Revista Diario

Chau, Londres, te quiero.

Por Arianne7

Hoy decidí clausurar mi último día en la isla haciendo un recorrido solitario. Después del TATE, donde me despedí de mi Tanión, me percaté de que el atardecer estaba al caer, y como unos segundos pueden cambiarlo todo en lo que luscofusco se refiere, empecé a correr como alma que lleva el diablo por el Southwark Bridge, bajo la atenta mirada de un montón de caballeros que de seguro pensaron, oh, fuck, mediterranean people.  

Chau, Londres, te quiero.

Luscofusco Londinense


Gracias a la divina providencia que hice caso a mis instintos, porque la puesta de sol fue espectacular, y porque al terminar de contemplar mi atardecer particular, me dirigí hacia la boca del metro más cercana, en donde si llego a entrar 5 minutos antes hubiese acabado desmayada por asfixia. No, no exagero. Soy demasiado claustrofóbica como para permitirme el lujo de ir en hora punta en el metro. Así que decidí utilizar las dos hermosas piernas que Dios me dio, y seguí mi camino hacia Covent Garden sin mapa, sin brújula, sin batería en el móvil y con un montón de carteles que a esas horas ya no descifraba. 
Mientras caminaba, pensé lo agusto que me sentía en un sitio donde anochecía a las cuatro de la tarde, y la suerte que tenían los guiris al poder disfrutar de las tardes otoñales oscuras y frías.  Y lo que pensaría mi abuela que ya no está al escuchar estas cosas que digo
Estás tola, rapaza. Onde haxa calorciño que se quite o resto. Agharímate moito. 
Si, yo se que a todo el mundo le gusta el sol, y el mar, y las frutas tropicales, las camisetas de asillas y un par de cholas, pero yo nací así, y en Venezuela, y muero por las bufandas, los sombreros, los abrigos, los árboles caducifolios y la noche. La noche es mi refugio, es cuando empieza el día. El mejor lugar para disfrutar de un buen libro o ver una peli. El mejor momento para escribir, el mejor momento para hacer una llamada, el mejor momento, en general, y cuanto antes anochezca, más agusto me siento , por eso cuando ya creía que mi plan mágico de guiarme por mis instintos me estaba fallando, empezó a cerrarse más la oscuridad, y en cuestión de instantes empezó a oler a garrapiñadas, como en la calle del paseo de Ourense. Supe que el olor venía de Covent Garden, pero me equivoqué rotundamente. Es navidad, y cuando torcí una esquina me encontré a un montón de gente ojeando un montón de puestecillos encantadores, artistiñas callejeros, y montón de bambalinas y lucecitas de colores. Oh, navidad, mi teoría de que eres mejor en Londres ha sido corroborada de nuevo, por todos y por todas.
Me senté por fuera de una cafetería, dado que mis piernas ya no respondían, me tomé un White y saqué a mi amigo Murakami de mi bolso.
"Baila. No dejes de bailar mientras suena la música. ¿Lo entiendes? Baila. No dejes de bailar. No pienses por qué lo haces. No le des vueltas ni le busques significados. En realidad, no significa nada. Si te pones a pensar, las piernas se detienen”.

Chau, Londres, te quiero.

Soho



Cuando salí de Covent Garden, mucho tiempo después de mi café en el soho, bajé por Leicester Square, pensando que aún con ocho horas por delante llegaba tarde al hotel para agarrar mis bártulos e irme a pasar la noche a mi queridísimo y reformadísimo aeropuerto de Stansted. Me sentía un poco mejor, y el ambiente era muy relajado, todo el mundo hacía compritas, las tiendas no podían estar mejor adornadas, y vi cuatro paperchase más,  pero en dos segundos,  ¡cómo me sorprendió la vida cuando mis ojos se percataron que dentro de un local, inequívocamente,  había un hombre ejecutando los inigualables aspavientos que hacen todos los criollos cuando de arepas se trata!!. En eso, cuando no podía creer lo que estaba sucediendo, un hombre le gritó al que estaba dentro del mostrador :
- ¡¡José Luis, José Luis!!!-
-¿Qué pasó, Marico? - dejando su pelotilla de harina pan reposada en un plato dentro del mostrador-
-Aquí, menor , caminandito.
(Dios mio,
criollos en Londres. Es como mezclar el agua y el aceite, el vino con la leche. El chocolate con el chorizo. no podía dejar de mirar)
-¿ Qué más? , ¿Y la cuaima?
 -Ahí la tengo. Gosando ( trabajando).-
-Virga, pana, tu si eres arrecho. ¿Se fue a operar las teticas?-
-Si chamo, quedó bella.-
-Y cómo está la vaina, pues?-
Bien. No hay aceite, ni harina, ni papel. El mismo mierdero de siempre. Atracaron a mi mamá, le sacaron el celular, y le metieron una cachetada porque no tenía rial ( dinero).
-Verga que bolas.-
-Si, chamo. Qué bolas.-
-Y lo de cavidi?-
Y ahí dejé de escuchar. Miré el cartel, AREPERA  SAN JUAN . Si, hay areperas en Londres.. Además, hacen cachapas, cachitos, hallacas, tequeños, y un sinfín de exquisiteces de la patria de Bolívar, que degustan los guiris al estilo macdonal, por un suplemento de dos pounds.
Chau, Londres, te quiero.
Oh, dios. Hallacas en Londres. Venezolanos en Londres, las garrapiñadas de Covent Garden, el canario de Picadily que decía que en Guargacho se estaba mejor, el gallego de Camdem Town que me dijo que los imanes eran más baratos allí. . No puedo con mi vida, ni con mis nacionalidades. Ni con mis piernas. No me quiero ir de Londres. Me quiero quedar. Me quiero gastar mis 27 libras de la Oyster, y agradecerle al señor del metro por haber recuperado mi móvil de aquellas manos negras que intentaron robármelo, y pedirle perdón al señor que casi me atropella por haber cruzado la calle cuando el semáforo ( ¿ sirven los semáforos peatonales para algo aquí? ) estaba en rojo, e ir mañana a Portobello con mi Tanión.

Chau, Londres, te quiero.

Catedral de San Pablo 

Llegué al hotel y me tiré en la cama. Después del shock de Leicester Square, con sus venezolanos de Guatire y sus caballitos llenos de niños rubios todos bellos, me fui a Picadily a despedirme de mi posible ciudad para cotizar. Me tentó el diablo de despedirme en Regent, pero callejear por Londres es más complicado que hacerte el camino de Santiago sin entrenar. Es tan inmensamente grande que seis días  no llegan ni para ver los huesitos del museo de historia nacional, al que no fui por falta de tiempo. Por momento, mientras remoloneaba en cama, pensé que perder el avión era lo mejor que me podía pasar, pero después pensé en los brazos de mi novio y el colacao que me hace todas las noches, y en las galletas que no me da, y embalé mis pertenencias y mis 22 pares de calcetines nuevos. La catedral de Saint Paul, the tower of london, la cola del starbacks, mi cuarto de hora en el London Brigd esperando para que talión me hiciera una foto. La caminata bajo la lluvia, dar vueltas buscando el TATE, salir del tate corriendo, el callejeo de 6 intensas horas...Hoy ha sido mucho en poco tiempo. No puedo con mi vida. Ni con toda esa gente chic que vive en el soho, ni con esas calles que mañana me darán nostalgia cuando me vaya a tomar un café a ka´Jonay, en el Médano.
Stansted es muy bonito, sobre todo su suelo de mármol blanco, siniestramente frío. Por un momento pensé que podía teletransportarme a mi habitación paga con mi colcha aún caliente, pero no sabía si había trenes tan tarde, y me he tenido que conformar con una cama hecha de abrigos y el bolso de mi amiga Emilia  como almohada. Por suerte veo que no soy la única gilipollas que espera un avión en el suelo, que empieza a parecerme tibio, con la única compañía de Yumiyoshi, que trabaja en un hotel. Murakami está de moda.
 "Recuerdo perfectamente el instante en que me quedé dormido. Como si un simio gigante gris entrara de repente en la habitación con un martillo en las manos y me golpeara con todas sus fuerzas en la parte posterior de la cabeza".

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