El cine de Darren Aronofsky comprende todo tipo de géneros y cualidades, pero se pueden resumir en dos: el relato de la cruda realidad o la fantasía del bigger than life. En ocasiones esa línea que separa ambos mundos es difusa (Cisne negro o La fuente de la vida); otras veces, el único objetivo de Aronofsky es plasmar la verdad tal y como puede ser contada: contra las cuerdas. El luchador es todo eso y bastante más, no se limita a contar las miserias de una vida destrozada, opta por ahondar en el destrozo, recoger los pedazos, intentar recomponerlo, dotas de esperanza a una historia rota para al final, servir la realidad en la peor de sus vertientes.
Para ello, y desde el primer momento, elige romper todos los mitos y leyendas que el guión de Robert Siegel se empeña en poner al descubierto. Es el factor que determina que el director quiere contar la verdad, libre de efectismos estéticos y planos complicados, de tareas de montaje frenéticas o claroscuros indeterminados. El luchador de Aronofsky es el primer plano de una historia triste y verdadera, de las miserias de un antiguo héroe que prefiere hacer daño a los que de verdad le quieren con tal de no decepcionar a aquellos que lo adoran. El personaje de Mickey Rourke tiene más cicatrices por dentro que las que su piel muestra, y solamente muestra su lado verdadero cuando realiza el mayor de los engaños encima de un ring.
Se habla de la interpretación de Mickey Rourke como algo increíble, pero va más allá. Rourke conoce la miseria del día a día, Rourke que otrora fuera un gran actor de éxito fue relegado a un segundo plano que hundió su talento (y por ende, su carrera). Rourke no se vuelca sobre el personaje de Randy “The Ram” Robinson: ES el personaje. Parece que sea el documental de su vida, con algún que otro momento guionizado. Pero no, Mickey Rourke es la miseria personificada: esta película no supone ningún comeback, no es necesario tomarlo como el regreso de un gran actor, es el mejor reflejo de una película hecha a la medida de un actor.
Con una presencia absoluta en el film, quedan deslucidos los difíciles trabajos de Marisa Tomei y Evan Rachel Wood, que soportan con total maestría cualquier línea de diálogo que tienen. Esta es una película pequeña en la filmografía de Darren Aronofsky, la más pequeña tras su ópera prima Pi, y tal vez quede deslucida por ello; pero es sin duda, un reflejo fiel de cualquier historia y de cualquier persona, que deja al descubierto las mentiras de un deporte que no es tal, los misterios de unos músculos que no son así, las fantasías de una vida mejor para un héroes con los pies en el lodo más profundo.
El luchador (The wrestler, EEUU - 2008) | Una reseña de Jonathan Sedeño
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