Revista Opinión

Chocolates y burka

Publicado el 13 abril 2011 por Jorge Gómez A.
Mientras en Francia se aplica una ley de veto contra el tradicional Burka, en Chile un proyecto de ley plantea prohibir la venta de chocolates en los colegios. Ambas medidas exceden las facultades estatales de control, son claramente autoritarias y representan una invasión a la libertad individual.
La idea de que el Estado nos dicte que vestir y que comer parece una idea sacada de 1984 de Orwell o de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. No obstante, eso es lo que parece estarse constituyendo solapadamente tanto en Francia como en Chile.
Una ley ya aprobada en Francia, prohíbe indirectamente el uso del burka, al prohibir “disimular el rostro” en todo espacio público, y considera multas de 150 euros a quién lo use. Lo más irónico, un curso de ciudadanía para quienes lo usen.
En Chile un proyecto de ley busca establecer la prohibición de vender productos altos en "algún descriptor nutricional" como chocolates o papas fritas, en establecimientos educacionales. Además de restringir la publicidad de dichos productos hasta después de las 22:00 horas. 
Ambas medidas representan una invasión estatal en dimensiones que son de exclusiva injerencia de los individuos, como es el acto de vestirse y de comer. Es inevitable que surjan diversas preguntas en cuanto a la aplicabilidad de tales medidas.
En el caso chileno, el argumento central de las autoridades para establecer la prohibición es resguardar la salud de los infantes y propiciar una población más sana. Muchos argumentan que los más pequeños, al no tener discernimiento, no elijen bien sus comidas y por tanto es mejor prohibir el chocolate para evitar externalidades negativas costosas. Pero entonces, en base a esa lógica, también deberían prohibirse ciertos dibujos animados, juguetes, cierta ropa, etc.
No obstante, a todas luces sería más óptimo educar en cuanto a una dieta balanceada que prohibir el chocolate.
La prohibición no favorece ni resguarda la salud de las personas, porque es probable que surja un mercado negro del chocolate, donde los propios niños se dediquen a la venta de golosinas. Por ejemplo, ¿Qué harán con los abuelos que regalan chocolates a sus nietos por un cumpleaños? ¿Registrarán cada día a los alumnos para evitar el tráfico de cacao? ¿Qué pasará los días lunes después de Pascua de Resurrección y los chocolates que entrega el conejo? ¿Tendrán perros olfateando?
El absurdo se hace evidente cuando comenzamos a pensar en situaciones en torno a la medida. Por ejemplo, y considerando que la prohibición del chocolate apunte a tener una población más sana y delgada a largo plazo, un estudio reciente demostró que la vida en pareja engorda. ¿Se prohibirá en el futuro vivir en pareja también, para mantener delgada y sana a su población?
¿No es acaso todo esto, el inicio de una especie de ingeniería social pretender que la población alcance una talla estándar?
Y siendo más desconfiados ¿No será este el primer paso del Estado, para favorecer a las Isapres, permitiéndoles en el futuro encarecer los servicios de salud como castigo a quienes no cuiden su peso en la infancia y adolescencia? ¿No les parece totalitario?
En el caso de Francia, la prohibición del burka se ha defendido como una medida que fomenta la tolerancia, la libertad y el laicismo. No obstante, es todo lo contrario.
Así como en la Alemania nazi probablemente era delito usar una cruz de seis puntas o estar circuncidado, la ley del burka criminaliza el uso de cierta vestimenta relacionada a una religión, y no necesariamente el acto de oprimir a una mujer en base a un dogma. De hecho, hace más complejo el panorama para aquellas mujeres cuyos esposos embrutecidos por el fanatismo, las obligan a usar el burka en todo momento.
Ambas medidas exceden las facultades estatales de control, son claramente autoritarias y representan una invasión a la libertad individual, que más que beneficios, generarán problemas.

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