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Llevo inmersa casi tres meses en un mundo de bibe-teta-mix, llantos, pañales, llantos, eructos-pedos-buches, llantos… ¿Ya he dicho llantos? Ah, sí, pero no cualquier llanto, sino de esos que yo al menos desconocía y que están más cercanos a cuando desangran a un cochino vivo. Esto, unido a otras mil cosas que hacen que te den las diez de la noche sin ducharte (y no por falta de ganas), hacen que una se aísle un poco del mundo real, por mucho que se resista.
En compensación, he aprendido unos trucos chapuzas que funcionan salvo cuando se los quieres enseñar a los amigos que vienen a verte. En esos momentos todo sale mal. Aquí van algunos:- Si una posición funciona a la hora de conseguir que se duerman, ni se te ocurra siquiera pensar en cambiarlos, así tengan la sábana enrollada en la cara y les quede la marca durante tres días. Si llegas de la calle y tienen puesto abriguito y gorro y caen en un segundo, ¡no los toques! ¡ni respires cerca! Así se quedan hasta que resuellen por hambre, da igual.
- Los biberones tienen que ser exprés; el concepto “ya va” no es comprensible para un bebé; él solo entiende “ya”, así que o actúas rauda y veloz o déjalos preparados por la noche en tu mesilla de noche, dáselos fríos o, si tienes compasión (que se va perdiendo cuando ves las caras de cuento que tienen muchos), déjalos en un calienta bibes con la temperatura perfecta.
- Si acaba durmiendo en tu cama en la postura que sea y tras berrear lo más grande cae rendido, ¡ni te muevas, ni respires! Se dará cuenta de tus deseos de paz y se despertará para amargarte el resto de la noche.
- Si durante la noche gimotea, ignora sus ruiditos hasta que eleve el tono, porque muchas veces se quedan en simple protesta. Si ya la cosa pasa a mayores, actúa a la velocidad de la luz para enchufarle el bibe o la teta.
- En caso de que la situación llegue a situación de alerta máxima, conecta el extractor de la cocina y mete su cabeza debajo unos minutos. Si no lo tienes a mano, vale un secador de pelo o aspiradora (igual, con suerte, lo aspira y deja de llorar).
En fin, lo bueno de estos y otros trucos es que los practicas cuando ellos no tienen memoria, con lo que no podrán echarte en cara cuando sean más grandes que una noche los metiste en la cuna envueltos aún en la mochila porteadora.