Revista Cultura y Ocio

Charles baudelaire

Publicado el 09 abril 2010 por Hache
CHARLES BAUDELAIRE
Cada uno tiene sus rarezas, muchas inexplicables. Yo estoy leyéndome libros que tenía/tengo atrasados desde hace ni se sabe o, como en este caso, me he vuelto a leer completo 'Las flores del mal' a pesar de que cuando comencé con el libro (ni sé la de años que hace de eso) sólo me dejé sin leer las últimas treinta páginas.
Lo peor de todo es que me he vuelto a aburrir con el libro de marras. Repito: me he aburrido. Que nadie quiera leer entre líneas que el libro es malo o sandeces por el estilo; ¿cómo va a ser malo alguien que es capaz de escribir ¿Podemos borrar el viejo y durable Remordimiento, / que vive, se agita y se retuerce alimentándose / de nosotros, como el gusano con los muertos / o la oruga con el roble? o En vano tu mano acaricia mi pecho gozoso; / lo que tu mano ansía es un lugar saqueado o La herida y el cuchillo encarno / y también la mejilla y el bofetón? Pero las cosas son así, y yo aún más.
De todos modos, dejo aquí un par de poemas que me parecen geniales.
EL RÍO LETEO
Acércate, ven a mí, alma cruel y sorda,
tigre adorado, monstruo de aspecto indolente;
mucho tiempo quisiera hundir mis dedos nerviosos
en lo más denso de tu cabellera espesa;
y en tus vestidos que tu perfume impregna
sumir mi cabeza entristecida, y
ahí respirar, tal una flor ajada,
el suave olor de mi amor difunto.
¡Dormir ansío! ¡dormir, más que vivir!,
y en sueño tan dulce como la muerte misma
sin remordimiento iré dejando besos por
tu cuerpo hermoso y como el cobre, pulido.
Para recoger mis apaciguados sollozos
nada iguala el abismo de tu lecho;
el intenso olvidar en tu boca anida,
y el río Leteo fluye en tus besos.
A mi destino, ya desde ahora mi dicha,
le obedeceré cual un ser predestinado;
mártir dócil, inocente condenado,
con fervor que el suplicio aviva,
y para mi rencor acallar chuparé
lo mismo el nepente que la buena cicuta
en tu fina y encantadora garganta
que jamás alojó corazón alguno.
ABEL Y CAÍN
I
Raza de Abel, duérmete, bebe, come;
Dios, complaciente, te sonríe.
Raza de Caín, en el fango arrástrate
y muere miserablemente.
Raza de Abel, ¡al Serafín
le agrada tu sacrificio!
Raza de Caín, ¿tendrá fin
tu suplicio?
Raza de Abel, mira el triunfo
de tu ganado y de tus siembras;
Raza de Caín, tus entrañas aúllan
de hambre cual un perro viejo.
Raza de Abel, caliéntate el vientre
en tu hogar patriarcal;
Raza de Caín, en tu propio antro
tiembla de frío, ¡mísero chacal!
Raza de Abel, ¡ama y prolifera!,
tu oro también crea niños.
Raza de Caín, corazón que arde,
apaga esos apetitos crueles.
¡Raza de Abel, que creces y roes
como chinches de la madera!
¡Raza de Caín, por los caminos
arrastra a tu familia en ruinas!
II
¡Ay, raza de Abel, tu carroña será
abono del suelo humeante!
¡Raza de Caín, no se cumplió
debidamente tu tarea!
Raza de Abel, he aquí tu oprobio:
¡el arado vencido por el venablo!
¡Raza de Caín, sube al cielo y
arroja a Dios sobre la tierra!
Baudelaire, Charles. 1997. Las flores del mal. Ediciones Orbis, S.A.
P.D. La traducción que utiliza esta edición está cedida por VISOR LIBROS, S.L. y está realizada por Jacinto Luis Guereña.

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