Revista Cine
Pensando en esto, en aquello y en lo de más allá -la mente que no para-, he llegado al cine. Y me he dado cuenta de que, curiosamente, algunas de las películas que más me gustan tienen algo que ver con la gastronomía. No se si será porque pienso que comer es uno de esos placeres que nos regala la vida, por lo que esas escenas me sugieren -colores, olores, sensaciones...-, o por la propia estética de la comida. O un poco por todo. Me viene a la cabeza Chocolat, la fábula liberadora de sentimientos, dirigida por Lasse Hallström hace ya más de una década. Esa chocolatería que regentaba Vianne con la pequeña Anouk en un pueblecito francés, en la que Juliette Binoche trataba el chocolate casi con reverencia. Cómo consigue despertar el interés de todo pueblo por las delicias que elabora con la exótica semilla y la delicadeza con la que recomienda a cada cliente lo que en realidad necesita. Hasta el recalcitrante alcalde cae en las redes de los deliciosos dulces, después de resistirse de todas las formas posibles. El mismo director me había cautivado un año antes con Las normas de la casa de la Sidra.Las mágicas y misteriosas especias envuelven al espectador en Un toque de canela, dirigida en 2003 por el griego Tassos Boulmetis. Un film con sabor agridulce que destila sensibilidad por los cuatro costados. El profesor de astrofísica Fanis Iacovilis viaja de Atenas a Estambul para ver a su abuelo y encontrarse con sus raíces, con su primer amor y con la preciosa tienda de especias en la que pasó parte de su infancia. En ella aprendió algo que creía haber olvidado: que la comida, como la vida, necesita una pizca de sal, y que un toque de canela hace que la gente se mire a los ojos. Esta me lleva a La joven de las especias, dirigida por Paúl Mayeda en 2005. En ella, la bellísima Tilo -Aishwaria Rai- se debate entre su rígida tradición chamánica y el deseo de romper las normas y sentirse libre para elegir. La estética de la película la marca, además de la protagonista y sus preciosos saris, la delicada tiendecita de especias de la ciudad de San Francisco en la que se desarrolla casi toda la trama.De nuevo la comida como símbolo y casi como un personaje más en Comer, Beber y Amar, de Ang Lee -Taiwan, 1993-, conmovedor relato de la vida del maestro de cocina Chu y sus tres hijas, rodada en Taipei. Y de nuevo la lucha entre tradición y modernidad, entre los cimientos colocados generación tras generación y las nuevas costumbres, siempre alrededor de la gastronomía y sus rituales. Cien platos preparados con apariencia de acabar de salir de los fogones. Otra película ¨gastronómica¨que me encanta es Tomtes verdes fritos, llena de mensajes, símbolos y también guisos -alguno francamente peculiar-. Seguiría y seguiría: Como agua para chocolate, El festín de Babette, American cuisine, Vatel y Deliciosa Martha, entre otras. Pero creo que mejor me voy a releer Las dietas, ese mundo.