Revista Opinión

Charnegros

Publicado el 03 octubre 2018 por Cronicasbarbaras

Una imagen remarcable que demuestra el odio inculcado por el nacionalismo catalán hacia los demás españoles es la del joven de Igualada, Barcelona, que este fin de semana saltaba enloquecido a la espalda de un policía que caminaba solo, de paisano y sin armas, para golpearlo por todas partes hasta que le fracturó la nariz.

Mientras trataba de huir, el agredido oía “¡Te cortaría el cuello!”, junto con injurias e insultos de una jauría de manifestantes que aclamaba al agresor.

Poco después, aconsejado por los expertos en publicidad separatista, el asaltante fingió estar herido.

Se tiró al suelo, donde lo atendieron cuatro sanitarios como a aquellos mil falsos lesionados de un año antes, el día del referéndum independentista simulado; detenido después, resultó llamarse Francisco López Gómez.

Pese a las cargas policiales de hace un año, y aparte de un infarto, sólo hubo un herido serio. Roger Español, que perdió un ojo de un pelotazo de la policía a la que se enfrentaba arrojándole vallas metálicas.

Español, como Francisco López Gómez o como el diputado separatista Gabriel Rufián Romero, son charnegos convertidos al nacionalismo de los apellidos autóctonos para no ser despreciados y ascender en el endogámico catalanismo de los Puigdemont, Tardá o Pujol.

Algunos catalanizan sus apellidos, se ponen una i latina entre el primero y el segundo, y cambian García por Garriga, Rubio por Ros, Escribano por Escrivà y Piedra por Pedra, como recomienda un documento de la Generalidad de 1988 para crear nuevos catalanes.

Resultan así como los capataces negros en las plantaciones con esclavos, que presumían de la amistad del amo.

Pero entre los apellidos históricos siempre serán serviles charnegros, charnegos y negros, a los que los amos nacionalistas exhiben paternalmente para que sigan siendo traidores a los demás esclavos.

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SALAS

Tira Salas 6270


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