En América Latina el gran experimento fue Chile: se acosó al gobierno socialista de Salvador Allende (como se hizo con Irán en 1953, con Guatemala en 1954, con Cuba en los 60s) hasta tener el control total e implantar un sistema dictatorial de economía neoliberal, en mano del dictador Augusto Pinochet. Los campeones del neoliberalismo no tuvieron ninguna resistencia para hacer y deshacer. La actualidad es hija de la historia.
Acá en Argentina se silencia mucho, se habla poco, se nota la complicidad de los medios con el modelo chileno y se nota mucho en las estadísticas que supuestamente los favorecen hasta que mirás con más atención.Locutor Gonza
Ahora, otra vez Chile debe enfrentar el horror, el terror, hay cuerpos desgarrados, toturados, baleados, desaparecidos, encerrados. Los números de muertos, heridos y detenidos aumentan por hora. Distintos medios autogestionados muestran a través de videos asesinatos, torturas, vejaciones y otros crímenes que están llevando a cabo los carabineros y los militares. La desinformación y el cerco mediático de las grandes empresas de comunicación (no solo chilenas) ocultan la represión y los crímenes que están cometiendo las fuerzas represivas con un objetivo claro: deslegitimar la lucha del pueblo difundiendo saqueos e incendios.
El Felino Macrí decía hace poco: "Chile es una referencia, tiene tratados de libre comercio con el 90% de los países y nosotros sólo con el 10%. Chile ha logrado poner a su país en el primer nivel mundial". Al final de todo hay un tweet con el video en cuestión.
La ministra de Seguridad del gobierno amarillo, Patricia Bullrich, defendió fervientemente la represión ordenada en Chile por el presidente Sebastián Piñera -con estado de excepción y los militares en la calle- para frenar las movilizaciones populares desencadenadas por los años de violencia impuesta a las mayorías. La funcionaria definió como "insurreción cuasi terrorista" el accionar de los manifestantes chilenos y los comparó con su visión de los movimientos de izquierda locales (al fin de cuentas, los neoliberales son iguales en todos lados): "Salen a la calle, rompen todo y después dicen que hubo infiltrados. Hay que ver si fueron muertos por represión. El nivel de violencia y destrucción de esa manifestación social no puede ser aceptada de ninguna manera. Salir a romper todo es directamente una insurrección con carácter cuasi terrorista. Lo que hay en Chile no es una protesta social", afirmó sin medias tintas la ministra que defiende la mano dura.
Pero a pesar del gobierno amarillo neoliberal, desde Argentina nos solidarizamos con los hermanos chilenos que están sufriendo la violencia cruel y extrema que recuerda las épocas más siniestras de la dictadura de Pinochet. Nuestras redes de difusión y comunicación se encuentran en absoluta disposición para denunciar los actos criminales y las violaciones a los derechos humanos que el gobierno de Piñera está llevando a cabo, así como también visibilizar la lucha y las demandas del pueblo chileno que resiste y se enfrenta a un gobierno opresor que lo sumió en la pobreza y el endeudamiento.
Las declaraciones de los funcionarios argentinos y chilenos son una muestra más de la lejanía que tiene su clase para comprender los sufrimientos del hombre de a pie y los motivos de la crisis.
Si las mentes "supuestamente" más lúcidas de la élite hacen evaluaciones que acotan la crisis a una rabieta adolescente, los políticos están enceguecidos o se esconden en un cerrado cinismo. Por interés, sin duda, evitan mencionar que la explosión social deriva de los efectos de un orden económico y político que ha abusado de la población durante generaciones.
Uno de los hilos que anudan a Piñera y Macri es la Fundación Libertad, la de Mario Vargas Llosa. En julio último ese centro ultraliberal los reunió para un seminario. “Lo que está haciendo el Presidente Macri es lo que se tiene que hacer”, elogió Piñera. “Va en la dirección correcta y los frutos están a la vuelta de la esquina.” También le recomendó que, en caso de reelegir, “haga como Ulises”. El camino correcto sería taparse los oídos y atarse al mástil para no dejarse tentar por el canto de las sirenas. “Hay que resistir”, dijo. “Chile es una referencia”, lo saludó un Macri entusiasmado.Martín Granovsky
La referencia escogida por el macrismo supone la mayor privatización de un país ya privatizado. Chile sirvió de modelo. Margaret Thatcher aprendió cómo aplastar a los sindicatos. Carlos Saúl Menem se inspiró en Chile para destruir el sistema jubilatorio de reparto. Macri admiró un país donde los servicios públicos son un negocio.
En una nación que no fue desmilitarizada del todo tras 29 años de democracia, el estado de excepción de Piñera puso a los militares a patrullar. El presidente no dudó en adosarle el toque de queda que impide circular de noche en las principales ciudades del país. Y ya hay varios muertos.
Los vecinos de clase alta hacen guardia como verdaderos parapoliciales. Igual que Patricia Bullrich con la inexistente RAM, la misteriosa organización que según ella conectaba a los iraníes, los venezolanos, los mapuches y los kurdos, Piñera le declaró la guerra a un “enemigo poderoso” que nunca identificó. Pero debió echarse atrás con el aumento del subte, detonante de las protestas. Y curiosamente en su última intervención prometió dialogar con la oposición para discutir cómo bajar el precio de los medicamentos y regular las alzas en electricidad y peajes. Entonces, ¿cuál era el enemigo?
El gobierno pareció inventar un chivo expiatorio para sembrar el miedo, como si fueron millones quienes estuvieran dispuestos a saquear supermercados.
Hubo descontrol, toques de queda, muertos, barricadas...
Encontré esto de Piñera y Macri cuando todavía se mantenía el engaño. Fue hace tres meses y la frase sintetiza sus gobiernos.#EstoPasaEnChile #MentirosoMentiroso pic.twitter.com/6REuoMXP5l— Guido Molteni (@GuidoMolte) October 22, 2019