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Chopin y Polonia: Ideales de juventud II

Por Francisco José Balsera Gómez @fjbalsera

Con un padre tan erudito y refinado, de sentimientos políticos polacos y una madre digna de admiración, patriota hasta el extremo, Frédéric llegó a ser un muchacho inteligente, vivo y hogareño. Era un niño muy sano, para nada frágil, y parecía escapar de las enfermedades propias de la infancia. Nunca fue el típico romántico perdido, pálido o sensiblero, imagen que nos han transmitido muchos de sus biógrafos. Hay una sólida evidencia de que era alegre, sibarita y muy aficionado a los chistes.

A pesar de que su padre nunca nadó en abundancia, la familia, después de mudarse a Varsovia, llevó una vida cómoda. El país estaba en un momento de prosperidad y el padre de Chopin comenzó a impartir clases en el Liceo de Varsovia. Sus hijos crecieron en una atmósfera de encantadora simplicidad, amor y refinamiento. Su madre era la mamá idónea, y, como dijo George Sand, "el único amor de Chopin". Pero, como descubriremos más adelante, Lélia siempre tuvo celos (incluso del pasado de Chopin). Sus hermanas eran talentosas, amables y estaban dispuestas a darle todos los mimos. Niecks ha dado fin así a los bonitos cuentos de hadas acerca de su pobreza y sufrimiento.

Un enorme sentido común dirigió las acciones emprendidas por los padres de Chopin, y cuando se puso al descubierto el amor que su hijo sentía por la música desde temprana edad, contrataron al profesor Adalbert Zywny, de linaje bohemio, que tocaba el violín y enseñaba piano.

Julius Fontana, uno de los primeros amigos del chico (se suicidaría en París el 31 de diciembre de 1869), dijo que con doce años Chopin tenía tantos conocimientos que siempre obtenía las mejores calificaciones.

Su primer recital público lo dio el 24 de febrero de 1818, interpretando un concierto de Gyrowetz y estaba tan contento con su nuevo collar que, inocentemente, dijo a su madre: " Todo el mundo estaba mirando mi collar". Su precocidad musical, no tan acentuada como la de Mozart, pero aún con todo extraordinaria, le permitió intimar con la aristocracia polaca y ahí se desarrolló su gusto por la alta sociedad. Los Czartoryskis, Radziwills, Skarbeks, Potockis, Lubeckis y el Gran Duque Constantino junto a la princesa Lowicka hicieron la vida muy agradable a este muchacho tan talentoso. A continuación inició estudios de composición con Joseph Elsner, que le sirvieron de mucho. Elsner vio el material que tenía que modelar y con gran habilidad enseñó a su alumno respetando su propia personalidad. Chopin sentía cariño y admiración por su profesor. Le escribió desde París pidiéndole su opinión para estudiar con Kalkbrenner, y dicho consejo se lo tomó muy en serio. "De Zwyny y Elsner, incluso los más grandes deben aprender algo", se dice que fueron sus palabras.

Encontramos las típicas anécdotas - uno está tentado a llamarlas historias de juventud de cualquier gran compositor. - En su infancia, Chopin era incapaz de escuchar música sin llorar. Mozart era extremadamente sensible al sonido de la trompeta. Más adelante el jovencito polaco se divertía en familia mostrando sus talentos y se dice que envió a dormir y despertó a un grupo de muchachos rebeldes en la escuela de su padre. Otra historia es su engaño a un comerciante judío.

Tenía muy buen humor, quizás demasiado para su esbelto físico. Era un imitador extraordinario y Liszt, Balzac, Bocage, Sand y otros creían que podría haber sido un gran actor. Junto a su hermana Emilia escribió una pequeña comedia. En general, era un chico listo, por no decir brillante. Sus cartas, como son desenfadadas, no revelan mucho sobre su habilidad literaria. Sus escritos se veían con los ojos abiertos, con unos ojos dispuestos a caricaturizar las peculiaridades de los demás. Este rasgo de personalidad fue más evidente y espiritual en los años posteriores y se convirtió en un aspecto irónico y distintivo de su carácter. Es posible que esto atrajera a Heine aunque su nivel de ironía se encontraba en un plano intelectual superior.

Su forma de tocar el piano en aquel tiempo era muy limpia y completa, y ya había empezado a experimentar con la técnica y el sonido que más tarde revolucionarán el mundo de la música y del teclado. Cuando cayó enfermo y al estar también su hermana débil de salud, fueron los dos enviados en 1826 a Reinerz, a un balneario situado en la provincia de Silesia. Allí le visitó su madrina, una dama llamada Wiesiolowska y una hermana del Conde Frédéric Skarbek, -el nombre no concuerda con el dado hasta ahora, como señaló Janotha - que murió ese año. En 1827 dejó sus estudios generales en el Liceo y se dedicó en cuerpo y alma a la música. Pasaba mucho tiempo en el campo escuchando el violín y el canto de los campesinos, estableciendo así la piedra angular de su arte como compositor nacional. En el otoño de 1828 viajó a Berlín y esta experiencia fue su primer encuentro con el mundo exterior.

." Nunca fumaba; de hecho, le molestaba muchísimo. Su amiga Sand era todo lo contrario y una de las anécdotas más tristes contadas por De Lenz, la acusa de pedir una cerilla para encender su puro: " Stephen Heller, que vio a Chopin en 1830, le describió como una persona de tez pálida, de salud delicada, y como se decía en Varsovia, no destinado a tener una larga vida. Esta apreciación se debe haber producido en alguna de sus etapas de depresión. Sin embargo, su hermana Emilia murió joven por problemas en los pulmones y sin duda, Frédéric también tenía predisposición a quejarse del pulmón. Sus familiares le reprendían constantemente para que se abrochara bien el abrigo. Quizás, como en el caso de Wagner, la incontrolable alegría y el humor agitado no eran más que signos de un proceso fatal de decadencia y desintegración. Wagner sobrevivió a éstos hasta la edad adulta, pero Chopin sucumbió cuando el dolor, la decepción y el sentimiento intenso le socavaron. Mostraba un permanente desprecio hacia el concepto de "hombre sensual promedio Frédéric, un fidibus," le ordenó, y Frédéric obedeció. El señor Philip Hale menciona una carta de Balzac a la Condesa Hanska, fechada el 15 de marzo de 1841, que dice lo siguiente: "George Sand no dejó París el año pasado. Vive en la calle Pigalle, número 16...Chopin siempre está allí. Ella solo fuma cigarrillos, nada más." El señor Hale expone que las letras en itálica aparecen así en la carta. ¡Ya basta de De Lenz y su fidibus!

Continuará...

Huneker, J. (1900). Chopin: The Man and his Music. New York: Charles Scribner's sons

Traducción: Francisco José Balsera Gómez


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