Fecha del viaje: Octubre 2007
Extracto de mi diario de viajes:
La noche en tren ha sido una experiencia más que se ha de vivir viajando por China. Pero el trayecto desde Beijing no se nos ha hecho pesado, pues a pesar de tener las camas de asientos duros nos han provisto de edredón y almohada. Nos dieron las literas de abajo que son las más cómodas pues hay tres pisos y más bien hay que trepar para llegar a la que toca al techo. Enseguida todos se colocaron y se apagaron las luces.
El silencio se interrumpía por algún que otro ronquido o escupitajo. Los vagones estaban contaminados del humo que exhalaban los fumadores empedernidos por lo que la atmósfera no era muy saludable.
La intimidad en el tren no existe así como en otros tantos lugares, es una palabra que desconocen los chinos: el pasillo estaba junto a las camas, sin separación así que de vez en cuando desfilaban personas sigilosamente padeciendo insomnio o simplemente tenía ganas de hacer la ronda nocturna. Pero hemos descansado que es de lo que se trata.
A la salida del tren, una comisión de taxistas nos han venido a dar un poco la lata para llevarnos directamente a las cuevas o a un hotel, pero no queremos ni una cosa ni la otra, sino sólo llegar a Datong que es la ciudad base para visitar las cuevas y en donde aprovecharemos para adecentarnos un poco y comer algo.
Hacemos tiempo para desayunar y tomamos un bol de sopa con fideos pues es el único sitio que vemos abierto y como hace un frío que pela, nos va bien para desentumecer los músculos del cuerpo acartonado que llevamos.
Datong se encuentra en la provincia de Shanxi, al norte de China. Tiene unos 2.500.000 habitantes y es una ciudad minera bastante fea en toda la extensión de la palabra pues está envuelta en una neblina grisácea debida a su alta contaminación.
Pero en los alrededores de la ciudad se esconde un legado budista realmente impresionante. Las cuevas de Datong se encuentran a unos veinte kilómetros de la capital. Al llegar vemos que aún falta media hora para abrir pero aprovechamos para cambiarnos de ropa pues aquí el clima es bastante más frío que en Beijing.
Ahora ya más calentitos dejamos las mochilas en la consigna, que es gratis, que se encuentra junto al recinto de las cuevas. No tenemos pensado pasar la noche en Datong.
Las cuevas de Yungang datan del año 400 al 470 después D.C.
A la entrada ya podemos apreciar la belleza de los budas de diferentes tamaños todos ellos excavados en la roca. La naturaleza y el hombre se vuelven a dar la mano.
Las cuevas forman parte del Patrimonio de la Humanidad. Los vivos colores nos sorprenden, cobalto, turquesas, terracotas, naranjas...incluso los techos están maravillosamente cubiertos. También hay budas de diversos estilos:de India, con apsaras y deidades hindúes, también de Asia Central e incluso Grecia.
Hay más de 50.000 estatuas repartidas en unas 250 cuevas. Pero sólo algunas de ellas permanecen abiertas al público. En realidad hay 21 grutas que podemos visitar y se empieza del numero 21 al 1. Al final del recorrido encontramos un Buda gigante al aire libre de varios metros de altura. Los fieles entregan las ofrendas y se ponen a rezar.
Yungang es la mejor representación de escultura budista en China.