
[Ricardo Portmán]

--Después de todos estos años, ¿qué le hace seguir con los Stones? ¿No está harto de ellos?--No, no son la clase de gente de la que uno se harta. Uno se harta de la vida, no se harta de la gente. Son amigos míos. Es lo que hago, es lo que soy. Y me pagan muy bien por ello. De modo que eso es razón suficiente. Cuando nos juntamos es como estar en el colegio. Mick y Keith son gente absolutamente encantadora, muy divertidos y fuera de lo corriente. Además, llevo haciéndolo mucho tiempo. No veo por qué tendría que hacer otra cosa.--¿Extraña a Bill Wyman?--A Bill lo extraño más como persona que en el escenario. Lo llamo cada dos meses y cuando estoy en Londres salimos juntos. Me imagino que cuando yo me vaya del grupo será igual.--Muchos creen que usted y Bill eran los verdaderos cimientos musicales del grupo.--Probablemente lo fuéramos. Pero Darryll Jones también es un buen músico. Y es una muy buena persona. No es difícil llevarse bien con Darryll: sé que él tocará lo que yo toco. Al que necesito oír realmente cuando estoy en el escenario es a Keith. El es el principio y el fin. Si no lo oigo, me pierdo totalmente.--¿Hay probabilidades de que usted siga siendo un Rolling Stone para siempre?--Ahora soy el más viejo, tengo casi sesenta años, y los demás tienen cincuenta. ¿Pero qué significa eso? Sólo que te queda una cantidad determinada de vida por delante. Lo único que importa es dónde quiero pasar mis últimos 20 años... Si quiero estar sentado en un maldito hotel en París, o en Río. Me imagino que eso es lo que le pasó a Bill: sencillamente decidió que ya había tenido bastante. Y a mí me pasa algo parecido ahora. Mi problema es que lo único que hago es tocar la batería. Pero me gustaría pasar algún tiempo en casa.--La batería es uno de los instrumentos que más exigen físicamente. ¿No se siente agotado?--Esa es una de las cosas buenas de esta gira, pero también es duro. En cierto modo, te mantiene en forma. Pero cuando tocás durante un año, siempre estás temiendo por tu salud. La peor parte es para el baterista y para Mick. Con Mick es un miedo constante. En los momentos críticos, sentís que tenés que descansar, pero no podés dejar de tocar. Es una de las cosas más agotadoras de la gira, la presión de tener que dar el máximo todo el tiempo.


Apuntes jazzeros
--¿Cómo nació su amor por el jazz?--Tenía 12 años y puse un disco de Earl Bostic llamado Flamingo. Pensé que era fantástico y sencillamente me enamoré del saxo. Un año después, me compré un disco de Gerry Mulligan llamado Walking Shoes y Chico Hamilton hizo que me enamorara de la batería. Y luego me enamoré del mundo del jazz cuando fui lo suficientemente mayor como para ir a ver tocar a la gente. Escuché a Mulligan y a los demás.
--¿Comparte su amor por el jazz con los otros Rolling?--Sí. A veces, Keith me pide consejo. Le gusta sobre todo el viejo Louis Armstrong. Le grabé unas cuantas cintas de Eddie Condon con Louis Armstrong en ellas. También fue idea mía invitar a Joshua Redman para Bridges to Babylon y fue estupendo.

Fuente: Weronika Zarachowicz/El País.