Hace dos años que, a estas mismas horas, cercana la medianoche, recibí la llamada del hospital informándome de que mi madre había fallecido. Luchó contra la neumonía que le había provocado el SARS-CoV-2 durante once días, pero finalmente perdió la batalla. O, más certeramente, la guerra. Las condiciones de aquellas jornadas terribles, que, por no sepultar el recuerdo y hacer justicia, espero que el futuro desvele con toda su crudeza, nos arrebataron muchas cosas y aún lo siguen haciendo. En todo este tiempo, he intentado escribir un texto sobre mis padres y sobre aquellos días, un retrato veraz que estuviera a la altura, pero aún no he podido. Es sorprendente lo difícil que es, a veces, volcar al papel cosas que se tienen muy claras, marcadas a fuego en la cabeza. Cuesta calibrar toda la magnitud y las derivaciones de los hechos.
Decía que, por ejemplo, aquella especie de borrado de los muertos, de entierro en el anonimato, de no poder asistir o siquiera ver a los seres queridos en sus ataudes, ha alargado sus efectos a los años posteriores. Uno no pudo despedirse, no pudo verlos, así que el recuerdo tampoco es el mismo. Y así ocurre que una fecha que en condiciones normales se tiene muy presente, con aquellos muertos se desvanezca. Familiares a los que les bailan los días y no la tienen clara; o uno mismo, que no se siente culpable porque sabe que la culpa está en otra parte. En los hechos, sin ir más lejos. Así que, para que nunca se me olvide, por si eso ocurre, dejo aquí, en este blog en el que he depositado tantos asuntos personales, un recordatorio que, si bien no será eterno, permanecerá en el rincón de los textos olvidados hasta que Blogger se extinga. Unos versos por y para mi madre.
Como hice en su día con el poema Will Come Soft Rains, de Sara Teasdale, reproduzco ahora el titulado Dreamland, de la escritora inglesa Christina Rossetti. Al igual que la norteamericana, Rossetti no ha tenido en España mucho predicamento. Se cita siempre su parentesco con dos escritores notables que yo me niego a mencionar, pues me parece una escritora que se defiende por sí sola. A caballo entre el romanticismo y la época victoriana, se la suele incluir siempre en la Hermandad Prerrafaelita. Dreamland está incluido en su libro de poemas Goblin Market and Others. Me ha sido tremendamente complicado encontrarlo en castellano. Ignoro si la edición española de Pre-Textos, El mercado de los duendes, contiene sólo el largo poema del título o incluye también el resto. He copiado la excelente traducción de El espejo gótico, una página web temática hecha con gusto que pueden visitar haciendo click en el enlace del propio nombre. Sin más:
Tierra de sueños
Donde los ríos sin sol lloran,
Derramando en el abismo sus olas,
Ella duerme un sueño encantado
Del que no despertará.
Guiada por una estrella errante,
Ella llegó de lejanos lugares,
Buscando sus placeres
Donde las sombras yacen.
Ella dejó la rosada mañana,
Ella dejó los campos de maíz
Por el frío crepúsculo
Y los lánguidos manantiales.
A través del sueño, como un velo,
Ella observa el pálido cielo,
Escuchando el canto aéreo
Del triste ruiseñor.
Descanso, descanso, un perfecto descanso
Cubre su frente y sus senos,
Su rostro se vuelve al oeste,
Hacia la Tierra Púrpura.
Ella no puede ver el grano,
Madurando en la colina y el llano,
Ella no puede sentir a la lluvia
Caer sobre su frágil mano.
Descansa, descansa por siempre
En las exuberantes orillas
Descansa hasta que el corazón calle,
Hasta que el núcleo del tiempo muera.
Duerme un sueño que el dolor
No puede perturbar,
La noche no será quebrada por la mañana,
Hasta que la alegría se apodere
De su perfecta paz.