Revista Cultura y Ocio

Chocolat empoisonné

Por Tula @LaDivinaTula
Chocolat empoisonné
Una taza de chocolate envenenada, una fotografía de Verdugo muerto y alguna que otra sesión de espiritismo…
Sobre mi figura, ya se sabe de antemano, prevalece un océano de comentarios que, acertados o no, la literatura y la leyenda se han encargado de hacerles pervivir en el tiempo…En la distancia de casi doscientos años he llegado a escuchar infinitos rumores sobre mi persona; el más curioso -que no cierto- es aquel que se dijo sobre mis raras actividades al final de mis días, en donde se ha llegado a asegurar por algún que otro investigador que yo participé de múltiples sesiones espiritistas con el objetivo de intentar comunicarme en el más allá con mis dos maridos, con mi madre, con mi hermano Manuel y hasta con mi querida hija Brenilde… Lo cierto es que no puedo quejarme de tantas dilucidaciones, sean verdaderas o falsas, incluso cuando a veces hayan sido hasta medias verdades… Y es que moralmente, no puedo. No puedo porque yo misma he creído siempre que la literatura acerca de los sucesos, es la historia que pudo ser. Y el escritor, como buen artista, siempre debe tener libertad para poder crear su obra al margen de la historia oficial, la “debidamente documentada”.
Eso es lo que posiblemente haya acontecido con Belkis Cuza Malé, una gran poeta, escritora, periodista y pintora de los tiempos actuales… Ella ha investigado y ha escrito mucho sobre mi vida y sobre mi obra, llegando a defender casi con militancia ortodoxa, algunas líneas de investigación sobre determinados sucesos que – supuestamente - marcaron mi vida. La señora Cuza Malé se ha hecho eco de la famosa taza de chocolate envenenada que según se dijo, mis “enemigos” prepararon para mí y que el destino quiso que Verdugo, mi amado Hugo, se la bebiera, ocasionándole la muerte... Por otra parte, y valiéndose de los mismos recursos, casi todos pertenecientes a la rumorología contemporánea, la mencionada colega secunda el hecho de que una vez muerto Verdugo en aquella casona de Pinar del Río, el 28 de octubre de 1863, yo le hice fotografiar, y va más allá porque asegura haber tenido la fotografía entre sus manos… Es cierto que en aquellos tiempos era casi una costumbre fotografiar a los muertos con el objetivo de perpetuar en la eternidad la última imagen de los difuntos en la tierra… Pero de ahí a que yo ordenase se fotografiara a Verdugo una vez muerto, hay una distancia al menos prudente. Yo quería a mi Hugo vivo y así quise conservar su memoria. Los que me han conocido sabrán con certeza que a pesar de mi romanticismo y acentuado melodrama, los aspectos necrológicos siempre se me dieron muy mal…
No obstante a lo expresado anteriormente, no culpo, ¡para nada!, la imaginación y pensamientos que sobre mis supuestos actos haya podido tener mi colega del parnaso. Hay lazos mucho más importantes y vitales, que me unen estrechamente a Belkis Cuza Malé, a pesar del tiempo y la distancia: su poesía, su literatura, su periodismo, y hasta sus investigaciones… No puedo olvidar, entre otras cosas, que la Señora Cuza Malé es la autora de una biografía –aún inédita- sobre mi vida y de un breve estudio sobre mi obra. También es de agradecer a Belkis Cuza, esa importante biografía escrita por ella titulada, El clavel y la rosa, sobre la vida de mi prima, la poetisa y pintora Juana Borrero, cuya obra y maestría en ambas artes despuntó cuando aún no alcanzaba los 10 años de edad, casi como yo… (Debe ser algo genético)
En el Instituto Cultural de México, de la ciudad de Miami, se hizo en octubre de 2011 la presentación del libro: Una vida, un tren, del escritor Baltasar Santiago. En el acto estuvieron presentes algunas personalidades, y también la escritora Belkis Cuza Malé. El libro Una vida, un tren es una novela de ficción histórica en tres partes, que comienza en 1842 y concluye en el 2008, lo curioso es que yo aparezco como personaje en dicha novela…
A Belkis, como a otros tantos escritores e investigadores, le debo más que un agradecimiento eterno. Es por ello que quiero reproducir una excelente reseña, escrita por la propia Belkis Cuza Malé, cuando tuvo lugar la primera edición de dicha novela.
Queda vuestra, afectísima y siempre servidora
Gertrudis Gómez de Avellaneda
Pd…En el último lustro se han estado multiplicando, a nivel mundial, actos y homenajes, que reivindican la figura y la obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda… ¿Será porque se acerca su bicentenario? Realmente la autora de Baltasar estaría encantada de que algo grande aconteciera en tan significativa fecha. Ella, desde su lugar de descanso eterno, es consciente que muchos labran caminos diferentes para lograr un mismo fin, y estamos seguros que si todos nos uniéramos, juntos podríamos lograr lo que hace años la gran escritora, dramaturga y poeta merece.
La redacción de La Divina Tula.
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El tren y la vida de George Claude y Santiago Martín

Chocolat empoisonné

En la imagen, extraída de laperegrinamagazin.com, la escritora Belkis Cuza Malé, autora del artículo que se reproduce.


El siguiente artículo ha sido  extraído de: http://www.alexlib.com/claude/index.htm y publicado por Belkis Cuza Malé. Especial/El Nuevo Herald, domingo  9 de mayo de 2010.
La vida es un tren, dicen poetas y filósofos. Y también los que miran con ojos mágicos pasar el tiempo. Y nada más oportuno que ese título, Una vida, un tren, escogido por Santiago Martín para su libro recién publicado por Alexandria Library, de Miami. La novela --yo la llamaría mejor relato testimonial-- abre con la construcción del primer ferrocarril en Matanzas, Cuba, y de modo riguroso y detallado, de la mano del niño Santiago, vemos multiplicarse en la zona los caminos de hierro, al igual que las locomotoras, desde que La Junta hizo su recorrido en el primer tramo entre Matanzas y Guanábana. Pongan atención: estamos en 1845.La narración es bellísima y logra su cometido: mostrarnos no sólo ese hecho memorable de la construcción del ferrocarril, sino, la vitalidad de una ciudad que ya era llamada La Atenas de Cuba, por la pasión con que descollaban allí las artes y las letras. En medio de este recuento histórico, el autor aprovecha para darle vida a dos grandes escritores cubanos, José Jacinto Milanés y Gertrudis Gómez de Avellaneda, lo que constituye una fina muestra del talento de Martín para recrear una escena casi teatral. Al reunirlos ficticiamente en un espacio de tiempo muy especial en la vida de la Avellaneda, tras su vuelta a Cuba, Martín intenta lo que parecería imposible, que dos genios literarios se admiren y quieran. Recuérdese que la Avellaneda, a pesar de la coronación en el Teatro Tacón, y luego en el Liceum de Matanzas, no era querida por muchos. Su vuelta a Cuba, casada ahora con Verdugo, quien había sido gobernador de Cienfuegos, de Cárdenas y luego de Pinar del Río, la distanciaba de los cubanos, según algunos. Pero, gracias a Martín, le seguimos los pasos tras la muerte de Verdugo, envenenado con una taza de chocolate que estaba destinada a la poetisa, hasta que se marcha para siempre de la Isla. Cambia el espacio de tiempo y estamos ahora en los años 20. De seguro no son muchos los que recuerden a George Claude, el inventor de las luces de neón. Ni siquiera los matanceros, donde el científico e inventor realizó una de sus proezas, la de intentar producir energía eléctrica usando las capas submarinas a diferentes temperaturas. El espectáculo en torno suyo y las peripecias de los casi tres años que vivió en Cuba marcaron de modo muy especial a esa ciudad. La llegada del francés a Matanzas, en 1927 --alternada con varios viajes a Nueva York, Italia y París, en el periodo de tres años-- dotaron de una inusitada vitalidad a la zona, y su experimento encontró siempre eco en El Imparcial, el periódico local. ¿Cómo y por qué un científico y millonario de la talla del francés George Claude escogió la bahía de Matanzas para producir electricidad sin combustible? “(...) El hombre escogió Matanzas --nos dice Martín-- porque la topografía del fondo de su bahía era la ideal entre todas las visitadas...'' Hay que ir a las páginas de Una vida, un tren, para conocer al detalle los pormenores no sólo de este invento, sino de la personalidad de Claude. Verdad o ficción, Martín no descuida los datos y de pronto la obra parecería convertirse en un informe de ingeniería, pero sin que perdamos jamás interés en su lectura. Todo lo contrario, ya estamos sumergidos de cabeza y de ahí saldremos con un mayor conocimiento. No por gusto Santiago Martín, además de crítico de teatro, ópera y ballet, es también ingeniero. Esta faceta de su vida no lo separa de las otras sino, por el contrario, las nutre, como hombre renacentista que parece ser. De ahí que también ejerza la labor de promotor cultural desde la fundación Apogeo, creada por él hace un par de años. Vuelven a pasar los años y hace su aparición ese tercer personaje, Enrique, que no es otro que el propio Santiago Martín. Lo vemos desde la cuna, y lo seguimos en sus andanzas de niño y de joven. Claude está muerto hace años, y también el Santiago que vio con ojos de niño asombrado el viaje de La Junta, la primera locomotora. Ahora son los años 60. Plena Revolución cubana. Los espíritus de Claude y Santiago --convertidos en guardianes celestiales de este Enrique/Santiago-- servirán de enlace a la tercera parte del libro. El personaje de esta etapa crece y vive ya entre Matanzas y La Habana. Siempre fiel a los suyos, especialmente a su madre, Clara Elsa. Se hace ingeniero y promotor cultural, y seguimos su vida, como si abriéramos un libro. Su viaje de trabajo a la antigua Unión Soviética, sus amigos, sus alegrías, sus enojos, sus sueños. Y también, la vuelta a la fe, los milagros, la aparición de la Virgen de las Mercedes, y su nueva devoción a San Lázaro. Sólo por milagro, cree, que haya podido lograr la salida hacia México, hacia Querétaro, donde se establece, --tras un primer viaje, que la inminente muerte de su padre acortó--, al mismo tiempo que sus amigos Abel y Martha. Pero llegan a Querétaro y allí desarrolla una activa vida cultural. Seis años bien aprovechados, como diría luego. Un paso más, y cruzará la frontera. Un paso más y estará en Miami.Leer este relato testimonial es leer un mapa biográfico de Cuba, de los cubanos. Pero Santiago Martín no ha tenido reparos en contarlo todo, con pelos y señales. Es una lectura muy refrescante, hermosa y obligada para mirarnos en ese espejo que es Una vida, un tren.
Belkis Cuza Malé
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Acerca de Belkis Cuza Malé:En el nombre de Jesús: periodista, escritora, poeta y pintora. La frase anterior reza al abrir el blog de esta gran mujer y luchadora incansable http://www.belkiscuzamale.blogspot.com.esBelkis Cuza Malé nació en Guantánamo, Cuba, en 1942. Realizó estudios de Letras en la Universidad de Oriente y también en la Universidad de La Habana. En 1967 se casó con el conocido poeta cubano Heberto Padilla.Aunque Belkis inicialmente apoyó la Revolución llevada a cabo por Fidel Castro, posteriormente se convirtió en un crítico censor de la misma. Fue encarcelada al mismo tiempo que su marido en 1971 acusada de "escritura subversiva", en lo que posteriormente se conoció como "el caso Padilla".Ella y su hijo pequeño se exilaron en los Estados Unidos en 1979. Posteriormente el gobierno cubano autorizó la salida de su esposo.Ya en Estados Unidos, y tras lograr la salida de Cuba de Padilla, Belkis fundó en 1982, en colaboración con él, Linden Lane Magazine. En 1986, fundaron La Casa Azul www.lacasaazul.org centro cultural y galería de arte cubano, en Fort Worth, Texas en donde se pueden apreciar algunas de sus pinturas y famosos murales. Tras la muerte de Heberto, en el 2000, el centro lleva su nombre como homenaje a su memoria. Actualmente reside en Fort Worth, Texas, y es una tenaz promotora cultural. 

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