Carmen Cecilia Lara
Patriota…internacionalista. Hombre de una confianza inquebrantable en el futuro de nuestras naciones y de conciencia clara sobre las dificultades y posibilidades del presente.Artista verdadero, de pasión ilimitada por nuestras raíces espirituales y materiales, a las que hallaba siempre en la gesta emancipadora del pueblo venezolano contra la colonia española. No era su actitud contemplativa o esteticista.
Estudió, recreo y amó a Bolívar, Sucre y Miranda a través de su pintura, teatro, poesía y su decidida acción, de toda su vida, al lado de las mejores causas populares. Sus fuentes para conocer la realidad de nuestro pueblo, de nuestra geografía e historia, fueron amplias y rigurosas. Admiraba y exaltaba la obra del Barón de Humboldt, no sólo por su extraordinario valor para las ciencias naturales, sino por su significado para las ciencias sociales y fundamentalmente para el conocimiento de la historia de Venezuela. Humboldt era el científico que daba testimonio del exterminio al que fueron sometidos los indios y que fue testigo del profundo descontento de la población durante el período de la dominación colonial. Humboldt conoció a Bolívar, y Rengifo seguramente veía el enlace entre el investigador neto y el estadista, hombre de acción revolucionaria. Cuando una vez recientemente, el dictaba conmovido una conferencia sobre la vida y obra del Barón de Humboldt, estamos seguros, que sin quererlo, hablaba mucho sobre sí mismo.
César Rengifo, hombre de sensibilidad exuberante, como el mismo diría del insigne mártir y apóstol de Cuba, José Martí. Hombre nuevo que tenía que ser artista. Pintor, Periodista, Dramaturgo, Poeta, Escritor. Hablar de él teniendo tan cerca su muerte, nos abruma y compromete. “No hace falta” casi le pudiéramos oír decir, con la humildad que lo caracterizaba. Su estatura y sencillez sólo podremos comprenderla si seguimos sus pasos junto al pueblo, hombre, mujeres, niños, estudiantes y obreros. De su sensibilidad, baste escuchar la opinión de músicos, poetas, cantores, declamadores, actores, titiriteros, etc.
Todo el que lo rodeaba tendrá algo que decir que lo toque hondo. Baste un ejemplo: Luego de haber sido anunciado que se le otorgaría el Premio Nacional de Teatro, Rengifo recibió un homenaje en Barquisimeto, modesto, en donde representantes de los trabajadores de la electricidad le hicieron entrega de una carta de reconocimiento de su sindicato, por haber obtenido tal premio. La carta hacía alusión al internacionalismo y consecuencia de su vida. César, desconcertado y con la voz corta, dijo: “Ya he recibido el premio. Esto es mejor que el premio”.
Hermano, amigo de tantos pueblos. Intelectual incansable que vibró por Vietnam, Cuba, Angola, Nicaragua, El Salvador, pueblos triunfantes o en lucha. Chile, Uruguay, Argentina. Hombre de pueblo, que tanto amaba a su patria como a otras patrias. Activo, preocupado, agudo, desinteresado, incondicional. Generoso como el más. Su incansable e inclaudicable interés por la cultura y la cultura de otros países, su fuente inagotable de inspiración – nuestra gesta bolivariana – lo hicieron universalmente conocido. Hombre tan sencillo y de dimensiones espirituales tan grandes, en el cual la acción pasado-presente-futuro era una sola continuidad histórica, será difícil encontrar por mucho tiempo y nos hace sólo recordar, con el riesgo seguro de ofender su profunda humildad, las cualidades de hombres de la talla de Bolívar y Martí.
Los amplios conocimientos obtenidos a través de la rigurosidad de su trabajo y estudio, sobre temas de filosofía, ciencia e historia, su práctica militante por impulsar un movimiento que diera cabida y orientación a todas las expresiones de la cultura popular venezolana, sus múltiples relaciones en el campo internacional, su intensa identificación con la obra libertadora-latinoamericana de Bolívar, su concepción integral del mundo, el detenido y serio conocimiento que tenía de Estados Unidos de América, como imperio económico, político y militar, lo llevó a entender el problema de la liberación de América Latina, desde siempre, como una sola lucha, unida a la de otros continentes. No importa por donde empezara, qué pequeño país levantara su dignidad y conquistara su segunda independencia. César sabía que allí en ese triunfo, también se decidía nuestra propia liberación. Profesora de comunicación social de la UBV
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