Revista Opinión

Ciberactivismo y low-activismo en las campañas 2.0. Diferencias en la campaña del Parlament de Catalunya del 2010 y las generales del 2008

Publicado el 09 diciembre 2010 por Trinitro @trinitro

Ciberactivismo y low-activismo en las campañas 2.0. Diferencias en la campaña del Parlament de Catalunya del 2010 y las generales del 2008

Uno de los comentarios que ha habido en esta campaña de las elecciones autonómicas es que se ha innovado poco en lo digital. Otro de los comentarios que ha habido entre varios de los ciberactivistas es que esta campaña ha habido menos debate cruzado y menos conversación y mucha más consigna y repetición de esta.

Creo que ambas intuiciones tienen algo de fundamentado pero que no analizan lo sucedido con perspectiva. Me gustaría comenzar recordando la visión que unos cuantos analistas tenemos sobre el camino que ha ido tomando la “Política 2.0″ que realizamos el documento “Los límites del 2.0 en los procesos políticos”. Basicamente la política 2.0 no ha sustituido ni puede sustituir la política “off-line” y las organizaciones clásicas siguen siendo las protagonistas  y las que lideran la acción política. Esa “ágora” de ciudadanos libres que interactuaban por encima de las relaciones entre partidos es una arcadia a la que no hemos llegado, un sueño que en la realidad estamos lejos de alcanzar.

Cuando en el 2008, Xavier Peytibi, Antoni Gutiérrez-Rubi y un servidor analizamos la campaña 2.0 en la red, nos encontrábamos con un escenario en el que numericamente imperaba un perfil de activista en la red más ácrata, más “lone-wolf”, más alejado de las consignas y refractarios a seguir la ortodoxia de una organización, en la que podría militar pero como un acto de reinvención individual más que por adscripción ideológica. Era el modelo del “ciberactivismo”. Como no, era algo muy minoritario.

Mientras en las elecciones autonómicas catalanas, solo dos años más tarde, se ha producido un cambio. Facebook ha democratizado y reducido los costes para entrar a ser activo en la red. Twitter y facebook han supuesto un cambio, ya no en la dificultad tecnológica, sino en la dedicación. Mantener un blog y escribir un artículo requiere un tiempo y una dedicación, una constancia y un esfuerzo. Actualizar el perfil del Facebook, subir una foto, o hacer un par de twiteadas a priori requiere mucho menos. Eso ha permitido que el ciberactivista compartiera un nuevo espacio con el militante puro y duro, que no puede ni quiere destinar mucho tiempo al activismo en la red. Aparece conceptos como el “low-activism”, activismo de baja intensidad en la red, donde se repite la “consigna del día”, se aplaude al propio o se critica al extraño con una sola entrada en Facebook.

Ese activismo de los militantes en la red deja a los ciberactivistas el trabajo del debate y las matizaciones, de lidiar en la gama de grises, de criticar a fondo el programa contrario o buscar los aspectos positivos propios más allá de las consignas diarias.

Se pueden ver dos estrategias muy diferenciadas: aquella orientada a tener a militantes activos en la red en campaña y aquella en la que facilita a los ciberactivistas su acción. Ambas pueden ser llevadas simultaneamente, y no son incompatibles, pero el resultado “hacia fuera” aparece como un contrasentido. Por un lado tenemos ciberactivistas realizando complejos argumentos, dialogando con activistas de otros colores (aunque como se indica en el artículo de Roger Senserrich en “Los límites de la política 2.0″ esa interacción entre visiones distintas es bastante pequeña), matizando y ofreciendo otro tipo de campaña electoral a la que ofrece el partido que él defiende y por otro lado decenas de militantes repitiendo consignas, sin responder a nadie, ofreciendo mensajes simplificados, etc.. Dos ejemplos de como el PSC ha apostado más por la segunda estrategia es la web de los 100 hechos de gobierno mientras que CiU ha obtado por la segunda a través de www.cativistes.cat.

Militantes haciendo campaña en la red vs. ciberactivistas en campaña

No quiero criticar en exceso la estrategia de “militantes activos en la red durante la campaña” versus “la de facilitar el trabajo a los ciberactivistas”. Los militantes practican (o practicamos) en la red lo mismo que en la actividad off-line. Nadie espera que un militante que está colaborando en una campaña electoral se ponga a hacer matizaciones y entre en detalles a la hora de vender una candidatura cuando está en una mesa de propaganda. Tampoco se pide (ni se prepara) a los militantes para tener debates con militantes de otros partidos mientras están haciendo campaña repartiendo octavillas o asisten a un mítin.

Cuando le pides a un militante que no tiene cultura de activismo en la red que entre en Facebook o twitter a hacer campaña trasladará toda su cultura política a este medio. Solo cuando lleve un cierto tiempo, aprenda a interactuar y comparta experiencias matizará, entrará a debatir y a defender sus posturas más allá de la consigna o su propia creencia política. No vamos a exigir a los militantes que actúan voluntariamente por una causa que sean mejores que sus propios candidatos o la campaña que organiza su propio partido.

¿Que virtud tienen los “low-activists” en campaña?

Que deja de ser realizada por una pequeña élite de ciberactivistas y la realiza un conjunto más amplio de militantes (aún minoritario, pero dimensionalmente superior) y por tanto tiene teoricamente mayor capilaridad. Además la campaña es más sencilla de realizar para el activista y el coste en tiempo y esfuerzo menor, el mensaje es más cercano al mensaje centralizado y controlado de la campaña (algo que a los partidos y los candidatos les encanta) y por tanto se evita que se salgan por la tangente. En la campaña del 2008 la red de “blogs proRajoy” dejó de ser favorable a Rajoy y empezó a atacarlo con lo cuál tuvieron que disolver la red. Los propios ciberactivistas próximos al candidato del PP se sientieron defraudados con el propio candidato y lo atacaron. Eso no se puede dar hoy, era inimaginable que en “cativistas” salieran setas contrarias a Artur Mas, y si aparecían era fácil eliminarlas ya que era una iniciativa de “arriba a abajo”. Además este tipo de activismo lo que hace es “dar moral” a los propios militantes, agitar a la “propia tropa” siempre tiene un aspecto positivo en la campaña. Si las personas del entorno de un militante le ven alicaído con poca moral en su propio candidato es muy fácil que transmita un mal efecto electoral en su entorno, en cambio si está entusiasmado, motivado y animado en su entorno es posible que movilice más votos, ese efecto no hay que eliminar y gran parte de la campaña está destinada a los propios militantes para que sientan ánimos para ganar. Además, este tipo de activistas son ideales para llenar los comentarios de los diarios con consignas algo que siempre es positivo ya que es en los lugares “neutrales” donde las opiniones se pueden ver afectadas.

¿Qué defectos tiene este “low activism”?

Su eficacia real tanto a corto como a largo plazo. Si en el corto plazo nadie va a modificar su voto (o tiene una incidencia muy pequeña) por lo que lea en un blog o por un comentario en Facebook, lo realice un ciberactivista con sus argumentos o sea la reproducción del lema del día de un partido, sí que a largo plazo se pueden generar estados de opinión distintos grácias al activismo en la red. El ciberactivismo ofrece una alternativa al discurso general de los partidos, ofrece visiones paralelas, críticas, más construidas y con mayor capacidad de diálogo. Un “low activist” no puede cambiar opiniones ni ayudar a generarlas ya que su actividad principal es reproducir consignas, no dialoga (y por tanto no puede convencer a nadie), y su efecto a su causa es negligible a largo plazo. Nadie sigue a un repetidor de consignas y que no hace nada más. Además el “low activist” desaparece una vez acaba la campaña y por tanto el efecto “gota a gota” que hace el activismo en la red desaparece, no consigue acumular mucha credibilidad y reputación digital porqué no la cuida y porqué no es interesante. Es seguido y solo acostumbra a seguir a gente de su cuerda partidista y no atiende a las ideas que hay que confrontar por tanto no ayuda su actividad a largo plazo.

También tiene un efecto aparente de degradar la política 2.0, aunque los ciberactivistas no dialogaban demasiado estaban dispuestos a responder al ser interpelados, a interactuar de tanto en tanto y sobretodo a matizar y generar grises. En campaña todo se polariza más, los ciberactivistas apuestan por un candidato y su actividad es más partidista y los “low activists” aparecen como setas y se multiplican llenando los #hashtags y los debates de puras consignas, los “low activists” quitan el color a la política 2.0 y la devuelven llenas blancos y negros, de buenos y blancos, de “ellos” y “nosotros”. “Ocupan” espacio digital con las consignas y por tanto hacen de la campaña en la red algo más polarizado y de menor calidar. Pero a mi entender esto es un defecto y un mal menor de un bien mucho mayor. Los “low activists” son la base para que haya más ciberactivistas, para que el debate se democratice, y sobretodo para que se traslade a la vida real. Cuando los “low activists” entran en la red, cuando la militancia en bloque entra en las redes sociales pueden “engancharse” por la actividad de los ciberactivistas, estos tienen mayor audiencia, pueden propagar sus mensajes y su forma de ver la política. Se democratiza se amplía aunque su efecto sea una simplificación de los mensajes, el efecto a largo plazo es postivo. Si hay más gente en la red haciendo activismo político, la agenda cambia, los liderazgos evolucionan y los referentes también se renuevan.

El “low-activism” se puede transformar en ciberactivismo de primer nivel

Ejemplos positivos de cómo “low-activism” se puede reconvertir en ciberactivismo libre, sin consigna y por su cuenta y riesgo lo encontramos en las iniciativas en la red de la agrupación de CDC de Ciutat Vella y de la agrupación del PSC de Sant Andreu, que dentro de la línea general de la campaña de sus partidos han logrado transformarla en algo único y propio:

Aunque el día del debate electoral en las autonómicas, los “zombiectivistas” de CiU hicieran el ridículo repitiendo como loros todos los chistes que se contaban entre ellos sin que eso, además diera mayor visibilidad al mensaje de CiU sobre el del PSC, estoy convencido que los “low activists” de todos los partidos pueden dar nuevos ciberactivistas que ayuden por un lado a mejorar la política 2.0, pero también a renovar y mejorar el debate político presencial. Porqué aunque los ciberactivistas no se construyen a golpe de talonario como ha pretendido CiU, y suponen un riesgo latente para la organización a la que se sienten adscritos, no podemos seguir siendo una minoría dentro de las organizaciones si pretendemos que la “política 2.0″ tenga un efecto real en la vida de los ciudadanos y las organizaciones políticas se permeabilicen al debate ciudadano.

Debates como el que hemos organizado en público algunos ciberactivistas del PSC en la red sobre las causas de la derrota y el futuro del partido no tienen ningún efecto en la propia estructura del partido si esto no se logra trasladar a una gran base de la militancia. Y aunque CiU ha sido muy eficaz movilizando militantes (llegando a plantar la cara al partido, el PSC, que más gente tiene activa ya de por sí, en la red) es incapaz de tener una buena base de ciberactivistas que en los inter-regnos de las campañas pueda mantener el tipo y estar activos en la red. Hemos de suponer que el trabajo que los partidos han realizado movilizando sus bases en la red se transforme en un pequeño crecimiento de los ciberactivistas de todos los colores, aún incluso, cuando como en el caso de Cativistas el objetivo era generar repetidores de consignas.

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