Revista En Femenino
Dos amigos se encuentran por la calle:
Luis: - Hola José, ¿cómo estás?
José: -Bueno, no muy bien, acaba de morir mi padre.
Luis: - Vaya día de mierda llevamos, a ti se te muere el padre y yo he perdido mi bolígrafo favorito...
Este viejísimo chiste refleja perfectamente como me siento últimamente con demasiada frecuencia. Tengo la sensación de que estamos perdiendo un poco la humanidad, la empatía, la capacidad de escuchar, no solo oír el ruido que nos rodea. Y escuchar significa comprender al otro, sus circunstancias y su dolor, su alegría, su malestar. Y por supuesto, significa que nos importe mínimamente loque está sintiendo y transmitiendo a través de la palabra.
No hay sufrimientos mayores que otros, el tío que ha perdido el bolígrafo puede estar muy apenado porque era la herencia que su padre le dejó para que escribiera la historia de su vida... pero hay que tener en cuenta a quién se le cuentan las cosas y en qué momento...
Hace poco quedé con una amiga (no voy a revelar el nombre, tranquila) que está atravesando por un bache personal. Ese día yo tenía mil preocupaciones en la cabeza y lágrimas en los ojos, pero comprendí que no era mi momento, que ese momento era de ella, que necesitaba desahogarse y que alguien la escuchara. Lo curioso es que según me fue contando, mis problemas quedaron un momento apartados en el fondo de mi mente y pude ponerme en su piel y comprender (o intentarlo al menos) la situación que me estaba explicando. Evidentemente, todos mis sinsabores volvieron a mí al poco tiempo, pero me sentí bien pensando que quizá había podido ayudar aunque fuera un poquito a mi amiga.
No soy una santa, yo también hago mucho lo de convertirme en protagonista de cualquier conversación y no escuchar lo que tienen que decirme los demás, pero es que hay gente que es verdadera profesional del tema. Y con la famosa la crisis creo que este comportamiento egoista y egocéntrico se ha agudizado. Todos lo estamos pasando mal y todos creemos estar en nuestro derecho a contarlo a los cuatro vientos y que lo demás lo escuchen... Pero es que hay gente que objetivamente está peor... o no, pero ese día necesita ser escuchado él y no ser el sufrido escuchante de desgracias ajenas...
Me da la impresión de que esto es un comportamiento acentuado por la desconfianza, el malestar, el sálvese quién pueda que estamos generando en este mundo, en este país, en cada una de las ciudades. En lugar de buscar causas comunes para salir adelante, nos miramos el ombligo y matamos por mantener nuestro estatus y comodidad importándonos un bledo cómo están los demás... Nos estamos deshumanizando y así no se llega a ningún sitio, a ninguno bueno, al menos...