El lector que se adentra en una novela de Noelia Lorenzo corre un peligro (un peligro evidente y difícil de evitar): acelerarse, dejar que el ritmo frenético de los acontecimientos lo lleve en volandas, avanzar páginas y páginas intentando acercarse a la solución de los enigmas policíacos que en ella se le proponen. Y lo califico de “peligro” porque, en caso de no estar atento, ese incauto lector puede perder de vista el ingente trabajo, el maravilloso trabajo constructivo que la escritora irundarra invierte para trabar acontecimientos, dibujar situaciones y perfilar a sus personajes. Afirmaba hace unos años Héctor Bianciotti que toda mala novela queda siempre reducida a su argumento; y me temo que tal aseveración puede ser predicada de un buen número de novelas (negras o de otros colores). Pero (y el “pero” hay que leerlo con énfasis, como si lo hubiera escrito en mayúsculas) la destreza de Noelia Lorenzo es de tal magnitud, su talento es tan musculoso y su quehacer literario es tan solvente, que en su caso no ha lugar la preocupación. Sus novelas son siempre magníficas. Conviene por tanto que el lector realice un esfuerzo y camine por sus páginas con morosidad, saboreando cada cuadro, advirtiendo los tonos y matices, interiorizando cada gesto de sus criaturas, pues sólo así se empapará de sus abundantísimos logros.
Da igual que los personajes sean protagonistas o secundarios: la escritora los mima con idéntico celo, y los alborota de detalles para convertirlos en entidades creíbles, profundas y cercanas. Puede ser un ertzaina, una forense, una madre desconsolada, una veterinaria, un camarero, un escolta, una toxicómana o un operario que controla una cinta transportadora: todos son, a sus ojos, merecedores de la misma atención, porque todos han de ser percibidos como criaturas auténticaspor quien lee. Y el resultado, lógicamente, es una novela tan espléndida como Chamusquina, que el inteligente sello Erein recupera para su más que notable colección Cosecha Roja.
Un empresario que no duda en incurrir en ilegalidades criminales. Una teniente de alcalde que se aviene a colaborar en lucrativas actividades al margen de la ley. Una chica que se suicida ahorcándose en un garaje. Un terapeuta que se despeña con su coche y muere en el acto. Los cadáveres de unos pájaros, que tapizan el suelo de un parque natural de montaña. Un enigmático asesino en busca y captura. Una chica, antigua toxicómana, que sospecha. Amores que no terminan de florecer o que apenas se desperezan. Rencores que no se apagan. Traiciones y afán de lujo… Noelia Lorenzo Pino va colocando sus piezas en el tablero de forma silenciosa, hábil y astuta, dibujando en secreto su espléndida partida de ajedrez. Y, tras esa ceremonia, levanta sus ojos e invita al lector para que se incorpore al juego. Con un perfecto control de la magia narrativa, la novelista sabe que el desarrollo de la trama es implacable y que quien acometa la osadía de penetrar en su territorio quedará adherido a él, como el insecto queda inmovilizado sobre la tela de la araña. Quien hemos leído La sirena roja, La chica olvidada, Corazones negros y La estrella de quince puntas lo tenemos clarísimo; y, sin embargo, hechizados y fervorosos, sucumbimos otra vez. Noelia nos vence y nos convence. Noelia nos atrapa y provoca nuestro aplauso de admiración. Ya ha ocurrido en cinco novelas consecutivas. A mí no me suele pasar con demasiada frecuencia. Por eso, cada vez que Erein anuncia un nuevo título suyo sé que acudiré a sus páginas. Permítanme ustedes un consejo: hagan lo mismo.