Revista Opinión

China: el sueño americano de Rusia

Publicado el 25 mayo 2015 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El 21 de mayo de 2014 las compañías energéticas Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC) y la rusa Gazprom anunciaron la firma de un contrato de suministro de gas durante 30 años por valor de 400.000 millones de dólares. El acuerdo fue calificado de histórico por todos los medios de comunicación vista la magnitud de las cifras pero el acontecimiento adquiere especial relevancia si se entiende como un paso más en la cooperación energética entre Rusia y China que a su vez refuerza el comercio bilateral entre las dos potencias asiáticas.

Las relaciones entre Moscú y China han sido sustancialmente más fructíferas que desde los tiempos de la Guerra Fría y, especialmente, desde que en 2008 ambas partes lograran ponerse de acuerdo para zanjar una disputa fronteriza. Rusia y China comparten muchas posiciones comunes en la escena internacional; ambos suelen coincidir a menudo en sus votaciones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del que son miembros permanentes; su participación en la Organización de Cooperación de Shanghái o su liderazgo ejercido en movimientos como los BRICS. Así, la cooperación energética se inscribe dentro de la asociación estratégica entre los dos países. La caída del consumo y de los precios del gas en Europa como consecuencia de la crisis económica, además de los conflictos diplomáticos con los países de la Unión Europea han propiciado un giro político y económico por parte de Rusia hacia Asia.

La materialización de una necesidad: principales acuerdos

Con motivo de la visita oficial del presidente ruso a China los días 20 y 21 de mayo del 2014, se anunciaron una serie de acuerdos que de cara al exterior simbolizan el estrechamiento de la relación entre los dos países a la vez que sientan un nuevo precedente en materia de cooperación energética. Las negociaciones suponían un nuevo paso hacia la orientación asiática del sector energético ruso. Los acuerdos disponen una inversión conjunta de 55.000 millones de dólares en Rusia y de 20.000 millones en China para la creación de nuevas infraestructuras.

Para materializar sus compromisos, uno de los requisitos que Rusia se ha visto obligada a cumplir es aumentar las extracciones de los campos de gas que se encuentran cercanos geográficamente al mercado asiático. Más en concreto, los grandes campos de Lejano Oriente (Saja-Yakutia y Sajalín) y Siberia Oriental (Irkutsk y Krasnoyarsk). El fomento de la industria del petróleo y del gas de estas regiones lleva aparejado un impulso al desarrollo de industrias especializadas en la transformación de estos hidrocarburos así como en la generación de productos de alto valor añadido, como la petroquímica. Dado el tamaño de las reservas de petróleo y el ritmo de explotación actual, se calcula que dentro de 20 a 30 años este recurso se agotará, de manera que es el mercado del gas el que ofrece mayores posibilidades de cooperación entre ambos países.

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El mejor ejemplo es el contrato multimillonario al que llegaron ambas partes en mayo de 2014 por valor de 400.000 millones de dólares. El acuerdo, cuyas negociaciones llevaban atascadas desde 2006 como consecuencia de un desacuerdo para fijar el precio, se anunció en medio de la crisis diplomática protagonizada por la Unión Europea y Rusia a causa del conflicto en Ucrania.

En 2009 se alcanzó un compromiso que estipulaba el suministro de 68.000 millones de metros cúbicos a China durante los próximos 30 años a través de dos rutas. La ruta del este que parte de la isla de Sajalín y los campos de Siberia Oriental; y la ruta occidental que lo hace desde Siberia Occidental. El gaseoducto bautizado como “La Fuerza de Siberia” abastece al noroeste de China con 38.000 millones de metros cúbicos desde la ruta oriental, mientras que el gaseoducto “Altai” suministra a la región de Xinjiang los 30.000 millones restantes desde el Oeste.

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En lo que a petróleo se refiere, cabe destacar la construcción del oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico. Este reciente proyecto, cuya construcción finalizó en 2011, permitió conectar los yacimientos petrolíferos de la región oriental de Rusia con el puerto de Kozminó. Los casi 5000 kilómetros del ducto poseían la capacidad de suministrar 30 millones de toneladas anuales de crudo, que posteriormente se amplió hasta los 50 millones y abren la puerta al comercio con importantes mercados asiáticos ávidos de consumo como Japón, Corea del Sur, China e, incluso, Estados Unidos.

Rusia comenzó a suministrar petróleo a China en 2011 a través de un ramal que unía la localidad rusa de Skovorodino con la ciudad china de Daqing como parte de un acuerdo que prevé el abastecimiento de 15 millones de toneladas anuales durante 20 años a cambio de un préstamo de 25.000 millones de dólares que Pekín concedió a las compañías Rosneft y Transneft. La construcción del oleoducto ha contribuido asimismo al aumento del tamaño de las exportaciones rusas a China dado que ha permitido reducir considerablemente el transporte de crudo vía ferrocarril, método que se utilizaba antes y que ofrecía unas opciones más limitadas.

Oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico

Oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico

Las inversiones en el ámbito energético se presentan como una dimensión de cooperación que ha ido ganando terreno en los últimos tiempos. En 2006 la compañía china Sinopec, en alianza con la petrolera rusa Rosneft, compró Udmurtneft, que pertenecía a TNK-BP, ruso-británica, pasando el 49% de las acciones a la compañía china y el 51% a su homóloga rusa. En 2009 el Banco China para el Desarrollo concedió dos créditos de 15.000 millones de dólares y 10.000 millones a Rosneft y Transneft respectivamente a cambio de suministro de petróleo.

Finalmente, queda mencionar la cooperación sino-rusa en materia de carbón. El “gigante asiático” produce tres cuartas partes de su energía eléctrica a través de plantas térmicas de carbón y, a pesar de que es el mayor productor mundial de este mineral, en los últimos años está llevando a cabo denodados esfuerzos para reducir su dependencia carbonífera en la producción de energía eléctrica fomentando la construcción de centrales de ciclo combinado que utilizan gas como combustible. No obstante, desde 2009 ha aumentado significativamente el comercio bilateral de este combustible energético. Ello se debe principalmente a dos razones: en primer lugar, al crecimiento económico e industrial chino y, en segundo lugar, un incremento de los precios en el mercado interno que ha obligado a buscar salida en el mercado internacional. Las exportaciones rusas a China pasaron de 0.4 millones de toneladas en 2001 a 10 millones en 2011. Uno de los motivos que incentivan este comercio es el hecho de que el carbón ruso es más barato en comparación al de países como Australia o Vietnam, de los que China importa la mayor parte de este producto, y que la proximidad geográfica, una vez más, disminuye los costes logísticos.

Además, en 2010 ambas partes llegaron a un acuerdo que establecía que en los siguientes cinco años Rusia suministraría a China 15 millones de toneladas anuales, cifra que se incrementará hasta los 20 millones de toneladas en las próximas dos décadas. Este acuerdo comprende a la vez un préstamo chino por valor de 6 millones de dólares con el fin de asegurar el suministro a través de la adquisición de medios para la explotación y extracción del mineral así como para la infraestructura de suministro correspondiente.

El comercio energético entre Rusia y China en cifras

El comercio bilateral alcanzó en 2013 la cifra de 97.000 millones de dólares, y según declaraciones de los líderes de los dos países, ambos tienen la intención de que en 2020 el volumen de intercambio llegue a 150.000 millones. A pesar de ello, la Unión Europea continúa siendo en términos cuantitativos el principal mercado para Rusia. El 80 % de las exportaciones de petróleo y el 70% de gas tuvieron como destino el sediento mercado europeo; aunque en lo que a Estados se refiere, China es el principal socio comercial para Rusia. No obstante cabe mencionar que se trata de una relación asimétrica, no tiene las mismas implicaciones para cada uno de ellos. La importancia de China como socio comercial y estratégico para Moscú se considera de vital importancia estratégica, mientras que para Pekín la relevancia de Rusia no alcanza estos términos. Es decir, China es más importante para Rusia que Rusia para China. De hecho, en el 2013 el valor de las transacciones comerciales entre Alemania y China fue de 150.000 millones de dólares. Un dato significativo es que China “sólo” importo el 7,4% de su petróleo de Rusia, situándose así por detrás de Arabia Saudí y Angola. Además, al prestar atención en el total de exportaciones de este recurso, se observa que las ventas de petróleo ruso al extranjero entre 2000 y 2010 aumentaron de 145 a 247 millones de toneladas. Por lo tanto, mientras que el conjunto de las exportaciones aumentó 1,7 veces su tamaño, la venta de crudo a China creció 2,5 veces en un periodo menor de tiempo.

Rusia es una superpotencia en lo que a energía se refiere; es el mayor productor del mundo de gas y petróleo. Concretamente, es el segundo productor de petróleo a nivel mundial, tan solo por detrás de Arabia Saudí, y el primer exportador además de contar con la decimoquinta reserva más importante del planeta, es decir, 10.600 millones de toneladas. Asimismo, es el primer productor y exportador de gas natural y posee las mayores reservas del mundo. Además de todo esto, sus reservas de gas constituyen el 23,9% del total mundial, es decir, unos 44,8 billones de metros cúbicos y su producción anual es de 588.900 millones de metros cúbicos al año, o sea, el 18% del total mundial. También es uno de los mayores productores de energía eléctrica del mundo, con más de 220 millones de kilovatios de capacidad de generación instalada.

En la industria petrolífera rusa no existe el monopolio en la producción ni en la exportación, aunque sí hay tres empresas que sobresalen por encima de todas las demás: Rosneft, Lukoil y TNK-BP, siendo la primera de ellas la más importante. Sin embargo, en lo que respecta al sistema de transporte, la compañía estatal Transneft ostenta el monopolio en la construcción de los oleoductos. En cuanto al gas, tampoco existe un régimen de monopolio, pero el gigante energético Gazprom tiene un dominio casi total tanto en la producción como en la exportación. Esta concentración de los recursos en unas pocas manos facilita llegar a posiciones comunes a la hora de trazar una hoja de ruta en la dimensión internacional del sector energético ruso.

La cooperación en materia de energía se ha convertido en el elemento más importante de la relación comercial bilateral sino-rusa y ha devenido en factor estratégico en la relación entre los dos países. El peso de los hidrocarburos en las transacciones de Rusia hacia China aumentó del 6% en el año 2000 hasta el 67% en 2012. Este crecimiento no es producto exclusivamente de la buena relación y la estrecha cooperación entre ambos países, sino que responde al hecho de que en esta década Rusia se haya convertido en el principal país exportador de recursos energéticos del mundo. Esto coincide con la emergencia del potencial económico asiático y su trayectoria hacia una creciente demanda de recursos que le llevará a convertirse en el principal mercado demandante de recursos del mundo, en especial China. De hecho, en previsiones como la de International Energy Outlook realizada en 2010 se calcula que China, segundo importador de petróleo del mundo por detrás de Estados Unidos, consumirá el 25% de la energía mundial en 2035.

El gigante asiático posee unas reservas de gas y petróleo manifiestamente insuficientes para satisfacer su demanda anual ya que tan sólo posee unas reservas considerables de carbón. La incapacidad de autoabastecerse energéticamente incrementa todavía más sus demandas de importación de hidrocarburos. Las importaciones de petróleo han representado el 50% de su consumo total anual y todas las previsiones coinciden en señalar que en el futuro a corto y medio plazo su demanda va a aumentar exponencialmente. Un estudio realizado por International Energy Outlook en el año 2012, calculó que el país pasaría de consumir 7,8 millones de barriles diarios en 2008 a 13,6 en 2020 y 16,9 en 2035.

En cuanto al gas, su consumo también va a aumentar considerablemente, sobre todo dados los últimos esfuerzos que está llevando a cabo Pekín por reducir su consumo de carbón a base de aumentar el de gas. En este caso, se estima que su demanda se incrementará desde los 2.700 millones de metros cúbicos diarios hasta los 6.800 millones en 2020 y alcanzará la cifra de 11.500 millones en 2035. Según la US Energy Information Administration en 2011, las importaciones de gas cubrían el 22% de la demanda y se estima que en 2035 llegarán a representar un tercio del consumo total. Cifras aportadas por el Servicio Federal de Estadísticas del Estado de la Federación Rusa, la venta de petróleo a China aumentó de 8.1 millones de toneladas en el año 2005 a 20 millones de toneladas en 2012, es decir, más del doble. Por todo ello, el mercado chino ofrece una oportunidad sin parangón para los infrautilizados campos orientales rusos.

Factores que producen el acercamiento

Y es que también hay que considerar los beneficios que el escenario internacional actual le brinda a las relaciones sino-rusas. Cómo no, la proximidad geográfica, pero también la conformación de la geopolítica global, en la que la alianza entre ambos gigantes a menudo se percibe como alternativa a EE.UU y Occidente. No obstante, dentro de esta visión también tiene cabida el pragmatismo, ya que no debemos olvidar que Rusia necesita a China como destino alternativo a Europa para sus recursos.

Rusia es con más de 17 millones de km² el país más grande del mundo y el noveno que alberga más población, con un total 146 millones de habitantes. Por su parte, China es el tercer país más extenso con algo más de 9,5 millones de km² y el más poblado del planeta con más de 1.300.000 de habitantes. Estos dos países son por mérito propio dos gigantes de la política internacional y su poder e influencia es mayor aún a escala regional, donde ambos ejercen una importante atracción política, cultural y económica sobre los países que gravitan a su alrededor. Si a todo esto le añadimos que los dos comparten unos 4.300 kilómetros de frontera aproximadamente, el entendimiento parece obligatorio.

La proximidad geográfica se presenta así como el primer factor que facilita el acercamiento entre ambos países y deja abierta una amplia gama de posibilidades en la cooperación energética. Este hecho implica que los ductos construidos para transportar los recursos energéticos de un país a otro no tengan que pasar por terceros, lo que promueve el acuerdo entre ambas partes dado que elimina frontalmente cualquier complejo escenario que pueda dar lugar a una relación con más actores implicados, como es el caso del suministro de gas ruso a varios países europeos en los que la red de distribución se ve obligada a pasar por diversos países intermediarios.

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Las regiones de Siberia Oriental y Extremo Oriente son las más cercanas geográficamente al futuro lugar de destino y poseen una gran riqueza de petróleo. Se estima que allí se encuentran en torno al 20% de las reservas petrolíferas nacionales y de gas. Sin embargo, las autoridades del Kremlin y de las compañías se encuentran con una circunstancia que dificulta sumamente la cooperación entre ambos países. El “oso ruso” padece un considerable déficit en el mantenimiento de las infraestructuras encargadas del suministro de hidrocarburos, que heredados de la época soviética, se encuentran obsoletos. El precario estado de los ductos más orientales es un escollo que ambas partes deben salvar para que cualquier futura negociación llegue a buen término.

Mientras que las canalizaciones occidentales dirigidos al suministro de recursos al continente europeo gozan de mejor estado, aquellos situados en el corazón del continente asiático no presentan las condiciones óptimas para llevar a cabo una labor de semejante envergadura. Este argumento, que ha sido esgrimido por aquellos que se muestran reacios a la aproximación entre los dos países, puede presentarse a la vez como una oportunidad. Así, el acuerdo con China supondría una ocasión inmejorable para la modernización del sector energético. La inversión china ayudaría a Rusia a modernizar sus vías de suministro en el continente, lo que simultáneamente aumentaría las opciones comerciales con otros países de la región del Pacífico y contribuiría, por lo tanto, a la diversificación del mercado energético ruso.

Otro incentivo es el desarrollo económico a nivel interno. Según establece la Estrategia Energética de Rusia para 2030, el peso de esta región en la producción de petróleo a nivel nacional se incrementará del 3% en 2008 al 18% en 2030. El aumento de la extracción y transformación de los hidrocarburos, así como el de la actividad económica en general, iría aparejado de un incremento en el nivel de vida de la población.

Finalmente, hay que tener en consideración una característica propia del mercado interno ruso. Desde hace tiempo, Moscú mantiene vigente una política de subsidios sobre el consumo de estos productos y que en último término afecta a las ganancias del sector. Esto propicia un escenario en el que las grandes compañías necesitan cada vez más acudir al mercado internacional en busca de la rentabilidad y los beneficios que no obtienen a nivel nacional.

El Kremlin tiene un plan: Estrategia Energética de Rusia para 2020 y 2030

Hasta un 30% del PIB ruso en el año 2011 se correspondió con las ganancias del sector energético. Esto da muestras de la enorme dependencia en la economía rusa de la venta de los hidrocarburos en los mercados internacionales, que determinan el precio del gas y del petróleo. La importancia de este sector se ha traducido en la elaboración por parte del Gobierno de un documento llamado “Estrategia Energética de Rusia para 2020” aprobado en el año 2003 y, posteriormente, otro conocido como “Estrategia Energética de Rusia para 2030” firmado en 2009. En ellos, se marcan los objetivos y principios fundamentales que deben regir la política energética rusa hasta la fecha y marcar los pasos a seguir en la consecución de estos objetivos. Es de capital importancia para el país que la vasta capacidad política y económica del sector contribuya al crecimiento ruso. Así, el documento subraya la necesidad de que el sector se integre y consolide en el mercado internacional. Para ello se indican una serie de pasos a seguir:

  1. “Los intereses nacionales de Rusia tienen que tomarse en cuenta en la formación del nuevo sistema de funcionamiento de los mercados energéticos mundiales”
  2. “La diversificación de los mercados energéticos de exportación y de la estructura sectorial de las exportaciones de productos energéticos”
  3. “El aseguramiento de las condiciones estables en los mercados energéticos, incluyendo la estabilidad de la demanda y los precios justos de los principales productos de exportación de Rusia”
  4. “La consolidación de la posición de las empresas energéticas de Rusia en el extranjero”
  5. “El aseguramiento de la cooperación internacional eficiente en los proyectos de gran riesgo en Rusia (incluyendo los proyectos en las plataformas de las regiones árticas)”

El plan, que confiere a la dimensión exterior de la política energética un papel determinante, parte del hecho de que Rusia será una potencia en lo que a energía se refiere hasta el 2030. De hecho, prevé un incremento en la producción de petróleo del 10% y del 40% en el caso del gas. Esto significa elevar la extracción de crudo hasta las 530 millones de toneladas anuales, de los que 300 irán destinados a la exportación, y alcanzar los 900.000 millones de metros cúbicos en el caso del gas, de los que se exportarán aproximadamente 350.000 millones. Además, el segundo documento recoge un plan para la creación de un sector eficiente a través de la aplicación de los conocimientos y avances científicos con el fin de convertirlo en una herramienta útil de cara a los intereses externos nacionales, además de aumentar la inversión en 2 billones de dólares para paliar el déficit y la precariedad del estado de las infraestructuras y las redes de distribución.

Este documento plantea la necesidad de diversificar las ventas rusas de hidrocarburos, con el objetivo de no presentar una excesiva dependencia respecto a un mismo mercado. Es en este marco estratégico donde Asia se erige como una opción incuestionable por el emergente e ininterrumpido crecimiento de sus mercados y economías que aumentan a pasos agigantados su demanda de consumo energético. Entre ellos destacan Japón, Corea del Sur, Taiwán y, sobre todo, China. La estrategia planea aumentar el peso de estos mercados en las exportaciones rusas de hidrocarburos hasta más del 25% para el 2030.

En algunos círculos se ha situado el debate sobre si el giro asiático de la política rusa viene motivado por la crisis diplomática con Europa y Estados Unidos, o por el contrario, ya se estaba produciendo antes. Los defensores de la primera teoría afirman que Europa continúa siendo el mercado prioritario para Rusia en tanto que el comercio entre la Unión y Moscú supera en cifras absolutas al que éste mantiene con China y porque Rusia encuentra en el Viejo Continente un espacio en el que vender sus productos a un precio mayor que el que ofrece el mercado asiático, concretamente, China. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la rapidez con la que se han anunciado los acuerdos con su socio asiático parece sugerir que Putin se ha visto obligado a buscar alternativas que ofrezcan una puerta de salida a la situación de aislamiento internacional que sufría el país. Con anterioridad a la crisis de Ucrania, las demandas europeas de gas ruso fueron descendiendo progresivamente hasta llegar al 12% en 2013, que en términos absolutos significa entre 30.000 y 35.000 millones de metros cúbicos. Recordemos que el acuerdo alcanzado en mayo de 2014 garantizaba un suministro anual a la parte nororiental de China de 38.000 millones de metros cúbicos. Aquellos que mantienen una posición contraria defienden que el giro hacia Asia es un planteamiento activo de la política exterior rusa y que, por lo tanto, es anterior a la crisis diplomática, si bien ésta ha acelerado dicho proceso. Siguiendo esta línea argumental, cabe mencionar que el acuerdo con China para el suministro de gas no es producto de la urgencia política ni económica sino que las negociaciones comenzaron la década pasada y evidencian que no se trata de un cambio de rumbo imprevisto o forzado sino que responde a planeamientos estratégicos anteriores a las dinámicas vive la región actualmente.

Últimas consideraciones

Pese a todo lo dicho, el futuro de la cooperación sino-rusa se enfrenta a una serie de circunstancias que, desde el punto de vista ruso, puede poner en peligro el buen término de las relaciones bilaterales. Los lazos económicos de China en Asia Central, donde en los últimos años ha alcanzado acuerdos importantes en materia de energía a la hora de buscar alternativas de suministro energético, el menor desarrollo de las redes de distribución rusas del este, el mayor peso y rendimiento de los campos de extracción occidentales en detrimento de los infrautilizados y descuidados campos orientales, o la presiones demográficas sobre Manchuria se plantean como los principales escoyos a los que Moscú deberá hacer frente.

Por otro lado, Europa continúa presentando una serie de ventajas a tener en cuenta. Rusia dispone ya de toda una red distribuidora de hidrocarburos plenamente desarrollada hacia el oeste y que no presenta tantos problemas de obsolescencia como la infraestructura situada más hacia el este; además de la disponibilidad del mercado europeo, al que exporta más de dos tercios del gas, de pagar unos precios más altos que los que puede afrontar el emergente mercado chino. Alcanzar una capacidad similar en el este requiere de considerables esfuerzos económicos, una capacidad de inversión que se ha visto limitada por una crisis económica que, aunque en menor medida, también ha afectado a estos dos países. Por otro lado, no hay que olvidar los proyectos de Gazprom para suministrar gas ruso al Viejo Continente. Si bien a finales de 2014 Moscú canceló la construcción del gasoducto South Stream, el otro gasoducto clave para el suministro gasista a Europa, Nord Stream, finalizado en 2012, sigue en continuo funcionamiento abasteciendo los mercados europeos con más de 55 millones de metros cúbicos y con unos elevados costes de construcción que requiere la venta de altas cantidades de gas para ser rentable. Por lo tanto, Europa todavía presenta una serie de alicientes como para ser considerado como un destino de preferencia.

Existen dudas que Rusia pueda cumplir con todos los acuerdos firmados en los mercados internacionales. Los subsidios que el Estado paga al consumidor en la compra de hidrocarburos se traducen en un elevado consumo interno. Se calcula que aproximadamente el 70% de la producción total de gas va destinada al mercado interno. Esto, por otro lado, se traduce en una mayor necesidad de acudir a los mercados internacionales por parte de las grandes compañías que buscan rentabilizar sus beneficios al máximo.

A lo largo del artículo se han revisado las cuestiones centrales que articulan la relación energética entre estas dos potencias, especialmente desde la perspectiva rusa. Sin embargo, una interrelación de estas características está sujeta a toda una amalgama de intereses políticos que trascienden lo meramente económico y que le confieren un significado geopolítico fundamental. El acercamiento entre las dos potencias asiáticas es un suceso sujeto a numerosas controversias pero que conlleva una serie de implicaciones en la gobernanza mundial que no se pueden obviar. Buena parte del futuro de la relación se juega en estos términos, en clave energética.

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