Da la impresión de que se equivocan; el Rey y su Real Casa, parecen no saber por dónde andan. No se muestran muy inteligentes, dilapidan la aceptación y el respeto del pueblo. Mucha modernidad, mucho progresismo y siglo XXI, pero España en muchas cosas sigue chapada a la antigua y no admite ciertas modernuras; no son bien vistas las desavenencias conyugales y las disensiones familiares, ciertas salidas e infidelidades y el no haber lanzado de su ámbito, con zarpazo contundente, a ese tipo de yerno vividor; aparte de que aquí guardan silencio y se solapan muchos, esa gran mayoría de republicanos, que espera su caída y descomposición. La reina que venía ostentando el mérito de sostén de la Institución con su valor y templanza, parece que, como muestran sus frecuentes viajes a Londres, ya se ha cansado. Ciertas formas e infidelidades en el seno de la familia Real deterioran efectivamente la imagen y consideración de la monarquía, institución que se legitima por su herencia familiar y por la observancia de una conducta limpia e intachable; es una familia de un cometido y altura especial, que le imprime unos privilegios y un status fuera de lo normal, por lo que la sociedad no aprueba sus desvíos y un comportamiento de igualdad con el común de los mortales.
El tal Torres, socio de estafas del otro personaje, Urdangarín, quien ha contado en su andanza de sacaliña con el silencio enamorado y anuencia sigilosa de su esposa, no es que va a cargarse la monarquía, es que busca especialmente escapar de la condena de sus delitos cometidos junto con el yerno. Los dos socios han sido imputados de cinco delitos, castigados con más de quince años de prisión: Prevaricación, malversación, fraude, falsedad y blanqueo de capitales. “Torres, publica la prensa, implica a la Sra. Corinna en el asunto Nóos y en el foro de Valencia, organizado con fondos públicos, que, presuntamente, se desviaron a la cartera de los dos ‘socios’; esta germana dicen ser la que viajaba con el Rey en la cacería de Botsuana”.
Ahora, para colmo, aparece esta hembra que, dicen, además de dar sus servicios al Rey, también ha metido mano en esos negocietes sucios nacionales e internacionales, para llenarse la faltriquera al soniquete de los trapicheos de los socios, como deja sugerir el tal Torres con claras intenciones aviesas de provocar el gran escándalo de nocivas consecuencias y, de paso, lograr algún alivio a su situación penal, al referir la indecente Fundación de Niños Discapacitados que montó Urdangarin para seguir llenándose los bolsillos, aún cuando el Rey se lo había prohibido rotundamente. Tal referencia es la ‘bomba explosiva’, comprometedora para el yerno y preocupante para el suegro, que lanza el socio Torres, para amedrentar y coaccionar al Rey, con objeto de que se le propicie el vericueto que lo libre de la posible condena de prisión” y, a la vez, salve, mediante un enjuague, la mayor parte de los millones birlados en sus conjuntas correrías; así fragua el chantaje –cuestión en sí gravísima- que se trae con los correos electrónicos, remitidos al Juez. Es la trama de sembrar sospechas, insinuaciones y escritos que salpiquen y embadurnen; son las correrías de unos mangantes que se internaron en la sombra de la Corona para medrar, robar y enfangarse en la corrupción con el acopio de millones del derroche que emanaban las distintas administraciones. El tal Torres se jactaba de tener unos correos que servirían para “acabar con la monarquía”; no se puede tolerar que este sujeto dosifique los documentos para adentrarse en los vericuetos de la extorsión; es preciso cortarla y tomar medidas cautelares.
El Rey ha de plantar cara al chantaje sin ceder ni un ápice, denunciar con suma autoridad todos los tejemanejes, en que se haya usado su proximidad y expulsar con firmeza de su entorno a esos pajarracos que han robado y puesto en evidencia su nombre. Los silencios del Rey no le benefician en absoluto, ha debido desvincularse con energía de las actividades del yerno, como tampoco la tardanza de la Justicia en actuar en este caso.
C. Mudarra