Nubes grises y negras en el cielo anunciaban la llegada de la lluvia que nunca llegó, mientras cada vez más camisetas rayadas se veían a los alrededores del Estadio Azteca: era domingo de futbol en la capital, pero no por las Águilas del América, ni por un partido de la Liga Bancomer. Las Chivas del Guadalajara enfrentaban a los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León en la final de la Copa Independencia Sub-17, que se jugó esta semana con la participación de clubes mexicanos y extranjeros.
Era casi mediodía y seguían pasando familias enteras y grupos de amigos por el túnel 30 del “Coloso de Santa Úrsula” para ganar los mejores lugares en la parte baja de las gradas, que ya se notaban nutridas, principalmente con los aficionados capitalinos del Rebaño Sagrado. También llegaban algunos aficionados del club regiomontano, y uno que otro despistado con camisetas de Cruz Azul, de la Selección Mexicana y del dueño de casa: el América.
“Mira, ahí está Ramón Morales”, le comentaba un señor a su hijo, refiriéndose al entrenador de Chiva. El antiguo capitán del primer equipo, retirado ya hace un par de años, buscaba su primer título como director técnico. Mientras tanto, un niño de aproximadamente cuatro años sonaba su corneta al ritmo de los cánticos de una porra que saltaba y aplaudía en otro sector. Más cerca de la cancha, Rafael Acosta “Juanito” se tomaba fotos con todo el público que lo reconocía (y cómo no reconocerlo, si iba con su famosa banda tricolor en la cabeza) y corría a saludarlo, incluyendo a una señora que empujó a un par de personas y se abalanzó sobre él para abrazarlo.
El partido arrancó a las doce en punto y se mantuvo sin muchas emociones durante gran parte del primer tiempo, con ambos equipos buscando la portería rival al comienzo, pero bajando paulatinamente el ritmo de juego, lo que tal vez sumado a la hora y al perfil del público presente, hizo que el estadio no retumbara como suele suceder, con los gritos de la afición, las porras, los “saludos” para el árbitro, o por lo menos algunos aplausos ante una buena jugada defensiva o un disparo a portería.
Nadie en las gradas terminaba de despertar, hasta que por uno de los túneles comenzó a retumbar con el eco de una trompeta y bombos. “¡Ahí viene la banda más loca que hay! ¡Vamos, vamos, vamos, Chivas, que tenemos que ganar!”. El canto se escuchaba cada vez más cerca, hasta que comenzaron a salir uno por uno miembros de otra barra del Guadalajara, con banderas, aplaudiendo y moviendo sus manos, ante los aplausos y gritos de emoción del público. Muchos corrieron para asomarse y tomar fotos con sus celulares, mientras los hinchas se acomodaron lo más cerca de la cancha que pudieron, y los otros aficionados que habían llegado temprano y cantaban desde el arranque del partido se desplazaron para agrandar el grupo y hacer notar la presencia de la “banda” de Chivas.
La gente ya había despertado, y mientras algunas familias se cambiaban de lugar ante el temor de que hubiera problemas con los barristas, otros se contagiaban con la música y hacían más notorio su apoyo con un grito de “¡Chivas! ¡Chivas!” de vez en cuando, y aplaudiendo todas las jugadas del equipo tapatío.
Llegó el medio tiempo sin que cayera un solo gol, y mientras algunos se levantaban de sus asientos para estirar las piernas y comprarse la obligatoria ‘chela’, otros chiflaban ante la presencia de una reportera de Televisa Deportes Network que había llegado con su camarógrafo para grabar un par de entrevistas.
Comenzó el segundo tiempo, pero fue hasta el minuto 57 que se abrió el marcador: Carlos Zamora mandó un centro por la banda izquierda, Isaac Rodríguez llegó a segundo poste y recentró por abajo para que Michelle Benítez rematara y mandara el balón al fondo de la portería defendida por Andrés Flores.
El Estadio Azteca, que ya se había llenado en la parte baja de tres sectores distintos, explotó con el gol rojiblanco. Volaron papeles, se abrieron las gargantas, sonaron las trompetas, los tambores y las cornetas de los más pequeños. Mientras la mayoría celebraba, un niño le confesaba a su madre que ya mejor le iba a ir a las Chivas.
De ahí en adelante, el rugido del estadio se pareció cada vez más al de un partido de liga o del Tri, y cada que Tigres o Chivas intentaban un disparo a portería o había una dura falta, todos saltaban de sus asientos y se hacían sentir desde las gradas.
Un par de jugadas le agregaron emoción a los últimos minutos del partido, pues a una llegada peligrosa de Tigres le siguió un contragolpe del Guadalajara, que no terminó en gol de milagro y gracias a la gran atajada del portero felino.
Los silbidos de todos en el estadio se escucharon en el tiempo de reposición, hasta que el árbitro Antony Zanjuampa Rojo pitó el final, que declaraba a Chivas como bicampeón de la Copa Independencia, luego de que el año pasado venciera también por la mínima diferencia a la Fiorentina de Italia en la gran final.
Los jugadores se abrazaron en distintas zonas de las canchas, fueron a celebrar con el ‘Ramoncito’ Morales y después se acercaron a las gradas para agradecer el apoyo de la afición, que les aplaudía y les tomaba fotos, mientras la barra cantaba “¡Campeón hay uno solo, es el Guadalajara, el eterno campeón!”.
Con la ceremonia de premiación terminó una edición más del torneo, que este año tuvo como invitados extranjeros al Barcelona, Real Madrid, Universidad de Chile y Corinthians, mientras que los dos finalistas representaron a México junto con Pumas, Cruz Azul, América, y Toluca.
Los ríos de gente comenzaron a salir del “Coloso de Santa Úrsula” y, ante la mirada curiosa de muchos que pasaban por ahí preguntándose si Chivas había ido a jugar al D.F., todos se fueron reintegrando poco a poco al ritmo normal de la ciudad de las marchas y los bloqueos, del tráfico y los peseros cafres, pero de vez en cuando también de los maratonistas y, en este caso, de las emociones de un partido de futbol Sub-17.
Fotos: Copa Independencia