Decirle a los pilotos de los aviones de pasajeros que son chóferes volantes es agraviar a quienes siempre han sido ángeles del cielo.
Pero con la globalización comercial y de las profesiones cambian tanto las actividades y su valoración que incluso esta élite de uniforme, galones, hoteles de cinco estrellas y sueldo estratosférico, ha perdido categoría y sus componentes serán considerados muy pronto simples conductores de autobuses con alas.
Es algo que deberían asimilar los pilotos de Iberia y de otras compañías llamadas de bandera que eran el orgullo de sus países respectivos, y que la aparición de las empresas semipiratas de vuelos baratos y personal mal pagado, como Ryanair, está enviándolos rápidamente a la ruina.
Muchos --y muchas, porque hay mujeres comandantes--, no quieren admitir que la mayoría de los viajeros, y más en esta crisis, prefiere pagar menos en vuelos que a veces son cuatro veces más baratos que los suyos, aunque el viaje sea más incómodo, y podría ser que más inseguro.
El estatus superior de los antiguos pilotos está acabándose: acostumbrados a cobrar 150.000 euros anuales, tienen como competencia a otros que reciben 30.000, cinco veces menos.
Es ley de vida.Es una profesión aún joven, pero quizás efímera por la revolución tecnológica y comercial.
Hasta 2019 no se cumplirá su centenario, cuando sus primeros profesionales cobraban sueldos de estrellas de cine porque eran considerados héroes.
Hay una profesión más antigua, y que en algún momento también tuvo prestigio, y cuyos trabajadores mejor pagados desaparecen: el periodismo, que está sustituyendo a sus veteranos con becarios, más baratos, y con periodistas ciudadanos, gratuitos, aunque menos fiables aún que los viejos galápagos.
La tecnología y ese espontáneo periodismo ciudadano también han afectado al tradicional, con el que sólo sobrevivirán dignamente dentro de veinte años los que merezcan un premio Pulitzer o un Nobel de literatura.
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SALAS