"Si tuviéramos más presente en nuestro día a día que vamos a morir, si lográramos vivirlo sin angustia ni miedo, aceptando que la muerte forma parte de la vida, y no la siguiéramos tratando como un tema tabú, nuestro paso por aquí probablemente sería muy diferente." (Pág. 241)
En 2020 completé con gusto el divertido Reto 'Autores de la A a la Z' que Marisa G. de "Lecturàpolis" convoca desde hace ya varios años. Marisa tiene la costumbre de sortear entre quienes logran culminar con éxito dicho Reto una serie de libros. El pasado año tuve la suerte de ser premiado con el libro de Charo Jiménez "Cenizas y rosas" y, desde ya, he de decir que fui doblemente afortunado: primero porque salió premiada mi papeleta, pero en segundo lugar, y sobre todo, porque he descubierto a una autora que no conocía que me ha gustado mucho.Esperaba, por lo que había oído y leído sobre esta obra, encontrarme ante una narración de duelo desesperanzado, de hundimiento en el propio dolor ocasionado por la pérdida de un ser querido. Creía que sería un alegato contra la injusticia que supone arrebatar de nuestro lado a alguien a quien amamos infinito. Sí, esperaba todo eso, y, aunque la injusticia de la muerte ocasiona en el ser humano duelo, pena y sentimiento de desamparo, he topado con una novela que sin rehuir hablar de ello incide más en la Vida, en la necesidad de vivir a tope disfrutando de la existencia como a buen seguro quien ha desaparecido desearía que hiciéramos.
La novela tiene dos partes argumentales bien diferenciadas. Por una parte está la vejez de José, padre de Beatriz que lo cuida y se preocupa por él por que no le pase nada, por que pase el tiempo que le queda lo mejor posible, por que el alzhéimer que le ataca por momentos no le haga languidecer en la orilla de lo que en verdad es un ser humano. Todo esto le preocupa a Beatriz, que ha de compaginarlo con las ocupaciones derivadas de su profesión de educadora y orientadora en un Centro de Secundaria sevillano: chicos difíciles, reuniones con padres, toma de decisiones, etc.
Beatriz es madre de Alba que está en Londres porque aquí la cosa anda mal, de Gonzalo, que anda ahora por Budapest, y de Fran que estudia en la universidad. Tiene dos hermanos, Cándido que se ha hecho cargo del despacho profesional que llevaba su padre y que colabora con ella en su cuidado, y Natalia, la hermana menor que desde siempre se sintió minusvalorada y se alejó física y emocionalmente de la familia. La relación fraternal se tensiona ante las exigencias que impone el cuidado del padre.
Es Beatriz, sin duda alguna, el personaje central. Es una mujer que afronta la vida con determinación y arrojo gracias al amor que siente por su marido Paco, por sus tres hijos, por su anciano padre y muy especialmente por la amistad profunda, de años, que siente por Reme, la hija de Juana y Silverio, vecinos de escalera que siempre se han ayudado. La historia de Juana, de Reme y de Valentina, su hija, es la otra historia que se nos cuenta en la novela. Es la de Reme una historia de caída y de superación, una historia bastante diferente de la Beatriz pero también coincidente en el amor hacia los padres aunque este amor lo haya vivido de distinta manera y no se haya percatado mucho de él e incluso lo haya negado con reiteración.
Naturalmente en este repaso de personajes no podemos olvidar a José, el anciano padre de Beatriz que vive en una nebulosa mental perfectamente presentada por la autora. José tiene en casa una cuidadora extrajera que chapurrea el español y de cuyo nombre se acuerda en pocas ocasiones. Es una relación en la que la intimidad del anciano se ve seriamente comprometida pues ella, Sofía, es la que se ocupa de que haga sus necesidades fisiológicas, de asearlo, bañarlo, secarlo, vestirlo, sacarlo de paseo... En fin ella [Sofea, la llama humorísticamente José] es el sustituto de su cabeza, cada vez más perdida, y de sus brazos y piernas que apenas ya le sirven de nada. Como digo, la confusión mental del anciano está muy bien mostrada por Charo Jiménez a base de monólogos interiores y soliloquios en los que fluye su conciencia en confuso desorden; en esas reflexiones, en esos pensamientos imaginativos el anciano fabula con ideas absurdas para un hombre de su edad, pero que le sirven para mantenerse vivo e ilusionado hasta el final. Un final que me ha gustado mucho cómo lo presenta la autora y que me ha llevado a recordar esas idas y venidas mentales, esa lucha agónica que se desata en la mente del personaje de la novela de Carlos Fuentes, "La muerte de Artemio Cruz".
La historia -mejor sería decir, las historias- que se presentan en "Cenizas y rosas" son muy auténticas, muy reconocibles, muy 'Verdad'. Cualquiera que las lea se puede reconocer en alguna o en todas ellas. Ciertamente lo que se cuenta no es nuevo ni original, es la vida misma. Beatriz que asiste a un Taller de Escritura recibe de su profesora Nazareth la enseñanza de que en literatura casi todo ya está dicho, de que la originalidad no reside en el/los asunto/s sino en la manera de mostrarlos filtrados a través de la propia experiencia de quien escribe. ¡Qué gran verdad!
"Nazareth, la profesora del taller, nos dice que todo está dicho, todo está escrito, pero no con nuestra voz, nuestras emociones y nuestras tripas. Y eso convierte nuestras palabras en algo especial y único" (pág. 26)
La idea anterior, particularmente la he transmitido a mis alumnos a lo largo de mi vida profesional muchas veces; ocurría esto cuando ellos veían que los temas literarios fundamentales eran muy coincidentes de unas obras a otras fueran cuales fueran sus creadores (amor, vida, muerte, pena, familia, traición, egoísmo, solidaridad, instintos...) y se preguntaban qué diferenciaba a los unos de los otros. Como dice Mario Vargas Llosa en el librito que hace muy poco leí y reseñé en el blog, "Cartas a un joven novelista" [leer la reseña aquí], la diferencia en los asuntos reside en la propia experiencia vital del artista que se transfunde en su obra y se muestra a través de una estructura, de una forma determinada.
Lo dicho en el párrafo anterior lo evidencia la autora en su novela. Lo primero que percibimos es autenticidad vital, se nota que Charo Jiménez ha pasado por esta experiencia de pérdida y sabe comunicarla a las mil maravillas. También percibimos que su formación, sus lecturas, sus gustos musicales. artísticos y cinematográficos campan con acierto por las páginas de "Cenizas y rosas". Así temas musicales del grupo Kansas o de Rocío Jurado le sirven para transmitir mejor esa reflexión sobre la inanidad de la existencia ("Dust in the wind" de Kansas) o el imposible deseo de volver a los brazos de la persona desaparecida ("Qué no daría yo" de Rocío Jurado) que acometen por oleadas el pensamiento del doliente. También el Cine, otra manifestación artística popular como la música, le sirve para comunicar la necesidad de superar la pena buscando incentivos vitales:
"Un día todo cenizas que finalmente ha salvado una peli que tiene Chelo, y que hacía mil años que no veía: Julia. Oh, me sigue encantando. Qué actuaciones -Jane Fonda, Vanesa Redgrave…-, qué historia, qué bien reflejadas las tribulaciones del escritor. Sí, definitivamente, el arte nos protege de nuestras miserias." (pág. 210)
Si eso sucede con la música y el cine mucho más acontece con las lecturas que la autora tiene interiorizadas. La poesía de Ángel González envuelve por completo con su enorme sensibilidad y tono de realidad la novela: al principio en la cita inicial con ese poema "En serio" y casi hacia el final en ese capítulo de título "Octubre" en el que Beatriz escapa a Rota y reflexiona: "Es octubre y, como dice Ángel González, 'esas hojas, los pájaros, las nubes, las palabras dispersas y los ríos nos llenan de inquietud súbitamente y de desesperanza'. Es lo que pasa, y en este octubre, mucho más." La poesía le encanta a Charo siendo ella misma hacedora de poemas como bien demuestra en la novela que se compone de partes en prosa, otras en verso y otras en prosa poética. Prosa poética que a buen seguro le han inspirado autores como Francisco Umbral a cuya novela lírica "Mortal y rosa" hace referencia sin nombrarla cuando describiendo el estado cada vez peor de su padre Beatriz piensa: "Estoy oyendo menguar a mi padre como Umbral oía crecer a su hijo"
Todo lo anterior lo presenta la escritora con gran maestría mezclando secuencias referidas al padre narradas por él mismo con otras también en primera persona protagonizadas por Beatriz; además la tipografía de unas y otras secuencias es distinta: cursiva cuando es Beatriz quien narra; versalita cuando no es ella. Así pues en esta segunda tipografía aparecen las partes referidas a José, el padre de Beatriz, y las referidas a Juana y a su hija Reme. Además las distintas secuencias son de desigual longitud lo que también incide en la significación que Charo Jiménez quiere conferir a ciertos momentos de la narración y dota a la novela del ritmo preciso.Para finalizar añadiré que la propia autora se cuela en el relato en forma de una escritora que acude al Centro de Iniciativas Culturales de Sevilla (CICUS) a presentar su novela titulada "Ara, como el río", precisamente el título real de la que precede a ésta que estamos leyendo. Este proceso de autoficción, de confusión de límites entre lo real y lo ficticio agrega un plus a esta interesante y bien realizada obra cuya lectura recomiendo a todos.
¿Quién es Charo Jiménez?(Triskel, su editorial, da esta semblanza de ella )Charo Jiménez nace en Sevilla en 1961. Recuerda su niñez como una etapa extraña en la que descubre, gracias a Andersen, Perrault, Rabindranath Tagore…, que los libros guardan sueños y secretos extraordinarios. Ya nunca abandonará su pasión por las letras.
Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y ha sido profesora durante más de veinte años. Por circunstancias ajenas a su voluntad, se ve obligada a abandonar las aulas y, tras un periodo de adaptación en el que, como decía Ortega y Gasset, tiene que esforzarse en salvar sus circunstancias para salvarse ella, escribe su primera novela Trampantojo (Triskel, 2015). Dos años después cuenta la extraordinaria historia de Jánovas, un pueblo del Pirineo aragonés, en su segunda novela Ara, como el río (Triskel, Ediciones, 2017). Cenizas y rosas, su novela más personal e íntima, es por ahora su último trabajo.
Ficha Técnica del libro
Título: Cenizas y rosas
Autora: Charo Jiménez
Editorial: Triskel Ediciones
Diseño cubierta: Triskel Ediciones
Ilustración Verónica Navarro
Formato: Rústica/EPUB/MOBI
Páginas: 254
ISBN: ISBN: 978-84-122574-0-3
Depósito legal: SE 1573-2020
P.V.P.: 17€ (papel) 3,99€ (digital)