por Jose Luis Diaz
Que Chile sea un país conservador, no es un misterio. Que muchos de eso conservadores tengan una vida oculta es también de amplio conocimiento. La realidad de la diversidad sexual y sus lesbomaternidades se mantienen en el más absoluto secreto por parte de la sociedad no así de las felices madres. Para los conservadores de Chile, la familia siempre ha estado en crisis. Lo estuvo cuando en 1949 las mujeres obtuvieron derecho a voto, siendo la izquierda del momento su mayor oposición. Posteriormente nuevamente se instala la crisis familiar con las pastillas anticonceptivas, por entregar autonomía sexual a las mujeres quitando el mandato reproductivo, a través de aquella píldora Enovid preparada en 1955 y masificada en los años 60.
Durante los 70 y hasta fines de los 80 los que más se preocuparon de preservar la familia “nuclear”, fue la derecha, pero nada dijeron de la tragedia vivida por la matanza sistemática de miles de personas a causa de la dictadura militar (1973 – 1990) donde disolvieron a cientos de familias.
Hoy, en el Chile del siglo 21 la familia no está en crisis. La crisis que está instalada es un concepto “ideal pero no real” de familia y que dejó de existir o que posiblemente nunca existió en la historia de Chile. Debemos recordar que somos un país de “bastardos”, pensar que familia es ser padre, madre, hijos, perro y gato, más la bebida cola del día domingo es estar en desconocimiento absoluto de lo que es una familia, y desde ahí la preocupación y necesidad de que quienes van a opinar o legislar sobre familia o acuerdos de unión civil tengan conocimientos básicos de los mismos o que se hagan asesorar adecuadamente por expertos en las nuevas formas de ser familia.
La familia no está en crisis y nunca lo ha estado, la familia ha ido avanzando con la sociedad. Intentar detener esto es imposible y obligar la formación o creación de vínculos por ley, es otro gran error, prueba de ellos son las miles de demandas por pensión de alimento de los famosos “papa corazón” y “madres pecho”, quienes sin importar los veredictos judiciales, el cual considera el vínculo consanguíneo, hacen caso omiso de las propias resoluciones. Con todo lo anterior, llama la atención que en el acuerdo de unión civil, algunos honorables desconocieran completamente la realidad que vivimos y la historia, dando cuenta que no reúnen las competencias mínimas para abordar una temática tan importante, compleja y delicada, de la cual dependerá una vida, no en su protección, pues las madres lesbianas siempre amaran con fuerza sino en los derechos negados a ese niño, pues nos guste o no ese niño tiene dos mamas y las tendrá siempre.
No considerar el vínculo afectivo de los hijos de la comunidad LGTBI y dejar esto último como una débil señal de familia, es inaceptable. “No se ama por ley ni por decreto”. En el 2015 hablamos de familia nuclear, gaysparental, lesbomaternal y generoparental, entre otras, cada una de ellas existente históricamente. Lo medular de la familia es asegurar la estabilidad emocional, social y económica, a su vez entregar cariño, amor y contención, este último solo se establece en la cotidianidad de la relación y no por ley ni consanguineidad. Las familias lesbomaternales y gaysparentales son familias donde lo principal es el vínculo que se establece entre los miembros, y entrega a la sociedad ciudadanos empoderados, no los hace telepatas ni pueden volar, pero sí saben de derechos humanos.
Reconocer a nuestros hijos o hijas es fundamental, pues es un derecho universal: Derecho a la identidad, saber quiénes son sus padres o sus madres. Separar a nuestros hijos en caso de la muerte del padre biológico y entregarlos a una familia, es hacer desaparecer sus raíces y su historia y una violación a los DDHH.
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