela corta de tan sólo 144 páginas destila argentinidad por todos los poros: Jorge Luis Borges, sin duda, parece entreverse en más de un momento; a mí, especialmente, me ha parecido presente en el personaje de Aldo quien dice que "aun siendo un gran olvidadizo, él podría recuperar, si se pusiera, todo lo que le había pasado en su vida", para a continuación, como hace el personaje de "Funes, el memorioso" en el cuento borgiano, desgranar el sistema utilizado para hacer tal cosa. También la atmósfera mágico-fantástica en que se mueven los personajes de este relato, y, especialmente, el personaje de Malvón-Nardo, tiene mucho de los Cronopios de Julio Cortázar. Véase si no la descripción que se hace de Nardo la primera vez que se manifiesta:
"Esto lo dijo un ser extraño, mitad murciélago, mitad loro, de un metro de alto, que se descolgó de un árbol al paso de los Peyró, y siguió caminando con ellos, con un garbo precario, sobre piernas demasiado cortas y zapatitos de goma roja"La misma ambientación nocturna con ribetes delictivo-policiales en que se desarrolla la acción me ha llevado a pensar en otro de los grandes autores argentinos, Ernesto Sábato, y en aquellos escritos que presentan historias henchidas de 'pavura'. Los túneles que discurren bajo el barrio de Flores de la ciudad de Buenos Aires me han hecho recordar la novela "El túnel" del magnífico escritor de Rojas en la provincia de Buenos Aires.
Y es que -pienso yo- César Aira envuelve esta narración en claros elementos argentinos que van desde la tradición literaria que he señalado antes hasta el propio meollo del asunto que plantea: la búsqueda por parte de una pareja de jubilados -Aldo y Rosa- de fuentes alternativas de ingresos a fin de sobrellevar mejor la crisis en que la Argentina se encontró desde 1998 hasta el 2003, el año en que se sitúa la historia que se relata. Concomitante con esta terrible penuria económica que echó a miles de personas a buscar en los cubos de la basura estuvo el ascenso de la delincuencia, especialmente en forma de secuestros como el del joven Jonathan que está en el centro de esta novela corta.
Y como "piolín" [modismo argentino que significa 'cordel delgado de algodón, cáñamo o de otra fibra'] que soporta todo el planteamiento literario anterior estaría el vocabulario popular de la Argentina, de la ciudad de Buenos Aires y de Flores, el barrio donde nació y vive el escritor, y en donde ocurren los acontecimientos de esta historia. Son términos como 'bailantero', 'rubro', 'estada', 'chanchada', 'perspectivístico', 'vereda', 'chacra'..; pero también cambios en la modalidad verbal cual es la utilización del modo condicional en vez del subjuntivo: “Claro está que ese policía no estaría cumpliendo con su función, con el trabajo por el que le pagan, lo que no impide que tendría razón.”.
Las características señaladas hasta aquí son las que me han hecho más agradable esta novela. Luego hay otra importantísima, que no se puede dejar pasar, pero que a mi modesto entender César Aira no logra plasmar apropiadamente o si lo hace a propósito, como estoy comenzando a creer, aún yo no alcanzo a disfrutarla como debiera. Me refiero a materializar en el escrito que estamos leyendo la profunda reflexión que sobre el arte contemporáneo expone al final del mismo y que encabeza este post:
"hacer coincidir «cualquier cosa» con «cualquier cosa»"Llevada esta idea al extremo, como sucede en esta narración, todo es un cúmulo de coincidencias cuya disparidad nos hace pensar en errores inexplicables, descuidos, falta de planificación, engaños poco aceptables por parte del narrador... Pero no, yo pienso que el escritor es plenamente consciente de lo que hace y que lo que pretende es, con el producto que está construyendo, hacer realidad aquello que nos quiere exponer, que en definitiva -y a falta de conocer en profundidad sus ideas sobre arte moderno expuestas en su ensayo Sobre el arte contemporáneo que acaba de publicar en Literatura Random House- es que el arte es necesario para comprender la realidad, y no al revés como tantas veces se dice ante una obra de naturaleza conceptual.
Para la realización de esta reseña he buscado información en internet y ahí he encontrado un artículo de Javier Rodríguez Marcos publicado el pasado 28 de febrero en el diario EL PAIS que me parece muy clarificador al respecto. En lo esencial, sobre el autor César Aira, Javier Rodríguez escribe:
"A veces, sin embargo, un artista consigue engañar a todo el mundo y se hace pasar por novelista. Es el caso de César Aira. Los que sospechaban que sus libros eran solo una parte de trabajos más propios del arte conceptual que de la ficción al uso verán confirmadas sus sospechas en el ensayo Sobre el arte contemporáneo. Allí cuenta cómo abandonó su primitiva intención de ser Rimbaud y ser Premio Nobel cuando se topó con Marcel Duchamp. Ese día se dio cuenta de la 'inutilidad de escribir libros' y de la necesidad de hacer 'otra cosa'."Curiosamente y en contra de lo que el escritor (o artista simplemente) argentino manifiesta sobre su abandono de la escritura, jamás ha dejado de escribir siendo uno de los autores más prolíficos, con más de sesenta novelas a sus espaldas. Si bien, también es cierto que en su faceta de conferenciante y ensayista los temas sobre la vanguardia plástica (Marcel Duchamp, el dibujante Copi), la vanguardia literaria (es especialista en la poeta argentina Alejandra Pizarnik) o los poetas impresionistas decadentistas franceses Rimbaud o Mallarmé han ocupado gran parte de su tiempo. Esto nos revela a un autor que entiende la creación artística no en compartimentos estancos sino como algo más extenso, más envolvente, más incluyente. De ahí que el autor de "Las correspondencias" [el soneto "Correspondances" de Baudelaire y su sentido se puede leer aquí muy bien explicado] sea uno de los poetas a los que él quiere parecerse ("Como todos los escritores, quiero ser un buen escritor, quiero ser Baudelaire", El País, 13 del XI de 2010).
FinalCon esta novela corta de César Aira me ha sucedido algo no muy frecuente en mí pero que cuando me acaece me gratifica y llena de satisfacción. Ello ha sido que tras una lectura fácil y ágil, me pareció percibir en la historia contada una ración de incongruencias superior a mi nível de permisividad (ciegos que ven, mujeres que son hombres, monjas que no lo son, hombres de orden que son delincuentes peligrosos, escritores que no lo son en absoluto, etc., etc.). No, me dije, esto no puede ser, por Dios. Pero como todo aquello que esconde más que lo aparente, al dejar reposar la lectura, ésta se me ha ido haciendo algo más inteligible, más motivadora..., y me han surgido deseos de leer más de este escritor para entenderle mejor, para ver si como él mismo dice es un escritor que no quiere serlo o si lo que desea es hacer algo distinto en línea con lo que otro personaje escritor del relato, Ricardo Mamaní, dice del arte en un momento de esta narración de manera "pedante y seguro de sí mismo":
"El arte está buscando siempre lo nuevo, y lo nuevo ha terminado identificándose con lo distinto. Se ha producido una reversión de causas y efectos, y ahora basta con que sea distinto. Y la realidad se define por lo distinto. Pero el crecimiento vegetativo de la población, y el aumento relativo de artistas en la sociedad contemporánea, ha multiplicado lo distinto artístico a tal extremo que hoy casi puede asegurarse que cualquier configuración de la realidad ha sido anticipada en el arte."Algo lioso, sí. Pero como a mí ¿no os atrae saber por qué piensa así César Aira?