Raro resultaba ver a Checoslovaquia en aquella final. Y más raro aun ver cómo se adelantaban por dos goles a cero en el marcador. Pero lo raro raro raro raro de aquella ocasión, lo realmente sorprendente, fue ver a aquel centrocampista con bigote, no demasiado conocido en Europa, batir de penalti con una técnica nunca vista, a uno de los mejores porteros de la época.
Todo ello ocurrió hace ya bastante tiempo, en concreto el 20 de junio de 1976, pero nadie ha podido olvidarlo. ¿Por qué? Porque Antonín Panenka dejó un sello imborrable en el mundo del fútbol, un sello que lleva además su propio apellido. Gran honor sin duda.
En aquel día de casi verano Alemania Federal y Checoslovaquia se jugaban en el Estadio Estrella Roja de Belgrado, el título de campeones de Europa. Casi nada. La lógica imperante daba como favoritos absolutos a los germanos pero lo cierto es que en veinticinco minutos los checoslovacos ya mandaban por dos goles a cero. Lo tuvieron a punto de caramelo durante buena parte del encuentro pero un buen cabezazo de Hölzenbein en el último suspiro salvó a los bávaros y se marcharon a la prórroga.
El tiempo añadido no esclareció nada así que llegaron los temidos penaltis, algo que no había sucedido en este Torneo hasta la fecha (Ni ha vuelto a suceder). De una tirada Checoslovaquia anotó los cuatro suyos y Alemania Federal tres y le tocaba el turno a Uli Hoeness, delantero del Bayern de Munich. El rubio delantero alemán lo tenía claro, golpeo hacia el lateral duro y potente. Tanto que el balón se fue a las nubes y como dijo en una ocasión en Informe Robinson, sólo lo encontraron cuando hicieron obras de renovación años después. Es broma, por supuesto. En aquella tanda los alemanes no se encontraban para comentarios graciosos. Si Panenka bate a Sepp Maier están fuera y la Copa se marcha al centro de Europa.
Antonín Panenka, el tercero por la derecha
Pero antes de seguir es mejor ponerse en la piel de su protagonista. Hace no mucho, en Radio Praga, Antonín Panenka desveló algunas de las claves que le llevaron a realizar tal ingeniosa acción: “Nunca nadie había tirado un penalti así antes. La idea surgió porque solía quedarme después de entrenar en el Bohemians a practicar penaltis con nuestro portero Zdeněk Hruška. Para hacerlo más emocionante nos solíamos apostar una cerveza o una chocolatina en cada uno. Desafortunadamente era muy buen portero y solía perder (…) Como resultado acabé despierto toda una noche pensando en cómo batirle de forma efectiva”. Y entonces llegó la inspiración: “Finalmente me dí cuenta de que el portero siempre espera hasta el último momento para tratar de anticipar hacia dónde va la pelota y se tira justo un instante antes del golpeo para tener tiempo de atajar el balón. Decidí que probablemente era más fácil marcar amagando con disparar y luego simplemente picar con suavidad la pelota hacia el centro de la portería. De esa manera el guardameta ya se había lanzado en el momento del golpeo y no le quedaba posibilidad alguna de recuperarse a tiempo para blocarlo. Lo probé en los entrenamientos y funcionó a las mil maravillas”.
Esta historia había comenzado un par de años antes de la Eurocopa de 1976. Fue entonces cuando Panenka empezó a usar su técnica de golpeo, primero en amistosos y luego en la liga checoslovaca, hasta que tuvo claro que si se le presentaba una oportunidad durante la Euro la aprovecharía para lanzar así. “El jugador alemán falló su lanzamiento antes de que fuera mi turno. Era como la voluntad de Dios . Estaba un mil por ciento seguro de que iba a lanzar la pena de esa manera y de que iba a marcar”.
El Seleccionador checoslovaco Václav Ježek no lo tenía tan claro: “Mira, haz lo que tu quieras. Depende de tí”. No obstante, la suerte estaba echada. Panenka cogió carrerilla, en el último instante, tal y como predijo, Maier se tiró al palo izquierdo, y el propio Panenka golpea suave al centro de la portería mientras el portero alemán sigue rodando en el cesped. Gol y Eurocopa para Checoslovaquia.
Esa genialidad supuso un gran campeonato y la invención de una bella y arriesgada forma de lanzar una pena máxima. Y por eso mismo merece llevar el nombre de su creador, Antonín Panenka que ha pasado a la historia gracias a aquel instante de apenas unos segundos. Y no son pocos los que posteriormente han intentado este golpeo aunque la verdad, con suerte dispar. Todo es cuestión de sangre fría. Si el portero adivina tu intención, se acabó…