Nacho y Chino
Según entiendo, las circunstancias son conocidas por todos – soy yo el que llega tarde: el pasado 21 de julio, en Miami, previo a su presentación con motivo de la entrega de algún premio equis, al término de lo que parece una sesión fotográfica, uno de los integrantes del dúo se larga las líneas: “Bueno, nosotros venimos de Venezuela, esto es un atraco, todo el mundo entregando las cámaras”.
Revuelo posterior, posiciones a favor y en contra, respectivas disculpas.
No tengo intenciones de hacer leña del árbol caído. Tampoco tengo, y seguramente jamás tendré, algún disco de ellos, pero si el escenario es una rumba, los bailo sin complejos. Hace un tiempo fui con mis hermanos a un concierto de Calle 13, en Maracay, y los fulanos “mackediches” se presentaron de teloneros. Uno de mis hermanos brindó un espectáculo aparte, quitándose la camisa y contoneándose en medio del vacilón, mientras un puñado de niñas y adolescentes frente a la tarima les cantaba su aprobación.
Sin embargo, las preguntas siguen quedando en el aire: ¿qué pudo haber motivado a Nacho, el veinteañero blanquito de la partida, a ensayar aquella parodia de atraco a mano armada? ¿Qué estaría pasando por su cabeza? ¿Era su forma de congraciarse con el público “hispano”, un gesto de picardía para metérselo en el bolsillo? ¿Fue una apuesta calculada por el escándalo? ¿Una denuncia pertinente, necesaria, en el momento menos oportuno? ¿Quiso enviar el mensaje de que Venezuela es un país que no sólo exporta petróleo, sino también delincuencia?
Tal vez no fue nada de eso. Quizá se trate, simplemente, de un acto reflejo del “tercermundista” que, dicen, todos llevamos por dentro, el mismo que nos impele a la autodenigración como forma de ser y estar en el mundo.
Debo decir que la primera vez que reproduje el video del episodio, no sentí indignación. Recordé, eso sí, a los personajes que van por la vida intentando aparentar lo que no son. En el caso de Nacho, el fraude consiste en tirársela de malandro: Mami, vengo de Venezuela y lo que soy es malo.
Es como el que aparenta que es revolucionario porque usa medias rojas e interiores rojos, o como el que simula que cree en la unidad y pelea por la unidad porque milita “en la Unidad” y jura que se la está comiendo porque nadie se da cuenta.
Qué malo nada. Gafo es lo que es.