Empecemos del final hacia el inicio. El encuentro que acordamos para conversar sobre el salto de Charo Vega a la industria del diseño de indumentaria terminó en una prueba de vestuario con toma de medidas incluída.
Quien escribe estas líneas no logró mantenerse indiferente a las creaciones de esta diseñadora de 25 años que exploró los primeros pasos de su carrera durante la pandemia y hoy se consolida como una joven promesa del diseño argentino.
Charo nació en Buenos Aires y creció en una familia de madre pintora y padre comerciante de ropa deportiva. Casualmente -o causalmente- su marca homónima (charovega.arg) es la mezcla perfecta entre lo que absorbió de chica. Sus diseños se inspiran en varias artes y sus procesos creativos están marcados por la espontaneidad justa y necesaria de todo artista.
En su laptop hay carpetas repletas de diseños de camisas, pantalones, blazers, abrigos, faldas… pero también de tramas que comienza a idear en su cabeza para algún día llevarlas a la materialidad. Además de confeccionar prendas, Charo hace exploraciones artísticas sobre texturados y estampas en las que entrelaza técnicas diversas y diseños personales que sirven como inspiración para sus colecciones.
Su tesis universitaria sirvió para establecer las líneas claras de una identidad de marca que reproduce en estampados en sus prendas, y resuelve en packing, etiquetado, fundas y documentación de soporte de prendas realizadas con un impecable oficio de sastrería,
Si hay algo que queda claro es que a esta diseñadora le queda mucho camino por recorrer. Hasta ahora sus pasos han sido firmes y tienen el sello de un estilo propio que destaca por su carácter, solidez, sofisticación y elegancia.
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¿Cómo comienza tu vínculo con el diseño de indumentaria?
Desde que soy chica mi familia está en la industria. Mi padre hace ropa deportiva, fabricaba para marcas de terceros, hasta que abrió su propia grifa de venta al por mayor. Estudié Diseño de Indumentaria y Textil en UADE y los seis años de carrera trabajé con él. No es fácil trabajar con un familiar. Además, siempre fui muy creativa y recuerdo que salía de la facultad con mil ideas, pero me pedían la calza básica porque eso era lo que se vendía. Los últimos años me encargué de diseñar las colecciones, pero necesitaba experimentar más. Me recibí el año anterior a la pandemia, con la ilusión de seguir estudiando afuera y todo se canceló. No era momento de abandonar el negocio familiar, eran épocas muy difíciles. Como muchos, confeccionamos barbijos, hasta que las ventas comenzaron a reactivarse. Aproveché a hacer muchos cursos online y preparé el CV en varios idiomas.
Después de esa experiencia familiar, ¿cómo fiueron tus primeros pasos en la industria?
Renuncié al trabajo e instantáneamente me puse a buscar otras opciones. Me llamaron de Telefe para entrar en estilismo en La Voz Argentina. Siempre jugué a hacer producciones de moda, más como un hobby que otra cosa, tenía esa intuición. Ahí quizás me sentí un poco alejada del diseño en sí mismo, pero tenía tiempo para dedicarle a otras cosas. En mi tiempo libre hacía cuadros y empecé a hacer ropa y a pintar la trama que dibujaba en los cuadros, en la ropa. Me pasaba que como mi círculo cercano sabía que era diseñadora, me pedían piezas. A su vez yo publicaba mis creaciones en Instagram y firmaba “Charo Vega”, como si tuviera una marca…
En realidad, casi sin darte cuenta, estabas iniciando tu sello…
Sí, empecé a vender y me vi en una rueda imparable. Fue todo muy inesperado y no tuve un momento para pensar qué y cómo lo quería hacer o comunicar. Decidí oficializarlo, hice una cuenta de Instagram comercial y unas fotos para tener un registro de mis creaciones. Tengo una web para poder mostrar una minicolección, tiene un e- commerce que casi no se usa porque la metodología por pedido es mucho más personalizada.
¿En qué te inspirás para crear cada pieza?
Cuando era chica todo el mundo pensaba que me dedicaría a la actuación porque hacía mucha comedia musical y algo de danza. Me inspiran las artes en general y en particular la arquitectura, el interiorismo. Miro muchas referencias todo el tiempo y leo sobre tendencias.Siempre prioricé que mis diseños tuvieran mi estilo, porque tengo una línea muy marcada, todo lo que hago me lo pondría yo misma. No uso color por el momento, me gusta lo monocromático.
¿Seguís a algunos diseñadores específicos?
Hago un match, no tengo alguien que diga: “Esto es lo que quiero”. Me atrae la comunicación de una marca, el estilismo de otra, las terminaciones de ropa de otra… Me la paso creando texturas que a veces ni siquiera aplico porque es difícil ejecutarlas.
Tenés una muy buena estética, no solo en los diseños, sino en las producciones.
Lo hago todo yo, aprendí mucho trabajando y me sale “fácil” crear mundos estéticos. Lo vi desde chica en mi familia. Tengo ese lado artístico muy incorporado. Todo es muy intuitivo y suelo pensar en el look integral. A veces veo otros diseñadores que diseñan por pieza y yo me imagino el conjunto entero. No puedo pensar un chaleco sin imaginarme con qué va abajo.
Contaste que empezaste incursionando en cuadros y además estás haciendo un curso de tallado de madera. ¿El diseño de vestimenta te permite cruzar técnicas de otras disciplinas?
Sí, claro. Estoy en búsqueda y todo viene siendo muy espontáneo. Las tramas que atraviesan mis diseños empezaron como algo muy orgánico y acabaron siendo súper geométricas. A veces en mis cuadros utilizo telas como tusor y en mis diseños de ropa hay mucho de collage.
¿Cómo y donde trabajás habitualmente?
A muchas clientas las recibo en casa y también voy a las suyas. La ventaja es que conozco un poco más sobre la personalidad que va a llevar la prenda. o un poco más. Igualmente estoy abriendo un atelier, donde funcione mi taller y pueda recibir a las clientas.
¿Trabajás todos los diseños on demand?
Así es. Hago todo personalizado, no tengo stock y armo a pedido. Tengo un muestrario de algunas piezas y confecciono a medida. Esta metodología se fue dando sin proponérmelo, pero va a de la mano con el producto responsable que quiero comunicar.
¿Cómo manejás el tema talles?
Trato de hacer bastante modelo único. Yo uso mucho oversize e intento hacer talle único para abarcar más. Es más versátil. Hay modelos que me tomo el tiempo de hacer para que vaya en un S/M o un L/XL. Pero, por lo general, al ser diseños sueltos y no entallados van bien en distintos tipos de cuerpos.
¿De dónde vienen las telas? ¿Tenés un grupo de proveedores frecuentes?
Tengo un par de proveedores con los que trabajo, sí. Al principio había incorporado telas con poliester, pero me fui metiendo en textiles más naturales. En la última colección que armé hay mucho de eso. Algunas telas las importamos y hay ciertas fibras naturales como lanas que son producidas acá en Argentina. Es un laburo porque hay que buscar hasta conseguir lo que a cada uno le funciona, explorar materiales y estar abierta a lo que aparece para también adaptarse. Pierdo mucho tiempo buscando telas específicas con un mismo tinte para combinar conjuntos de piezas superiores e inferiores.
¿Y en lo que refiere a confección trabajás con talleristas?
Yo hago gran parte de todo, pero no coso. Eso lo delego a sastres y modistas de alta costura.
¿Hay diferencia en el know how del sastre y la modista?
Sí, por supuesto, cada uno tiene diferentes técnicas y de acuerdo al corte o al tipo de modelo de la pieza lo derivo a sastre o a modista. Ya casi no hay sastres, cuesta mucho conseguir. Son profesionales que hacen el traje a mano, no hay molde, sino que hacen el diseño sobre tela. En mi caso busco que la pieza tenga terminaciones a mano. Las modistas también tienen mucho de eso de trabajar sobre el diseño, laburan la tela en el maniquí para ver la caída. Suele pasar en la industria que este tipo de gente escasea, todos son profesionales con experiencia que llevan años trabajando y muchos están más cerca de la etapa de retiro que otra cosa. Personalmente me quedé con personas que quiero, que les gusta trabajar y que se interiorizan con cada desafío. Algunas modistas me hacen una videollamada a la noche para mostrarme cómo está quedando el diseño. Hay muchas manos que pasan por una misma pieza antes de que llegue al cliente.
¿Cuánto demorás en hacer un conjunto de dos piezas a medida?
En general todo lo que es sastrería, un mes. Una camisa o un pantalón llevan unos 20 días. A veces junto varias clientas para producir en pequeñas cantidades.
¿Los clientes que te llaman tienen algún perfil específico?
Por lo general son personas clásicas que quieren tener algo distinto en el armario, sumar alguna prenda con un toque especial. Tengo dos públicos: hay clientas jóvenes que les gusta el diseño y compran alguna cosa puntual, consumidoras más “conscientes”; y después tengo clientas más mayores a las que les gusta consumir y tener buena ropa en su vestidor. Todas disfrutan del arte.
Eso habla de que la audiencia también se construye a partir de determinadas decisiones que uno va tomando.
Sí, pero se dio sin buscarlo. Me da un poco de ansiedad porque no puedo controlar lo que va pasando. Tengo en claro que tengo que mantener un equilibrio entre lo creativo y lo comercial.
¿Hoy estás abocada solo a Charo Vega o lo complementás con otras actividades?
Después de Telefe, me tomé unas vacaciones y en seguida me llamaron para trabajar en Kostume. No podía decir que no porque los admiraba. Mientras tanto seguí trabajando freelance haciendo estilismos para marcas. Hice un estilismo para un evento que sería en el Teatro Colón, que al final se canceló, pero me vino bárbaro porque me “obligó” a hacer una colección. Después de Kostume me llamaron de Juan Hernández Daels y acordé trabajar part time, lo cual me da el tiempo para dedicarle a mi marca. El día de mañana me gustaría dedicarme full time a mi proyecto, pero creo que ahora es momento de vivir experiencias y hacer contactos.
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