Ariel me parece, a parte de un grandísimo periodista, el mejor analista de los factores ajenos al fútbol pero sí que influyen de manera directa en lo que se ve en el campo. Son muchas (y muy instructivas para mí) las conversaciones que tenemos sobre el por qué de muchas cosas en los grandes equipos.Por eso, y por otras muchas más cosas, me veo en la obligación de corresponder a su solicitud de compartir con todos vosotros un texto que me ha enviado, en donde lista lo que él cree que falla en el Madrid.
No me gusta hacer leña del árbol caído. Pero tampoco quiero pasar por el aro que cruzan aquellos que se sorprenden al encontrar que, una vez más, el Real Madrid queda eliminado en una etapa relativamente temprana de la Champions League. El palo que ha supuesto el empate que sabe a derrota frente al OL no era esperado por la nación merengue y toda la parafernalia mediática y política que gira en torno del club, está claro. Pero sí que era previsible.
Florentino Pérez, uno de los empresarios más poderosos de Europa, vuelve a hacer agua como gestor deportivo. Su primer ensayo terminó con un elegante (el presidente del Madrid siempre lo es) mutis por el foro cuando cayó en la cuenta de que el primer intento galáctico se le había escapado de las manos. Solo la esperpéntica comedia de enredos en la que se ha convertido la administración del club en los últimos años, y que ha tenido como máxima figura a Ramón Calderón, ha permitido que un desertor como el Ser Superior pudiera plantearse volver a ocupar el sillón del poder en el Santiago Bernabéu. Y solo una masa social golpeada en su orgullo como la madridista pudo haber dado una victoria tan clara al constructor en los últimos comicios a la presidencia del club.
En una sociedad que declama por la izquierda y termina actuando por la derecha, el actual presidente del Real Madrid ha regresado al cargo porque los socios y la prensa vampírica que rodea al equipo han considerado que el camino cuesta abajo de la tribu vikinga sólo se detendría con un shot de centenares de millones de euros. Florentino y sus atildados pero poco eficaces ejecutivos prometieron cambiar las pipas caducadas y llenas de promesas del nuevo Kennedy Calderón, por un finísimo chocolate blanco, concreto y palpable. Tanto, que los billetes comenzaron a circular muy pronto, y la colección de cromos más rutilante del fútbol mundial se hizo realidad en cuestión de días.
El postre estaba allí, y todos -partícipes o no del credo madridista- lo consideramos delicioso aún sin probarlo. Lejos había quedado el mantra de Zidanes y Pavones. Aunque no tanto. Ahora se nos había servido en patena de plata a la mejor plantilla del mundo. Y comenzamos a masticar sin querer darnos cuenta del sabor rancio que nos quedaba en la boca. Algunos sí se percataron de ello, sin embargo. Salvo Alex Ferguson y Pep Guardiola, los 5 o 6 entrenadores más reputados de Europa fueron tocados por emisarios de la Casa Blanca, pero ninguno aceptó el convite. Florentino pidió conseguir en un año lo que normalmente llevaría tres temporadas de trabajo, y nadie quiso o supo empardar semejante reto.
En tierras de segundas y terceras opciones, Manuel Pellegrini era seguramente la mejor opción. Con una hoja de servicios irreprochable en Sudamérica y en el Villarreal, el Ingeniero es uno de los tantos -no el único, está claro- que puede encarar la construcción de un equipo que resulte del agrado para el por estas horas irritado ojo del hincha del Real Madrid. Y el balance es más que positivo hasta ahora. Sus futbolistas, jugando a alto nivel por momentos, han puesto al club en la primera posición de la liga española, y se encuentran en una inmejorable posición para repetir lo que se ha conseguido bajo el mandato de Fabio Capello hace no demasiado tiempo.
El CV del entrenador chileno, pese a ello, ya cuenta con dos máculas que bajo la lupa de los Torquemada de turno le convierten en un impresentable. La eliminación en la Copa del Rey frente a un equipo de Segunda División B -el Alcorcón- y la caída de anoche frente a un cuadro ninguneado de una manera vergonzante por la prensa española y los jugadores del Madrid antes y después del partido -el Olympique de Lyon-.
Florentino, Valdano & Compañía comenzaron la campaña desempacando su chocolate blanco de finísimos estuches. Y todos asistimos absortos al baile de gigantes y cabezudos del verano pasado. Pero, luego de unos meses, el postre no es tan sabroso como prometían. Algunos de los productos nacionales de la plantilla (como Guti, que pretende facturar la temporada completa con apenas un taconazo… ¡Chapeau para él!) siguen instalados en la desesperante medianía de siempre. Otros, como Gonzalo Higuaín, son menospreciados en público y privado por la dirigencia pese a su tangible aporte al actual equipo. Los menos, habitantes de un limbo permanente como Sergio Ramos, están más pendientes de provocar que de jugar, pese a que esto último se les da bastante mejor que lo primero. Y uno, Cristiano Ronaldo, probablemente sea el mejor futbolista de la actualidad, pero seguro es uno de los futbolistas menos solidarios y generosos con sus compañeros que uno haya visto sobre los terrenos de juego. Y eso no ayuda a conseguir ningún objetivo.
La presente directiva del Real Madrid prometió una inversión sin precedentes, y cumplió con su palabra. El presidente y sus ayudantes repartieron chocolate blanco y estuvieron a la altura, con una nómina llena de lujo y glamour. El Sr. Pérez y sus acólitos ficharon como lo haría cualquier persona que juega al FIFA o al Pro. El equipo, 300 millones de euros después, sigue sin tener laterales y sufre más de lo que debería cuando alguna de las piezas de la mitad de campo se descompone. La segunda versión de El Show de Flo está construida sobre falacias. Es que el chocolate blanco realmente no es chocolate. Y este Madrid, mal que les pese a algunos, es solo una acumulación de descomunales figuras en el mejor de los casos. Pero aún no es realmente un equipo.