“Al ir al vestuario pensé que podía ponerme unos pantalones muy holgados, unos zapatones, y añadir al conjunto un bastón y sombrero de hongo”.
Se atrevió a ridiculizar a Adolf Hitler en El gran dictador; siempre estuvo presente su trágica infancia, se le recuerda por La quimera del oro, Tiempos modernos, Luces de la ciudad o Candilejas y es uno de los grandes iconos del cine de ayer (y del de hoy). Lumen acaba de publicar la autobiografía Chaplin, una reedición revisada a la que se le han añadido fragmentos suprimidos en la edición en castellano y una serie de fotografías del actor en su ámbito familiar y profesional.
En el libro no faltan detalles de la caída familiar hacia la pobreza, las entradas y salidas en los asilos de caridad, la enfermedad de la madre del actor o la receración de la Inglaterra de finales del siglo XIX y principios del XX. Y es que, aunque estamos acostumbrados a que nos haga reír, su autobiografía nos descubre a un Chaplin muy solitario, que conoció la pobreza y se dejó deslumbrar por el dinero, que enamoró con su cine y también recibió críticas como director que, obviamente, le traían sin cuidado; que le encantaba codearse con la alta socidad, pero que estaba orgulloso de no haber renegado nunca de sus orígenes.
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“Para reírte de verdad, tienes que ser capaz de agarrar el dolor y jugar con él”