A Fernando Mora, probablemente, mi mejor amigo; seguramente, mi mejor lector. Con agradecimiento.
El problema, como ya hemos dicho aquí otras veces, es que Freud le enmendó la plana a Marx: el hombre no puede trabajar altruisticamente para los otros nunca, todo lo contrario si se siente seguro, con un mínimo de subsistencia asegurado, el tío jodido deja de trabajar y piensa cínicamente "que trabajen ellos", o sea que, en el fondo, el viejo Adam Smith tenía razón, es el canallesco ánimo de lucro lo que crea riqueza en el mundo de modo que el comunismo puro y duro altruista es imposible.
¿Entonces?: China.
Se trata de que el ánimo de lucro pueda saciarse de alguna manera. Si sólo puede lograrse trabajando más horas que nadie, se hace así.
Es lo mismo que hace medrar al emprendedor en una sociedad capitalista. El chino sabe que puede enriquecerse si trabaja más que nadie en el mundo. Y, entonces, va y trabaja. Yo como una vez, por lo menos, a la semana, en un Wook, por diez jodidos euros todo lo que quiero y de una aceptable calidad, y no compro nada, absolutamente nada, fuera del bazar chino que hay a escasos 100 metros de mi casa.
Resultado: antes de que nos demos cuenta, los chinos habrán dominado nuestro mercado. O sea que tendremos no 6 millones de parados sino algunos más, y ellos, los chinos, habrán colocado a unos cuantos de ellos por aquí, donde podrían trabajar los nuestros.
En el siglo XXI sólo se puede competir, porque ya no hay fronteras proteccionistas. Si tú quieres tener el restaurante más visitado de la ciudad tienes que hacerlo el más barato pero con calidad y eso no se logra si no es a expensas de pagarle a los tuyos menos que nadie a la hora pero dándoles más horas de trabajo. Es la jodida aritmética, estúpidos.
-Pero, oiga, coño, ¿en dónde está entonces el jodido comunismo?
En el año 2.011 los chinos compraron, en China, 15 millones de automóviles. Más que en los EE.UU. Más que en ninguna otra parte del mundo.
Esto es el jodido ánimo de lucro Smithsoniano, sí, claro que sí, pero no abandonado en las lujuriosas manos de los particulares, liberarismo neocons, sino controlado por un Estado superintervencionista, es sencillamente, darle la vuelta a la famosa frase de la jodida Thatcher y del cabrón del Reagan: "el Estado no es el problema sino precisamente la solución".
Si el Estado coge firmemente las riendas de la producción y se preocupa a fondo de que a sus trabajadores no les falte faena como sea, en lo que sea, aunque sea haciendo aún más ricas a las grandes empresas mundiales, que trasladan sus centros de producción a China, los chinos poco a poco van ganando la diaria batalla no sólo de sobrevivir sino de comprarse un piso y un coche, coño, el sueño de una noche de verano supercapitalista, pero realizado bajo la férrea mano de un gobierno comunista.
¿Marxismo? En el fondo, claro que sí, pero un marxismo inteligente, moderno, “agiornado”, no esclerotizado, rígido y muerto. La vieja sabiduría de otro gran pueblo histórico, “no se ha hecho el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”.
Y, mientras, dicen las estadísticas, China es la 2ª potencia económica mundial pero da la casualidad de que, gracias a ella, la 1ª puede seguir sobreviviendo y fabricando más missiles y portaviones.
¿Para qué, para utilizarlos contra China, para combatir al sistema que mantiene vivo todavía su falso sueño americano?
El futuro ya no es usaniano, si me apuran, ni siquiera ya lo es el presente. Los Usa luchan ya por dominar el mundo al menos militarmente pero saben que una guerra nuclear también se los llevaría a ellos por delante, ¿a cambio de qué?
La mejor de las guerras es aquella que se gana sin disparar un solo missil: el jodido, el denostado, el calumniado, el despreciado, el odiado Marx, tenía toda la razón en su idea fundamental: todo no es más que puñetera economía y quien la domine será el dueño del mundo.
Que tal vez se equivocó en todo lo demás, es posible, pero ahí está el viejo Calderón: "errar lo menos no importa, si acertó lo principal".