Lo que me llama más la atención es que quien la escribe, la produce, la dirige y la protagoniza es esa chica gordita, ella y no las otras más monas que actúan a su merced.Eso es lo que me hace gracia. Como la serie va de las vivencias reales o imaginarias de la gordita, ahí estamos todos en ese mundo suyo tan particular que es el que menos nos interesaría de partida. Por lo menos a mí, lo reconozco, víctima de la estética y el gusto imperante. ¿A quién le importa con quien se acuesta «la gorda», lo que piensa y quienes sean sus amigos?Pero es la que tiene más decisión y más cabeza. Y me relaja que sea así. El talento no tiene aspecto o tiene el aspecto del que lo tiene. Me parece justo. Y me resultan, quizá por eso mismo, muy interesantes las desventuras de la friki y sus amigas sin cerebro o de cerebro standard. Quizá es que las guapas dedican a contemplarse el tiempo que la fea emplea en pensar o escribir.Igual que me relaja verla en pelotas en casi todos los capítulos. No porque tenga buen tipo, que no lo tiene, sino porque se la sopla, y me da mucha envidia. Y porque, como ella es la que escribe el guión, decide con qué tío se enredan, ella y, subsidiariamente, sus amigas. Es maravilloso. Igual que decide el desarrollo de su propio personaje y el de los demás como una diosa plenipotenciaria.
Nosotros no tenemos serie propia, o no una que pongan en la tele, y menos mal. Pero también decidimos, aunque se nos olvide, nuestro propio desarrollo y el de los otros. A veces decidimos que mengano o mengana son pequeños y aunque no lo fueran terminarán siéndolo; otros son y serán pequeños siempre, no nos engañemos.
Esta serie supone la rebelión de los feos, por virtud de la decisión y el talento. Viva la Dunham. ¡Yo también quiero!Escúchalo aquí