Revista Viajes
Un viaje para conocer los Tesoros de Chiapas me dio la oportunidad de redescubrir los cielos claros, el sol brillante, los olores, los colores y los sabores de ese estado de la Republica Mexicana que seduce a extranjeros y atrae como imán a los mexicanos.
Tierra de aroma a café y chocolate, de telares, de bordados y secretos tras los muros. Fascinante atmósfera de nuestra tierra que aún guarda su esencia indígena, pero con algunos tintes europeos que llegaron en tiempos de la Conquista para quedarse hasta nuestros días. Santos, iglesias y figuras se hacen presentes en imágenes, edificios y nombres de los pueblos.
Confiado cielo cuyas nubes se dejan ver en San Cristóbal y se confunden con neblina en los altos suelos donde crece el café. La lluvia pega con fuerza porque en Chiapas el agua abunda; el ritmo de las gotas antojan simplemente quedarse quieto, contemplar y sí… cortar un breve trozo de chocolate amargo para llevarlo a la boca.
Historias, artesanías y finalmente… los vendedores donde no quisiera que estuvieran, porque soy de esas personas que podría admirar un bello edificio o templo por un buen rato, pero en este país eso es cada vez menos posible porque los puestos de ambulantes o establecidos están por doquier, donde no deberían estar, invasivos y a todas horas.
Chiapas es rico en artesanías, en ámbar y platillos tradicionales. Para la artesanía hay que ponerse listo porque igual te venden una baratija hecha en serie por pieza tejida a mano; o un ámbar por pieza de vil plástico; afortunadamente la cocina tiene sus defensores, esos que no se resisten a verla exterminada y luchan por mantenerla viva con sus más pulcros orígenes, es por ello que conocí a la Chef Martha Zepeda, que es mucho más joven de lo que imaginada y tan inteligente e innovadora como lo pensé desde el primer momento en que supe de ella.
En su cocina en el Restaurante Tierra y Cielo se preparan platillos típicos y también otros que no lo son, pero con la particularidad de que en todos se usan los insumos fe la región y provenientes de pequeños productores.
Por Sancris, como le llaman algunos confianzudos, se camina con tranquilidad y se disfruta el paseo. Sin embargo, no falta el chamaquerío que se acerca a pedir "el peso" o a vender algo que puede ser desde una gusguería hasta una pieza de supuesta artesanía. Ofrecen su vendimia o sus historias con una insistencia que está a una nada del acoso, pero por supuesto que nadie reacciona de forma grosera, al fin y al cabo son solo niños.
A un par de horas de San Cristóbal de las Casas, están los Lagos de Montebello con su inexplicable belleza y más allá, en Tapachula, las fincas cafetaleras que bien merecen su tiempo y espacio en la visita, porque qué es de un viaje a Chiapas sin conocer esta parte tan importante de estas tierras.
Chiapas es mucho más que San Cristóbal de las Casas y Tapachula, lo sé bien, pero estoy segura que regresaré pronto… muy pronto para seguir recorriéndolo y quedar cada vez más apasionada por su gente, su comida y sus paisajes.
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