Imagen: Hola.
Las elecciones autonómicas catalanas me han liberado del compromiso personal de consumir determinados productos porque, en aras de mejorar la economía patria, una siempre se decanta por productos "de los nuestros" antes que "de otros". No sabía yo de lo erróneo de mi planteamiento y, aunque mis acciones pasadas ya son irrecuperables, y bien que lo lamento porque fue un autentico sacrificio gustativo, hoy por fin me veo liberada.En este 27-S, que es como un mal chiste porque resulta que han ganado todos y han perdido todos, y Convergencia y Esquerra juntos han conseguido menos escaños juntos que por separado (parece increíble pero es cierto); es decir, tres años tirados a la basura para conseguir peores resultados que solo sirven para ver y vivir, en vivo y en directo, una utópica teoría sociopolítica de cómo sería, por ejemplo, un gobierno conjunto del PP y UI. Que es lo que es esa alianza extraña entre Convergencia y Esquerra. En ese sentido, es todo un privilegio ser espectador de tal cruce contra natura, y ver qué sale de ese apareamiento va a ser entretenido.
Pero si alguien ha salido ganando en esta jornada electoral, ni lo duden: he sido yo.
En medio todo este show mediático, oí a un señor y a su hija, dos personas muy educadas que expresaban libremente su opinión sobre su voto por "La extraña coalición", explicar que la base principal de su opción electoral era que "durante 300 años España ha oprimido a Cataluña". ¿Qué me dice, buen hombre? ¡Ah, bueno, bueno, bueno! Eso no se puede consentir, ¿no es cierto? Y si es por eso, tranquilo, que aunque yo no estaba enterada de tal cosa, pues que aquí menda no quiere verse involucrada en ningún tipo de opresión. ¡¡Hasta ahí podríamos llegar!! Y por mi parte pueden estar tranquilos los catalanes, que prometo solemnemente que de mi bolsillo particular no sale ya ni un céntimo que constituya ni contribuya a ningún tipo de "opresión". Porque si bien no es agradable sentirse persona non grata y "opresora", pues oiga, este buen hombre me ha quitado un enorme peso de encima.
Llevo toda mi vida de adulta, en las ocasiones de fiesta y celebración, brindando con y libando ese líquido infecto que se llama "cava catalán". En mi ingenuidad, no sabía que estaba contribuyendo a la opresión de un pueblo y, encima, bebiendo algo que en realidad no me gustaba na-da. Y ya que hoy me siento liberada de todo remordimiento, lo tengo que decir y lo digo: el cava catalán es mediocre por no decir rematadamente malo, y no aguanta ni punto de comparación con el más torpe champán francés. ¡Señor, señor, la de veces que me he comprado una botella de champán francés casi como un placer clandestino! Sí, champán francés, de los franceses que nos quemaban los camiones de fresas, los mismos que tan mal llevan que los españoles les ganen sus trofeos "patrios" delante de sus narices, y encima sean declarados los mejores deportistas por aclamación mundial. Que nunca se ha visto que los franceses insinúen nada "raro" sobre los grandes triunfos de un incombustible y suizo Féderer, o que duden de la capacidad deportiva de las selecciones de baloncesto de Rusia o Serbia y, sin embargo, ya sabemos de las "bromitas" a costa de Nadal o Pau Gasol.
Por tanto, mi afición al champán francés ha sido siempre una especie de placer prohibido que me causaba grandes remordimientos por comprar un "producto extranjero", existiendo algo similar "no extranjero". Pero ¡es que el champán está taaaaaaan bueno...! Cosa que no puedo decir de ningún cava. Pero ha sido oír a ese buen señor y a su hija y lo de la opresión española y, oiga, que se me han quitado los remordimientos de golpe y, si pudiera, les mandaría a padre e hija una tarjeta de agradecimiento. Porque si los franceses dicen que se sienten humillados por los triunfos deportivos y los precios competitivos de los frutos españoles, eso no es nada en cuanto a saber que los catalanes se sienten oprimidos por los españoles. Y no puedo hacer nada respecto a que la selección española de baloncesto sea campeona de Europa, pero respecto a la opresión catalana sí puedo hacer algo, y es no volver a probar para el resto de mi vida ni una gota de cava. Que es algo que hacía por pura solidaridad con un producto que no me gustaba nada, en consideración a que era "de los nuestros"; pero visto lo visto y oído lo oído, pueden estar tranquilos los catalanes que se consideren oprimidos y acosados por españoles porque, por mi parte, el cava desaparece ¡por fin! de mi vida. ¡Aleluya!
Nada, nada, que no se diga que con la compra de productos catalanes contribuimos a la opresión española, porque de las ganancias de las ventas catalanas y sus cuestiones fiscales viene lo de "España nos roba" y, aunque mi intención era inocente e incluso solidaria, por mi parte no voy a contribuir a ningún opresor desajuste fiscal. ¡Válgame el cielo, no, por favor! Arrepentida me hallo de todas las botellas de cava que han pasado por mi casa, pero a la torre Eiffel pongo por testigo de que nunca volverá a pasar una gota de cava por mi gaznate. Ya he sufrido demasiado y ya era hora de quitarme esa "opresión" de encima. Y, ahora y ante mí, se abre un nuevo mundo donde el cava ya no existe y solo hay champán francés... Y no les puedo explicar la felicidad que ello supone. Y no soy la única, somos muchos los que casi a escondidas comprábamos y saboreábamos con fruición, en la intimidad del hogar, un champán francés con unos langostinos de Cádiz, en esos días alternativos a la rutina que todos nos merecemos "porque yo lo valgo", y lo comentábamos a media voz, que no se supiera mucho que nos decantábamos por lo francés en detrimento del cava.
Pero en este glorioso día de liberación, hoy mismo voy a ir a mi supermercado de confianza y comprar, con orgullo y satisfacción y de forma bien visible, una botella de champán francés. El que sea, no he probado uno que no me guste, y la variedad es infinita y con toda clase de matices. Los franceses llevan mal perder en lo deportivo, pero esto de los espumosos es que lo bordan, ¡mon dieu! Y lo haré todas las veces que me apetezca, lo comentaré y hasta lo publicaré en mi Facebook, Pinterest, Twitter, Instagram, y hasta pondré una nota informativa en el tablón de anuncios de mi comunidad.
¡¡Me gusta el champán francés y detesto el cava!! ¡Qué gusto da poder decirlo! ¡Por fin!
Que yo sí que estaba "oprimida" y se me ha quitado de golpe. ¡Gracias, gracias, gracias a esos ciudadanos, padre e hija, que me han abierto los ojos (y recuperado el paladar)! Porque ya que los franceses nos tienen manía y los catalanes también, fuera remordimientos y vamos a lo que vamos, y es que el espumoso francés es infinitamente mejor que el español, ¡perdón!, catalán y yo, como Rafael Nadal, no soy rencorosa y ya siempre brindaré con champán francés. Ya si los gallegos también nos dicen que se sienten oprimidos por el resto de españoles, pues me va a costar mucho más dejar de tomar un Albariño; no les digo que no porque los hay estupendos pero, oiga, el mundo es muy grande y hay unos vinos chilenos extraordinarios que nada tienen que envidiar a los gallegos.
De momento, liberados de nuestro concepto "solidario" con productos que creíamos "de los nuestros" y que, sin saberlo, estábamos contribuyendo con nuestro consumo al malestar y opresión de ciudadanos catalanes, pues estoy en disposición de dar la enhorabuena a los catalanes porque, además de que se van a hartar de tomar todo el cava que no van a vender en el resto de España, seguro que eso de no tener que compartir sus productos con los opresores los llenará de alegría y entusiasmo y así dispondrán de más cantidad para exportar a quien quieran.
Todos contentos.