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Chevron en Ecuador

Publicado el 07 agosto 2013 por Gorka Castillo @gorkacastillo
Chevron en Ecuador
La niña de la fotografía se prepara para una celebración. Vive en Sucumbíos, una provincia del noreste de Ecuador muy poco poblada. Tan sólo 170.000 personas habitan en esta franja amazónica de 19.000 kilómetros cuadrados fronteriza con el Putumayo colombiano y Perú.
Hasta la mitad del pasado siglo convivían sin problemas comunidades indígenas Cofanes, Secoyas y Sionas. Gente orgullosa que habla el lenguaje de la Tierra, de la Pacha Mama. Pero la armonía comenzó a resquebrajarse cuando la petrolera Texaco, hoy Chevron, comenzó en 1964 a explotar una de las inmensas bolsas de petróleo que yacen en aquel subsuelo. En lugar de la prosperidad prometida, las máquinas llevaron pobreza.

A sus pobladores les arrancaron de la tierra, les negaron la palabra, les condenaron a la servidumbre y a la enfermedad. Ellos, que fueron los primeros, se convirtieron en los últimos. Pero alguien apeló a la justicia.
La cohorte de sesudos picapleitos a sueldo de la multinacional petrolera estadounidense retrasó el veredicto hasta la obscenidad. Intentaron comprar la memoria de la gente, presionaron al Gobierno del Ecuador y activaron todo tipo de artimañas legales durante 17 largos años. Tras interminables investigaciones, el "caso Texaco/Chevron" llegó a los tribunales. Primero a una humilde corte local, más tarde a los poderosos jurados estadounidenses.
Finalmente se dictó sentencia: la petrolera debía de abonar más de 19.000 millones de dólares a los 30.000 afectados por los desmanes cometidos durante los años que duró la explotación de los pozos en Sucumbíos. Según la corte de apelaciones de Nueva York, la empresa Texaco/Chevron vertió descontroladamente más de 65 millones de litros de crudo por la zona, liberó más de 700.000 metros cúbicos de gas quemado al aire libre y contaminó más de 20 millones de litros agua destinada al consumo de los habitantes lo que provocó un número indeterminado de muertos y deterioró la salud de cientos de vivos.
Pero la arrogancia de esta poderosa empresa, nada acostumbrada a que alguien les mire de frente, no tiene límites. Su reacción inmediata fue demandar al Estado ecuatoriano en cortes internacionales, la mayoría establecidas en EEUU como la corte distrital de Nueva York y la Corte Suprema de Estados Unidos o en Europa, convencida de que actuarían a favor de sus intereses. Después diseñó una efectiva campaña mediática destinada a desprestigiar el sistema judicial ecuatoriano, acusado de "corrupto", mientras ponía a trabajar a un excelso equipo de comunicadores y abogados para crear un estado de opinión favorable a nivel internacional. Muchos de los que se consideran parte sustancial de la prensa "libre" entendió el recado.
El periódico Financial Times, la sancta santorum de la información económica neoliberal, acaba de negarse a publicar anuncios favorables a una justicia racional; esto es, que Chevron acate las sentencias en su contra y pague de una vez lo que debe a los damnificados. Por otro  lado, algunos videos de denuncia colgados en la red sobre el desastre ocasionado por la petrolera en Ecuador suelen ir acompañados por un faldón publicitario pagado por la multinacional estadounidense con una leyenda: "El gran fraude judicial en la amazonía ecuatoriana".
Chevron en Ecuador
Sin embargo, no es la primera vez que Chevron hace oídos sordos a las sentencias en su contra, ni tampoco que políticos a sueldo ejecutan medidas represivas contra quienes ponen a esta empresa en el disparadero de la opinión pública internacional.
Un ejemplo de la protección institucional que rodea a Chevron sucedió el sábado 3 de agosto en Richmond, California. Ese día, unas 2.000 personas desfilaron hasta las puertas de la refinería que la empresa tiene a las afueras de la ciudad para exigir responsabilidades por la catástrofe del 6 de agosto de 2012. Aquel día explotó parte de la planta provocando cientos de heridos, enfermos crónicos de los pulmones tras soportar la asfixiante niebla tóxica emanada del desastre. Obviamente, la empresa petrolera no ha asumido su responsabilidad en este suceso. Ni lo hará. Jamás lo ha hecho.
Lo que si se produjo en Richmond fueron 229 detenciones de pacíficos manifestantes, aunque poco o nada salió en la prensa. El apagón informativo como estrategia de imagen es moneda de curso legal para uno de los mejores clientes publicitarios de los grandes diarios del mundo. Y quien paga en tiempos de crisis para la prensa, ya se sabe, impide la difusión de cierta información, especialmente si ésta destapa las sombras de la codicia.
Estas maniobras en la oscuridad son llevadas a cabo por seis prestigiosas firmas de relaciones públicas con cobertura planetaria: Hill & Knowlton, Edelman Worldwide, Sard Verbinnem, Robinson Lerer Montgomery, Sam Singer and Associates, y CRC Public Relations. En el caso ecuatoriano, la táctica surtió efecto el 16 de febrero de 2012 en la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya que emitió un fallo mediante el cual permitía dejar en suspenso la ejecución de la sentencia condenatoria de la corte de Sucumbíos.
Desde entonces, la movilización popular en América Latina contra la empresa estadounidense no ha de dejado de crecer. En una página web en inglés, cientos de internautas de todo el mundo desgranan los detalles de un caso como el de Sucumbíos para compensar la casi nula repercusión mediática. La batalla no ha terminado.
Al menos no para la joven de la foto, una niña indígena siona. Ella vive cerca de Nueva Loja, la cabecera administrativa de esta bellísima provincia amazónica. Le pintan la cara para una fiesta. La fiesta de la victoria.

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