China también emerge en la disputa por el espacio, donde se dirime el prestigio, capacidad técnica y orgullo nacional de aquellas naciones que ambicionan ser supremacías del desarrollo en la Tierra. Con el lanzamiento de una nave automática que aterrizará en la Luna en los próximos días, el país asiático se posiciona en tercer lugar, tras Estados Unidos y Rusia, en esa competición espacial.
El pasado día 2, China lanzó con éxito la misión Change 3, que transporta un robot con ruedas destinado a recorrer la superficie en busca de minerales y otros recursos naturales que escasean en la Tierra, como el titanio y el uranio. Esa es, al menos, la justificación que el profesor del Departamento de Exploración Lunar y Espacial chino, Ouyang Ziyuan, destacó en declaraciones a la BBC, al explicar que la Luna “está llena de recursos que pueden ser usados sin límites, principalmente tierras raras, que escasean en nuestro planeta”. Una preocupación por abastecerse de materias primas que ya obliga al gigante asiático a buscar en Latinoamérica y África los recursos que demanda su elevado ritmo de crecimiento, hasta el extremo de convertirse en el primer socio comercial de África, desplazando a Estados Unidos de ese ránking.
Ahora da un paso más. Ahora abandona la atmósfera terrestre con tal objetivo y puede permitirse la capacidad de enviar, por primera vez, una sonda diseñada para alunizar en el satélite. Anteriormente, había lanzado otras dos sondas que se pusieron en órbita alrededor de la Luna y, tras completar el programa de investigación previsto, fueron estrelladas contra la superficie lunar. En esta ocasión, sin embargo, la misión Change 3 está programada para depositar con suavidad un vehículo autónomo, bautizado Yutu (“Conejo de jade”), en la zona de Sinus Iridum (La Bahía de los Arcoíris), una planicie carente de grandes rocas y otros obstáculos que dificulten su marcha, para explorar el terreno. El robot pesa 120 kilos, puede subir pendientes de hasta 30 grados, viajar a una velocidad de 200 metros por hora y generar la energía necesaria para su funcionamiento gracias a los paneles solares que puede desplegar.
Hace décadas que ningún ingenio se posa en la Luna. Tras las misiones norteamericanas del programa Apolo, que llevaron al primer hombre que dejó su huella sobre el suelo polvoriento del satélite, y que concluyeron en 1972, y la sonda soviética no tripulada que en 1976 visitó por última vez el astro, es ahora cuando los chinos retoman la investigación lunar con un proyecto propio y ambicioso. En octubre de 2007 comenzaron las expediciones a la Luna con la sonda Change 1, y el mismo mes de 2010 repitieron la hazaña con la Change 2. Tienen previsto una cuarta sonda para 2015 antes de programar para 2017 el envío de una nave que, tras alunizar, pueda regresar de vuelta a la Tierra. Ulteriormente, para 2020, se sitúan los proyectos de futuras misiones tripuladas al satélite de la Tierra y, a partir de entonces, ¡quién sabe!, a otros planetas.
La carrera espacial china avanza, así, con determinación, rigor y marcando hitos que antes eran imaginables sólo en norteamericanos o rusos. Pero China no está dispuesta a quedarse atrás. Con su programa espacial, desde 2003, los chinos han enviado a 10 astronautas al espacio y han puesto en órbita terrestre el módulo Tiangong 1, el primer elemento de una futura estación espacial. Cuentan con un Centro de Lanzamientos de Satélites en Xichang, en la provincia de Sichuan, y lanzadores potentes, capaces de colocar en órbita cargas pesadas, como el cohete Larga Marcha-3B, que elevó la sonda Change 3 en su camino hacia la Luna.
Ninguna aventura espacial tiene como único objetivo la investigación científica de las fronteras exteriores de la Tierra. Ésta tampoco, como ha reconocido el profesor citado. También se usan para demostrar la capacidad balística, tecnológica, económica y, por supuesto, militar de la potencia que se dedica a la exploración del Cosmos. Y como potencia emergente, China, además de su enorme expansión económica y comercial con la que pugna alcanzar y desbancar la hegemonía de Estados Unidos, también procura ubicarse entre las grandes potencias mundiales a todos los efectos, incluso en cuanto a capacidad científica y tecnológica imprescindibles para desarrollar un programa de exploración espacial propio, susceptible de permitirle buscar fuera de la Tierra las materias primas que alimentan su fuerte crecimiento.
Estamos, pues, ante una nueva versión de la “conquista del Oeste”, a la que se suma un nuevo y poderoso competidor. De ahí que esta misión a la Luna represente a escala planetaria un hecho de gran trascendencia para la Humanidad: la demostración de que China está dispuesta a disputar la carrera espacial y ya ocupa la tercera posición en esa discordia, alcanzando objetivos en los que hace años otros se estancaron, si exceptuamos las misiones a Marte y otros planetas, únicos retos asumibles, hasta la fecha, por los norteamericanos, con idéntico propósito, precisamente. Habrá que estar atentos.