Mi segunda visita a Chiang Rai supuso el primer paso para acabar, meses después, viendo en casa un Ucrania – Suecia (las grandes potencias de la Eurocopa 2012) a las 3:30 de la mañana con una ucraniana que resulta ser mi novia. Supongo que también se puede decir que fue el inicio de una historia de amor.
Una amiga me había propuesto hacer un viaje para visitar Puh Chi Fah (traducido viene a ser como la “montaña que acaricia el cielo”) y de camino parar en Chiang Rai. Ella nunca había estado en dicha ciudad, y yo sólo había visitado el Templo Blanco, pero un amigo en común nos revelo que también existía un Templo Negro que merecía ser visitado y que a él le había gustado incluso más que el Wat Rong Khun. Sumada la buena pinta de nuestro destino con el hecho de que tenía que salir de Tailandia para sellar mi pasaporte y que Phu Chi Fah está cerca de la frontera, no podía negarme.
Así que cogimos el autobús a Chiang Rai donde, efectivamente, hay también un “Templo Negro”, que resulta ser la antítesis del blanco. Para empezar, el primero está al norte de la ciudad y el segundo al sur de la misma. La Casa Negra, como también es conocido, fue construída por Thawan Duchanee, un alumno del Ajarn Chalermchai Kositpipat, creador del Templo Blanco. Y si el maestro nos intenta llevar al plano espiritual donde se hayan el cielo y el infierno, el alumno nos sumerge en una atmósfera mucho más terrenal, usando materiales como la madera, esqueletos y pieles de animales para conformar el mobiliario y decoración de su santuario.
Creo que lo único realmente famoso de Chiang Rai es el Templo Blanco. En la Lonely Planet que tenemos nosotros (edición del 2007 en inglés), mencionan como lugares relevantes en la ciudad los templos de Wat Phra Kaew, Wat Jet Dot, Wat Phra Singh y Wat Phra That Doi Chom Thong. Resulta curioso que ya he estado en templos con todos esos nombres en Chiang Mai o alrededores, y mi futura novia no es muy amante de los templos y estaba obsesionada con el gran reclamo de Chiang Rai, así que nos dirigimos directamente al lugar emblemático de la ciudad.
Una cosa que sí que me gusta especialmente del Templo Blanco es su tienda de regalos. Yo me llevé un póster (me costó elegir sólo uno) y unos imanes para la nevera. En la Casa Negra te puedes llevar de recuerdo un bolso de piel de cocodrilo.
Si tenéis que preguntar, al Templo Negro también se le conoce como Bandaam Museum o Baan Si Dum. La verdad es que de templo, en el sentido al que estamos acostumbrados en Tailandia, no tiene mucho. De hecho, su dueño se confiesa como no religioso y ha sido acusado varias veces de blasfemia contra el budismo.
Si alguien es muy amante de los animales, igual no disfrutará viendo como se exhiben cornamentas, calaveras y pieles a lo largo de todo el recinto.Las pinturas que adornan el Wat Rong Khun puede llamar la atención y parecer originales en un principio, pero al final se pierde el elemento sorpresa y, a mí parecer, se abusa de la idea. Sin embargo, tanto las pinturas de motivos clásicos como las de temas más actuales que se alojan en el Museo Bandaam me gustaron bastante más en general, puede que por la diversidad.
La sociedad musulmana, que convive en minoría con el budismo en Tailandia.
Las gentes del campo que viven de la tierra y están arraigados a ella
El budismo, pilar fundamental de la cultura y sociedad tailandesas.
A mí, igual que a mi amigo, también me gusta más este que el blanco. Como se suele decir: “para gustos, colores”. Yo recomiendo que visitéis los dos, aunque están cada uno en una punta de Chiang Rai (el blanco al sur y el negro al norte), tampoco es que haya miles de cosas tremendamente interesantes para ver allí, así que tiempo hay de sobra.
Y tras el breve paso por Chiang Rai, donde sólo estuvimos una noche, nos esperaba Phu Chi Fah, que prometía tras ver las fotos que me había enseñado mi compañera de viaje. Allí iríamos en moto, y volveríamos dando un rodeo a lo largo del Mekong para sellar mi visado.
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