Si Chencho Arias volviera ahora a dirigir la OID del Ministerio de Exteriores, España no sentiría la humillación de ver como la propaganda de la Generalidad catalana es la gran fuente de información y manipulación en los medios periodísticos internacionales.
El embajador Inocencio Arias, de 77 años ahora y jubilado desde 2010, lo fue todo en la diplomacia española; aunque sin llegar a ministro de Exteriores, su labor en multitud de puestos le mereció la admiración de la UCD, el PSOE y el PP, a cuyos gobiernos sirvió y con los que a veces se enfrentó como servidor del Estado, no de partido.
Ayudó a prestigiar lo que hoy llaman la Marca España como director de la Oficina de Información Diplomática (OID), siempre dispuesto informar, comentar, y argumentar la postura del Estado ante los periodistas españoles y los corresponsales y enviados especiales extranjeros.
Chencho y su equipo crearon un sistema de información moderno que sustituyó al hoy muerto Club Internacional de Prensa, fundado en 1962 por Manuel Fraga, al que se acudía en el franquismo a informarse y a comer y tomar copas casi regaladas, cuando el periodismo era bastante dipsómano.
Con Chencho la información de interés internacional sobre la política española se profesionalizó; desaparecieron las copas casi gratis y surgió la buena información.
Cuidar y comprar si fuera posible al corresponsal estilo Fraga fue copiado por el Col·legi de Periodistes de Catalunya --en una de cuyas ventanas cuelga una bandera separatista--, donde, con los sistemas de halago de voluntades de la Generalidad, se atrae a muchos periodistas extranjeros a la causa independentista.
Se echa mucho de menos la escuela Chencho de información veraz y siempre disponible, de manera que la narración del conflicto catalán para el exterior no esté controlada por la corruptora maquinaria de propaganda separatista.
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SALAS
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ESE HÉROE CATALÁN LLAMADO COMPANYS
Amplíe el documento para leer la larga lista de este grupo --hubo muchos más-- de condenados a ser fusilados por traición por Lluís Companys, presidente de la Generalidad, del que deberían avergonzarse los catalanes, incluso aunque fuera fusilado por Franco. Esa muerte no lo hizo santo.