LUIS BRITTO GARCÍA.
1En artículos anteriores advertí que recientemente han ocurrido cambios radicales en la configuración económica y por tanto política y cultural del mundo. Señalé que la República Popular China es desde octubre de 2014 la primera economía del mundo, con un PIB de 17,6 billones de dólares, que supera los 17,4 billones del de Estados Unidos. Para los anglosajones un billón es mil millones. China compra sistemáticamente oro, en un posible intento de liberarse de la hegemonía de un dólar que no tiene otro respaldo que su valor impreso en papel verde 1- En artículos anteriores advertí que recientemente han ocurrido cambios radicales en la configuración económica y por tanto política y cultural del mundo. Señalé que la República Popular China es desde octubre de 2014 la primera economía del mundo, con un PIB de 17,6 billones de dólares, que supera los 17,4 billones del de Estados Unidos. Para los anglosajones un billón es mil millones. China compra sistemáticamente oro, en un posible intento de liberarse de la hegemonía de un dólar que no tiene otro respaldo que su valor impreso en papel verde.2- No es solo China quien avanza hacia el protagonismo en la economía mundial. Señalé también que entre el 8 y el 10 de septiembre de 2014 los 21 países del Foro de Cooperación Asia-Pacífico articularon la Zona de Libre Comercio Asia-Pacífica, cuyas economías representan más de la mitad del comercio mundial; que constituyeron el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, posible contrapeso del Fondo Monetario Internacional, y que China invirtió 40 mil millones de dólares para “La Ruta de la Seda”, que conecta Asía y Europa.
3- Este conjunto de fenómenos no puede dejar de ejercer influencia en América Latina, el confín oriental del Océano Pacífico que con el canal que se abre por Nicaragua tendrá otra vía independiente hacia el Caribe y el Atlántico. América Latina y el Caribe es la región con mayores recursos naturales del mundo en agua dulce, biodiversidad, hidrocarburos y otros rubros fundamentales y un potencial agrícola capaz de alimentar al planeta. A diferencia de la conflictuada África, la une una cultura común preponderante que va en camino de integrarla mediante organizaciones como el Mercosur, el Alba, Unasur y la Celac. La demanda china ha contribuido a que el impacto de la crisis económica global no golpee con tanta fuerza a los latinoamericanos. China es el segundo socio comercial de la región, por un monto anual de 260 mil millones de dólares, superada solo por Estados Unidos. América Latina es un enorme mercado. El intercambio comercial de China con ella se ha decuplicado en diez años, y Pekín planea que en la década venidera alcance los 500 mil millones de dólares.
4- El proyecto de Estados Unidos de imponer el Alca terminó en estrepitoso fracaso en 2005. No sucede lo mismo con el foro ministerial entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), reunido en Beijing el 8 y 9 de enero, mientras escribo estas líneas. Estados Unidos y Canadá están fuera de la colosal alianza de 33 países que en estos momentos define los lineamientos de sus relaciones comerciales con la nueva primera potencia economía del mundo. Esta ha puesto a disposición de los países de la Celac un fondo de 35 mil millones de dólares, cuyas modalidades de inversión se definirán en el foro.
5- Venezuela, por su parte, dispone desde 2008 de créditos de China por unos 50 mil millones de dólares, que paga con 524 mil barriles diarios de hidrocarburos, cantidad que espera duplicar para el año próximo. Numerosas empresas y empresarios del país asiático se han entrevistado con el presidente Maduro durante su visita a a Beijing. La presencia asiática es un hecho tan irreversible para América Latina y para Venezuela como para el mundo.
6- Las nuevas inversiones no deben atarnos a la monoproducción exportadora dependiente. Tampoco deben imponer tratados de libre comercio que nos prohíban defender nuestra ecología y proteger nuestra agricultura e industrias. No debemos conferir a los inversionistas ni inmunidad tributaria ni impunidad ante los tribunales locales ni zonas francas donde se suspendan leyes laborales y sociales. A nosotros nos toca fijar las condiciones de esa presencia, evitando los errores del pasado.