Tengo algo que confesar.
En todos los posts en lo que ha salido una imagen de Chango (alias “Achong”), el amigo incondicional de Luca, en realidad, éste no es el verdadero.
No señores, se trata de su doble.
¿Por qué utilizo a un doble? Porque el Chango original está horroroso y no lo considero apto para presentarlo en las fotos. Pero ni modo, tarde o temprano, la verdad tenía que salir a la luz.
No sé si es que ya está opaco, que ya se le salió la mitad del relleno, o que sus partes blancas ya son permanentemente amarillas… no lo sé, pero el caso es que este Chango ya no está en condiciones de ser presentado ante la sociedad.
Chango (el mero, mero) no siempre fue feo. Mónica, mi hermana, se lo regaló a Pablo cuando éste era bebé. Por muchos años, se sentó en la repisa de los peluches y su única tarea era verse bonito.
Todo eso cambió el día en que ―cuatro años más tarde― Luca lo descubrió. Y para desgracia suya, decidió que iba a ser su amigo para siempre… y no lo ha vuelto a soltar.
Así, Chango va a donde Luca va. Y como Luca va a donde yo voy, Chango va conmigo a todas partes. De hecho, mi checklist mental antes de salir por la puerta es el siguiente: llaves, teléfono, cartera, niño y Chango.
Chango se ha mantenido al lado de Luca en las buenas y en las malas. Ahí estuvo durante las 2 semanas que Luca estuvo hospitalizado por un virus espantoso. Ha aguantado fiestas infantiles, caídas en charcos lodosos, viajes largos por carretera, gritos, carcajadas, baños en el escusado y abandonos temporales en lugares públicos. Ha servido como hombro para llorar, kleenex, servilleta y almohada. Ya ha tenido una que otra cirugía para prevenir que el poco relleno que le queda se le salga por completo.
Lo que una vez fue un chango tierno y hermoso, ahora parece una toalla vieja, manchada y apestosa. De hecho, cuando la gente se acerca, es mi deber advertirles que está chupado y huele feo. Ya si deciden tocarlo, es bajo su propia responsabilidad.
¿Y cuál es la historia del doble de Chango? Pues él llegó a esta casa en mi intento por tener un suplente mientras Achong salía del ciclo de lavado y secado. O bien, pensando en que alguno de esos abandonos temporales, en algún momento se pudiera convertir en uno permanente. En otras palabras, en caso de que Chango se perdiera por ahí, yo tenía que tener un plan B. Entonces, en uno de sus viajes de negocios, mandé a papá a comprar otro (según yo) igualito.
No pudimos engañar a Luca ni 3 segundos. Lo tomó, lo vio, dijo “no, no” y se fue por su amigo, el Chango sucio y apestoso. Ese es el bueno y no tiene reemplazo.
Lo entiendo perfecto. Puedo tomar como ejemplo cualquier día que Luca venga de jugar en el jardín, después de haber comido galletas con chocolate… todo cubierto de lodo, embarrado de chocolate hasta las orejas y además con necesidad de un cambio de pañal. Si me lo traen así y me traen otro niño limpio y perfumado, también digo “no, no”, lo hago a un lado y me quedo con el mío… sucio y apestoso. Ese es el bueno. Mi niño adorado. Y no tiene reemplazo.