Era un día de febrero de 2003 cuando apareció José María Aznar por la tele (para los más jóvenes, un señor con bigote que daba casi tanto susto como Lord Voldemort a Harry Potter). Decía que teníamos que creer que en Iraq eran muy malos y se habían conseguido unas espantosas “armas de destrucción masiva” con las que sacudirnos a todos. Un mes después invadieron Iraq en lo que en España fue el primer caso conocido de una “NO GUERRA” en la que mueren cientos de miles de personas. Al final de las famosas armas nunca se supo y desde entonces todo aquello es un avispero.
Han pasado los años y ahora el informe Chilcot ha certificado lo que ya suponíamos, nos tomaron el pelo y nos metieron en una guerra porque les apeteció (más bien porque le apeteció a Bush), sin haber agotado todas las vías pacificas y sin permiso de la ONU.
Y así hasta el día de hoy en el que parece ser que nuestro presidente en funciones ha olvidado, una vez más, tomar la medicación para la memoria.
Ahora el amnésico Mariano parece que no puede decirnos ni pio sobre el
Por lo visto no se acuerda de que invadieron Iraq, nos metieron en un berenjenal y las consecuencias todavía las estamos pagando hoy en día.
Al final, como de aquellos polvos vienen estos lodos, el mundo es hoy más peligroso y el Mediterráneo un cementerio. Blair ha perdido perdón con un cinismo muy “British” pero Aznar ni siquiera eso. Y algo peor todavía, puede que todavía le temamos porque ni le hemos preguntado a pesar de que no debería escapar indemne (ni él ni sus acólitos) de toda la muerte y el terror sembrado que hoy en día continuamos pagando en forma de terrorismo, Estado Islámico, éxodos forzados y dolor por todas partes.
El ‘informe Chilcot’ concluye que Tony Blair exageró los argumentos para invadir Irak
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