Es posible que el siguiente artículo levante alguna ampolla en algún chileno/a. Sin embargo, está escrito sin ánimo de hacer daño, y es fruto de ciertas reflexiones hechas con conocimiento y desde el cariño que le tengo al país austral.
La sociedad de Chile, sobre todo la de su capital Santiago, vive enterrada en la hipocresía, donde el clasismo y la discriminación campan a sus anchas.
Edificio Millenium y Embajada USA (Santiago-Chile)
Santiago de Chile es una ciudad grande, extensa, enorme y excesivamente clasista. Como clasista es la sociedad que vive en ella. Aproximadamente la mitad de toda la población chilena, reside en la capital y en la región metropolitana. Las estructuras sociales chilenas son también clasistas. Todo está definido y determinado. Todo está controlado y categorizado. ABC1, B1, D2, son clasificaciones socio-económicas, habitualmente escuchadas en cualquier conversación.¿Qué son las clasificaciones socio-económicas y para qué sirven?
Son terminologías usadas frecuentemente por los profesionales del marketing, para hacer análisis, segmentar mercados y estudiar el comportamiento de la población frente a determinados estímulos. Estas clasificaciones se componen de numerosos elementos distintivos. Educación, posesión de bienes materiales como televisores, automóviles, inmuebles, nivel de ingresos, lugar de residencia, destino vacacional, son algunas de las variables especificadas. Su incorporación a la investigación sociológica y de marketing, se hizo con fines aclaratorios buscando una herramienta más de segmentación del mercado. Sin embargo, su aplicación en Chile tiene otras connotaciones. En el país andino son discriminatorias y clasistas, pues aluden directamente a la capacidad económica de la población, a su poder adquisitivo.
La sociedad capitalina chilena en la actualidad
Tal vez sea una herencia de las ideas neoliberales propugnadas por el régimen de Pinochet. Tal vez sea que Chile se ha vuelto un país con una sociedad economicista resultado de antiguas carencias. Tal vez sea por un complejo no admitido. Lo verdaderamente cierto es que la discriminación y el clasismo se vive, se paladea, se masca en la sociedad. Alardes constantes de chequeras en bolsillos traseros, conversaciones sobre valores del dólar contra el peso, exhibición de marcas, ostentación de banco en el que se tiene la cuenta corriente, son entre otras, manifestaciones cotidianas de diferenciación, de clasismo. Hay cuatro preguntas claves que al desconocido le hace un chileno en su primer encuentro: en qué lugar o comuna vive, qué automóvil tiene, en qué universidad estudió y a qué colegio envía a sus hijos. Son como las cuatro patas de una mesa, que si una no está cuadrada, la mesa cojea. Las cuatro respuestas deben de coincidir, deben de ser cabales unas con otras. No es de recibo haber estudiado en la Universidad Católica, tener un Honda Accord, enviar a los hijos al Nido del Aguila y vivir en Maipú. Lo que falla en este ejemplo es la comuna, es Maipú. Lo correcto hubiese sido vivir en Las Condes, Vitacura, La Dehesa, La Reina o en la zona más alta de Providencia. También valen cualquiera de las nuevas colonias o urbanizaciones exteriores como Colina o Huechuraba.
De machismo y la presencia del Opus Dei
Hasta el año 2004, Chile no tuvo ley de divorcio. Fue en mayo de ese año, cuando se promulgó una ley que rompía de forma vincular el contrato matrimonial. Sin embargo sí había rupturas conyugales. La fuga de parroquia era la argucia más extendida fomentada por la Iglesia Católica. Una característica de una sociedad hipócrita. El papel de la mujer es secundario. Secretaria, nana, dependiente, adjunta de gerencia, auxiliar de un cargo, relaciones públicas, son las ocupaciones más habituales dentro del sexo femenino. Por no hablar de las camareras de los cafés con piernas. La moralidad vigente con respecto al sexo es casposa, si bien la proliferación y el uso de moteles románticos van en aumento. Los carretes o fiestas suelen ser de orientación masculina generalmente, siendo la presencia de la mujer meramente decorativa o de uso. La fémina comme il faut, debe de estar en su casa cuidando a las crías, organizando la guarida del guerrero, y eso sí, acudiendo a gimnasios y salones de belleza en su todoterreno para encontrarse regia a la llegada del macho dominante. Tiene licencia a su vez, para ir a locales decentes a consumir once (merienda) junto con amigas similares, de igual condición social. La mujer independiente no está bien vista y es considerada ligera de cascos, y por algunos recalcitrantes, bataclana. Una de las calles más transitadas de Santiago –en los barrios altos- es Monseñor Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei. La presencia de esta organización ultracatólica es muy relevante. Políticos de primer orden, como Joaquín Lavín, propietarios de empresas y gente de poder adquisitivo alto, son miembros de la obra, y como tales desarrollan una labor de proselitismo importante, con unas consignas de fundamentalismo católico que calan profundamente en la sociedad. Esas consignas ancladas en un pasado rancio, son básicas en el funcionamiento social, y crean un clasismo existente, basado en la discriminación y apartamiento.
Es una pena que un pueblo tan rico en tradiciones, tan patriótico, tan solidario en momentos y con una gente maravillosa, tenga un comportamiento basado en factores materiales y espirituales excluyentes, a pesar de ser un crisol de culturas que confluyen en el sur del mundo.