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Chandler por sí mismo, de Raymond Chandler

Publicado el 30 mayo 2011 por José Angel Barrueco
Chandler por sí mismo, de Raymond Chandler
Este volumen, ya descatalogado, contiene una selección de la correspondencia del maestro Raymond Chandler. Cartas en las que habla a sus amigos de sí mismo, de las novelas de misterio, de Hollywood y los oficios de escritor y guionista, de la televisión, la industria editorial o sus gatos, entre otros temas. Si has leído alguna de sus novelas, sabrás que Chandler unía ingenio y mordacidad. Aquí dejo algunas muestras:
…No escribo por dinero ni por prestigio, sino por amor, un extraño y persistente amor a un mundo en el que las personas puedan pensar en sutilezas y hablar en el idioma de culturas casi olvidadas. Me gusta ese mundo y sacrificaría de vez en cuando ese sueño y mi reposo y una buena cantidad de dinero para entrar graciosamente en él. 
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Con esto no quiero decir que no existan en Hollywood escritores auténticamente capaces. No son muchos, pero en ninguna parte hay muchos. El talento creativo es un don muy escaso, y casi siempre son la paciencia y la imitación las que se encargan de la mayor parte del trabajo. No hay por qué esperar de los anónimos currantes de la pantalla una calidad que evidentemente tampoco nos ofrecen los anunciadísimos literatos de la lista de best-sellers, ni los montadores de novelas históricas de cuarta fila que venden medio millón de ejemplares, ni los empalagosos carniceros de Broadway que se hacen llamar dramaturgos, ni los enfurruñados maestros de las pequeñas revistas.
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No existe un cuerpo de opinión crítica, porque no existe la crítica de guiones; sólo hay críticos de películas entendidas como entretenimiento, y la mayoría de estos críticos no sabe nada del proceso por el que se crean las películas y se llevan al celuloide. No existe enseñanza, porque no hay nadie que enseñe. Si no sabes cómo se hacen películas, no puedes hablar con autoridad de cómo deberían construirse; y si lo sabes, estás demasiado ocupado intentando hacerlo.
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De hecho, al escritor que llega por primera vez a un estudio no se le comunica ni la más mínima parte del inmenso cuerpo de conocimientos técnicos que Hollywood contiene, como se debería hacer por sistema y de manera rutinaria. Se le dice que vea películas, que es como aprender arquitectura mirando una casa. Y lo vuelven a mandar a su madriguera para que escriba escenitas que su productor, entre llamadas telefónicas a sus rubias y sus compañeros de borrachera, le dice que tendrían que haberse escrito de otra manera. 
[Traducción de Juan Manuel Ibeas]

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