Revista Cultura y Ocio

Choque de trenes

Por Aceituno
Daniel Ramos

La libertad es algo que se va consiguiendo poco a poco en la vida a medida que vas sabiendo lo que es y cómo usarla. Como en todos los casos el dinero ayuda aunque no es fundamental, lo que sí es fundamental es saber qué es y tener verdadero deseo de obtenerla. Luego, por supuesto, necesitarás dinero para cumplir parte de tus sueños, pero no demasiado. Vas a necesitar más tiempo que dinero, más sabiduría que suerte y más amor que libertinaje. Con estos tres factores: tiempo, sabiduría y amor, serás casi invencible.

También hay personas que no desean la libertad, que prefieren quedarse anclados en la vida que les toca y no aspiran a nada más, lo cual no está mal porque deja como una especie de asiento vacío en el tren de los que sí queremos subirnos en busca de aires más frescos, pero la libertad tiene un precio: el desarraigo.

Cuando vuelves, el tiempo ha pasado muy rápidamente en tu ciudad y las cosas han cambiado mucho y tú has cambiado aun más pero, misteriosamente, esos cambios se han producido en direcciones opuestas, con lo cual el desencuentro es evidente y despiadado y te das de bruces con una realidad que no esperabas y no deseabas y que es como un bofetón sonoro. Lo que te aguarda después, es un periodo de adaptación muy difícil en el que vas a intentar por todos los medios decirle a tu gente que las cosas pueden ser muy apasionantes y diferentes, que la rutina no es algo malo pero que en la variedad está el gusto y que es posible hacer las cosas de otra manera. Y tu gente, por su parte, te va a intentar decir que no vayas queriendo cambiar el mundo, que son ya demasiados años igual y esa es la vida que conocen y el terreno en el que se encuentran a gusto.

Choque de trenes. Ambos con argumentos sabios y cargados de buenas razones. Ambos con el corazón limpio deseando lo mejor para el otro y ambos igual de equivocados pretendiendo cambiar el punto de vista de los demás. En discusiones así no hay nada que hacer, más que aceptar que si lleva toda la vida siendo así, por algo será, así que o nos quedamos sabiendo dónde y cómo nos quedamos, o volvemos a partir.

En cualquier caso ese desarraigo del que hablaba antes será para siempre y en ningún lugar encontraremos paz y tranquilidad completas, siempre nos quedará ese resquicio extraño, ese sabor amargo en los labios, esa sensación de inconformismo permanente que nos acompañará allá donde vayamos, como recuerdo de lo que un día fuimos y quisimos cambiar sin conseguirlo: a nosotros mismos.


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