Revista Cine
Título original: Chained
Año: 2012
Duración: 108 min.
País: Estados Unidos
Director: Jennifer Chambers Lynch
Guión: Damian O'Donnell
Música: Climax Golden Twins
Fotografía: Shane Daly
Reparto: Vincent D'Onofrio, Eamon Farren, Julia Ormond, Gina Philips, Jake Weber, Conor Leslie, Evan Bird
El drama se convierte en el terror más salvaje.
Hay películas que después de verlas, aunque tengan una temática terrorífica, te dejan un buen sabor de boca. Son aquellas en las que te lo pasas bien. Simple y llanamente eso. Vas a pasar un buen rato y por mucha sangre que haya, te provocan alguna sonrisa o incluso carcajada. Hay otras, en cambio, que te dejan un poco mal. Estás dando vueltas a la misma durante cierto tiempo y te quedas con la sensación de que el mundo en el que vives es una mierda. A esto colabora la forma en que están rodadas, la historia, la ambientación y los personajes. Chained es de estas últimas. ¿Es esto un mérito del equipo de rodaje, especialmente del director?, puede que sea así. Jennifer Chambers Lynch lo consigue ampliamente. Nos presenta una obra llena de matices, todos ellos encaminados a provocarnos desasosiego y tensión durante todo su metraje, casi sin descanso. Su desarrollo sigue un camino lineal con un único objetivo, descolocarnos. Casi sin darnos cuenta, vamos intuyendo lo que puede pasar, y asistimos atónitos a que lo que pensamos, lamentablemente sucede.
El tema de los asesinos en serie siempre ha sido un filón para el séptimo arte. Los hay de todo tipo y algunos de ellos han alcanzado muchísima fama, convirtiéndose en iconos tanto del cine de terror como del cine en general. No hace falta dar nombres. Seguro que si hacemos una encuesta coincidimos en casi todos. En este film el monstruo asesino es francamente repulsivo, no por llevar máscaras o disfraces, si no por su simple presencia, francamente perturbadora. Intentar buscar una justificación a los abominables actos que comete puede constituir un acto de extrema osadía, puesto que si todas las personas que han tenido traumas en su infancia se dedicaran a ejercer la justicia por su cuenta, nos estaríamos matando por la calle. Ahora vamos a hacer algún pequeño matiz. Como supongo habréis adivinado, todas sus víctimas son mujeres, no obstante aquí tenemos una variable, un niño. Éste no muere como sus compañeras femeninas, pero a lo largo de su vida estoy seguro de que casi lo habría deseado. Suerte que en el fondo de su corazón guarda algo de ternura, sacada quizás de los años en los que fue un niño feliz.
Sarah y su hijo Tim deciden una tarde de sábado ir al cine. Como el marido está ocupado, a la vuelta deciden regresar en taxi. El viaje se les hará muy largo, sobre todo a Tim, que después de asistir al secuestro y asesinato de su madre tiene que convivir con Bob, el taxista. El trato está claro, el pequeño ha de servir a Bob de todas las maneras posibles, incluso tiene el trabajito de limpiar y enterrar a todas las mujeres que ese demente trae a casa. Pasa el tiempo y ya adolescente, se da cuenta de que está en una encrucijada, o aprende a matar como Bob o se tendrá que enfrentar a él.
Puro cine negro del terror más acongojante. Jennifer Lynch nos deja su sello personal en esta enfermiza cinta. Ya comenté en mi anterior trabajo de esta directora, Surveillance, que su manera de rodar recuerda al cine clásico, dicho esto ni de manera halagadora ni peyorativa, pero la estructura y la manera de contarlo es sumamente convencional, para lo bueno y para lo malo. Tiene la suerte de que se apoya en un magnífico guión de Damian O'Donnell, muy bien estructurado y con una sorpresa final que nos dejará helados y pensativos durante un buen rato. Caso aparte son las interpretaciones. Nos encontramos primero con Vincent D'Onofrio en el papel de Bob. Suprema actuación la suya recreando a un ser repulsivo y sin sentimientos, aunque luego se intente justificar su locura, lo cual hace de manera magistral. Mencionar, de este actor, su perturbadora presencia en la famosísima Full Metal Jacket de Stanley Kubrick, en la que interpreta a Gomer Pyle, un soldado que se vuelve loco al no poder soportar la presión de sus superiores. Parece que los papeles de demente se le dan muy bien. Por otro lado tenemos a Eamon Farren en el papel de Tim cuando llega a la adolescencia. Es el contrapunto perfecto ya que le da un aire de fragilidad realmente meritorio. Hacia la mitad de la cinta se convierte en un duelo interpretativo muy interesante. Del resto del film destacar las excelentes localizaciones y la sordidez lograda en el interior de la casa, a lo que ayuda la buena fotografía de Shane Daly ya que sin llegar a ser una película oscura, transmite esa sensación lúgubre antes mencionada.
Estamos ante una cinta estremecedora que logrará captar la atención del público y de la crítica, algo muy meritorio y que está al alcance de pocos directores. Una obra, en suma, que consigue unir en una historia el drama familiar más salvaje, con el terror puro y duro del típico asesino en serie. Hay que degustarla, sin prisas.
Firma: Josep M. Luzán.