Revista Viajes
Tras haber pasado la mayor parte de este viaje a los Estado Unidos en los benignos climas de los estados de California y de Hawaii, aterrizar en Chicago un mes de febrero con temperaturas de 8 grados bajo cero es un contraste formidable. Siempre es un riesgo visitar la ciudad de los vientos en pleno invierno por los problemas que puedes llegar a encontrar con las duras condiciones meteorológicas que se soportan los estados de los Grandes Lagos. Pero a pesar del intenso frío, los dos días que permanecimos en Chicago el sol no dejó de acompañarnos en todos los paseos que nos dimos, y nos permitió disfrutar sin obstáculos de ella. Nos alojamos en el magnífico hotel The James junto a la principal calle de Chicago, la llamada Milla Magnífica, que es como es conocida la parte norte de la Avenida Michigan. Y ahí comenzamos a recorrer la ciudad, empezando por la preciosa zona del río de Chicago.
La Avenida Michigan es la arteria principal de Chicago. En ella se alinean las tiendas de lujo, conocidos restaurantes de postín y una larga colección de rascacielos levantados a principios del siglo XX, y el conocido y característico edificio de la Torre Hancock con 100 plantas, reconocible por su fachada en cristal negro y con una marvilloso-y caro- restaurante en su planta 95 y un mirador. El perfil del skyline de Chicago no se entendería sin ella.
En este punto de intersección con el río de Chicago se tiene una vista de 360 grados de parte de al arquitectura más destacada de Chicago. Aquí se funde la arquitectura vanguardista que Chicago experimentó a finales del siglo XIX y principios del XX tras el gran incendio de 1871 que dejó la ciudad reducida a cenizas. Pocas ciudades en el mundo son capaces de ofrecer semejante espectáculo, al que en los últimos años se han ido añadiendo otros rascacielos de acero y cristal como la espectacular Torre Trump, cuyos cimientos se hunden junto al río.
El puente DuSable es un lugar excitante, no te cansas de contemplar todas esas maravillosas construcciones, y tampoco dejas de sorprenderte de la aparente tranquilidad que vive en sus aceras en una zona donde presupones que debería bullir de actividad entre tantas oficinas y hoteles rodeándola. Hubiera estado muy bien poder navegar en un barco turístico por el río de Chicago y emular a aquellas instantáneas que nos dejó Rajoy y Merkel abordo de uno de ellos, pero no funcionaban en esas fechas. Supongo que el hecho de que el Lago Michigan estuviera congelado tuvo algo que ver.
Maravillosa la Tribune Tower -a la derecha de la fotografía-, sede del conocido diario Chicago Tribune, una espectacular torre de estilo neogótico terminada en el primer cuarto del siglo XX. En sus base tiene incorporado a su fachada piedras de diferentes monumentos del mundo, como una piedra del Partenón o una de la Gran Muralla China entre otras. De hecho marca el inicio de la ruta por el Chicago histórico. Hay que tener en cuanta que pocas cosas sobrevivieron al desastroso incendio del siglo XIX, así que la mayor parte apenas tiene más de cien años. A la Tribune Tower le acompaña el enorme edificio de la Wrigley Building, con una torre inspirada en el Giralda de Sevilla. Vivir para ver.
Una vez doblado el pequeño recodo que hace el río de Chicago aparece una de las típicas imágenes de Chicago con seis de sus puentes superpuestos unos sobre otros. También aparece otro icono constructivo de la ciudad, las torres gemelas de Marina City con 61 plantas. Tienen en la parte alta apartamentos con una original forma en sus terrazas, a lo que hay que sumar 20 plantas de aparcamiento para los coches de los residentes y una marina bajo sus cimentos para el atraque de las embarcaciones de recreo de los mismos residentes. Un sueño hecho realidad para los que amamos la náutica deportiva. En esta zona parten las calle perpendiculares al río en las que se pueden apreciar sus voluminosas estructuras metálicas del metro elevadas sobre la calle. Merece la pena pararse a apreciar con detenimiento estas estructuras y perderse por las calles donde abundan los edificios de ladrillo rojo.
Una de las imágenes que tenía preconcebida en mi mente para describir Chicago, y definitivamente una de las que más me ha quedado grabada en mi retina. La verdad que costaba esbozar una sonrisa cuando la sombra de los edificios más altos tapaban los rayos de sol, y es que el frió en invierno es intenso en Chicago, incluso los días despejados. Y suerte que el viento estaba prácticamente en calma en la ciudad de los vientos.
Hablando de la elección del hotel The James, las noches que pasamos alojados en él resultaron todo un acierto tanto en comodidad de la habitación como en situación del hotel, cerca de todo, en un edificio singular y con uno de los mejores restaurantes especializados en carnes de Chicago.
El restaurante del hotel The James, el Primehouse del chef David Burke, es una auténtica pasada. Posee en la carta una colección de carnes maduradas en una bóveda recubierta con sal del Himalaya que es gloria bendita para los amantes de las carnes sabrosas y con sabor. En nuestro caso pedimos dos chuletones, con sus correspondientes acompañamientos de patatas y verdura, cuya carne había estado colgada madurando durante 45 días, increíble su aspecto, aunque lo malo es que al ser tan grande termina por enfriarse cuando apenas has dado buena cuenta de la mitad de la pieza. Y la carne fría pierde mucho. En este caso deberían servirlo con algún quemador que la mantuviera caliente sin hacerla. En cuanto al precio, barato lo que se dice barato no es, y con una botella de vino y la obligada propina del 15% supera ampliamente en precio a cualquier estrella michelín. No se si el precio pagado llega a merecer la pena, pero al ser uno de los mejores restaurantes de carnes de la ciudad de Chicago hay que reservar para sentarse a su mesa.
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