Revista Cultura y Ocio
JOSÉ ANTONIO GUERRERO | MADRID
El joven Arturo Delgado Pereira triunfa en el importante Festival de Documentales de Amsterdam. "El invierno de Pablo" narra la historia del declive de su pueblo a través de un minero jubilado.
A Pablo le llaman en Almadén ‘El seis pesetas’ porque es más duro que un duro. Pablo Marjalizo es un jubilado de las minas de mercurio de Almadén (Ciudad Real) al que le falta el aire cuando habla.
Camino de los 75 tacos, tiene los pulmones machacados tras más de treinta años dejándose la piel y muchas cosas más en las entrañas de esta tierra manchega que ha producido la tercera parte del mercurio consumido por la humanidad. Fumador empedernido, ha sufrido cuatro infartos y una bronquitis crónica que parece importarle un carajo. Pablo ha dejado el tabaco, pero la salud de su mal genio resulta envidiable. “Ya no fumo porque me lo ha quitado el médico y el médico me parece que se va a ir a tomar por culo”. La frase, sin duda contundente, la suelta el viejo minero en ‘El invierno de Pablo’, un delicioso documental de Arturo Delgado Pereira (Chico Pereira), que acaba de seducir al público de dos de los festivales más importantes del mundo en este género.
A sus 33 años y con éste su primer largometraje, Chico, también natural de Almadén aunque reside en Edimburgo, recibió el domingo pasado el premio del Festival de Amsterdam, al que se presentaron más de tres mil trabajos. Unos días antes, el veterano Festival de Leipzig también reconoció con uno de sus galardones la emotiva cinta de Chico.
‘El invierno de Pablo’ narra el declive de Almadén (que vivió sus mejores años hasta el cierre de sus milenarias minas) a través de la vida, también en declive, de un jubilado gruñón (y, sin embargo, el abuelo más cariñoso), al que el médico le quita de fumar, una de sus pocas alegrías, para evitar que se le rompa definitivamente su maltrecho corazón.
Rodada a blanco y negro en Almadén y con vecinos del pueblo, el invierno de Pablo es también el invierno de Almadén y esa doble historia sincera y humana que desgrana con naturalidad Chico Pereira ha cautivado a los europeos. ¡Quién se lo iba a decir a él que empezó encaminando su carrera hacia algo tan aparentemente alejado del cine como las Ciencias Ambientales! “Yo era un estudiante de ciencias”, cuenta Chico desde su apartamento en Edimburgo, “pero de esos que no cambiaban un jueves por la noche de fiesta por unas prácticas en el laboratorio el viernes por la mañana. Terminé la carrera en Córdoba, pero aquello no era para mí. Por suerte me di cuenta a tiempo, y aunque fue un poco radical dejarlo todo y marcharme al extranjero, al final estoy contento de haber seguido ese impulso”.
Chico estudia ahora un máster en el Instituto del Documental Escocés (SDI, en sus siglas en inglés), entidad que decidió presentar el trabajo del joven español (que es parte de ese máster) al escaparate internacional. La confianza en su película se ha saldado con el mejor de los reconocimientos. A ojos de sus profesores, de la crítica y de los espectadores, la película es una mina.
Tres guiris en La Mancha
Pablo no figuraba en los planes de Chico, al menos con la relevancia que ha tenido al final. “ Yo no le conocía personalmente, pero sí a sus hijos. Un día fuimos a su casa en busca de una localización… ¡y al final acabamos encontrando a nuestro personaje principal! Después de algunas visitas, me decidí a proponerle hacer la peli juntos. Pablo me dijo: ‘yo ya no tengo nada más que tiempo que gastar en esta vida, ¿por qué no hacer una película’?”. Y el resultado es ‘El invierno de Pablo’, rodada durante siete semanas en Almadén, hasta donde se desplazó Chico con un equipo integrado por él y otros tres jóvenes extranjeros.
La secuencia de unos guiris acarreando cámaras, focos y todo tipo de micros por un árido pueblo de La Mancha parece sacada de una película de Berlanga. “A veces daban ganas de girar la cámara para grabar la historia de estos tres personajes”, cuenta Chico, que se desternilla cuando explica cómo se desarrollaba la curiosa comunicación entre Pablo, su mujer y el equipo de rodaje. “Principalmente se basaba en intercambio de sonrisas, cervezas, cigarrillos y morcilla del pueblo”. Chico también recuerda el día en que quisieron rodar una escena de Pablo haciendo la compra en el supermercado para su mujer. “Fue lo único que se negó a hacer durante todo el rodaje. Nunca en su vida había entrado en un supermercado. Siempre se quedaba fuera, fumando en la puerta, mientras su mujer hacia la compra”.
Antes de ser exhibido en ningún festival, el documental se presentó en Almadén, donde los paisanos de Chico lo recibieron con cariño y gratitud. “Fue muy emocionante. Antiguos mineros y vecinos venían a darme las gracias con lágrimas en los ojos. Ante semejante muestra, uno no sabe qué decir”.
En el futuro, el joven cineasta manchego desea seguir rodando historias con gente tan real como Pablo o su mujer, y sin atarse a un guión prestablecido. Ahora quiere irse con su novia a Estados Unidos a seguir aprendiendo, antes de regresar a España, “dentro de unos años porque en España hay futuro… ¡y mucho!”, exclama.
A pesar de su doble triunfo, Chico tiene los pies en el suelo. Y si se despegan de la tierra ahí está su familia para volvérselos a poner bien en su sitio. He aquí la prueba:
- Chico, ¿qué te han dicho tus padres del premio?
-Mi padre me ha dicho que con las últimas lluvias hay algunos destrozos en el camino del campo y que tengo que ir a echarle una mano. Mi madre, a su vez, dice que me compre ropa nueva y no vaya a los festivales hecho un Adán. Y mi hermana quiere que me saque una cuenta de Facebook ¡de una vez!... jajajajajaja.
La pregunta también tiene esta segunda respuesta
-Ya en serio, mis padres están muy orgullosos, como yo de ellos, porque no siempre ha sido fácil, especialmente cuando me vine al extranjero. Me han demostrado un gran amor y un deseo de que yo sea feliz por encima de todo.
Fuente: diariovasco.com