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Cien años de perdón, de Claudio Cerdán

Publicado el 04 noviembre 2013 por Aramys

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 ¨Yo sí. Yo necesito dinero para escapar. Escapar de mí, de un trabajo anodino que me cansa y me quema y me impide soñar y hasta respirar. Escapar de una rutina tediosa, rodeada de gentuza, criminales, drogadictos y putas. Necesito escapar de la sordidez de mi familia, con una mujer que nuca me quiso y unos hijos a los que no conozco.¨

Que levante la mano el que nunca ha pensado eso. Con matices. La mayoría de nosotros ha estado o está hasta lo huevos de todo, de algo, de alguien, de uno mismo. Son tiempos difíciles, tristes, mediocres, tiempos de reinventarse, de avanzar.

¿Quién tiene los cojones de avanzar, de cumplir su deseo, su sueño, a toda costa?

Antonio Ramos

Y mucho más cuando tu vida es un engaño, una farsa, un bucle día tras día, un agujero más negro que el culo de un perro, sin salida, sin más motivación que putear a la escoria de la sociedad, a esos que te temen y te evitan, a los pobres parias que solo les queda traficar con su cuerpo, con sus almas, a esos, que, a todas luces, la vida no les parece mucho mejor que a ti.

¨La vida se divide en víctimas y verdugos, en presas y depredadores. Si no estás en un grupo, estás en el otro.¨

Claudio Cerdán ha escrito una buena novela de perdedores, joder, vaya que sí, de esos perdedores que juegan hasta su última carta, la que los deja sin nada, sin dignidad, sin alma, con solo una opción, la desesperación.

Ambientada en Alicante, Cien años de perdón nos muestra lo más oscuro de la ciudad, la parte oculta de la urbe, la que no está llena de turistas, de gente guapa, de luz. Cerdán nos enseña una Alicante podrido por la corrupción, por el dinero negro, las drogas, las putas, los chanchullos, la pobreza, los estragos del capitalismo exacerbado. Y lo hace de la mano de Antonio Ramos, inspector de la Policía Nacional, un tipo violento, machista, inseguro, deprimido y corrupto hasta la médula.

Ramos lleva una vida sórdida, gris, prácticamente se deja llevar por la corriente de los días, sus aficiones son joder a yonkis, putas, camellos y a todo aquel que se cruce en su camino, en comisaría nadie se fía de él, fuera de ella le temen, y en su casa lo odian; su mujer perdió la cabeza hace tiempo y se pasa los días bebiendo las palabras de un tipo llamado Zex que está al frente de una extraña secta de origen desconocido, su hija Leo lo culpa de su desgracia y lo desprecia con insultos,  mucho maquillaje y novios de edades cercanas a la suya, y su hijo Ernesto lo ignora a base de videojuegos y fríos monosílabos.

Y así los días.

Hasta que aparece un pobre diablo flotando en el puerto. Y Ramos tirará del hilo, más para cubrirse las espaldas que para resolver el caso, y es cuando se cruzara con un sueño, con un posible futuro mejor, con la llave que resuelve todos sus problemas, ahí, delante suyo, tan cerca que puede oler su aroma, que puede sentir su tacto, tan a mano, tan fácil, que… ¿Por qué no intentarlo?

¨He vendido el alma: ahora solo queda sacar tajada de ello.¨

Antonio Ramos es un verdadero hijo de puta. Pero no es culpa suya, la vida lo ha hecho así. Ramos me ha parecido un personaje EXTRAORDINARIO, en serio, un tipo con el que a priori no tenemos nada que ver; un tipo repulsivo, faltón, que cree estar por encima de todos, que impone su ley en la calle, pero que no es más que un pelele en casa, un fracaso como padre, como marido. Pues Cerdán consigue dotarlo de una empatía tal, tan cercano lo hace, tan real, que no podemos más que ponernos de su lado, comprenderlo, sentir su odio, su pena, su confusión, su deseo de un futuro diferente, de ser otro, de reconocerse en el espejo.

 ¨Mi familia es una piedra fraccionada por cuya grietas se introducen gusanos carnívoros dispuestos a devorar los restos de lo que fui. Esa piedra debía sostener nuestra vida, pero siento sus esquirlas clavándose bajo mi epidermis, creando heridas sangrantes imposibles de coser, astillando el hueso, perforando mi cerebro, consumiendo mi cordura, mi esperanza y mis ilusiones.¨

Ramos me ha seducido del todo.

Y no sólo Ramos, el elenco de secundarios es magnífico, desde los miembros de su familia, los compañeros de la comisaría o los malos, hasta las furcias, las camareras, los vagabundos y el magnífico Jesús.

Cien años de perdón es un tiro de novela; rápida, contundente, violenta, con un lenguaje claro, de calle, fácil, pero sin ser barriobajero ni vulgar, Cerdán escribe muy bien, de esa manera que parece que todo es fácil y que sale sólo, la novela fluye, todo encaja, no hay asperezas.

Ramos aguanta el peso de toda la historia sin desfallecer, todo orbita a su alrededor, es el pilar de la historia, la estrella, un antihéroe de verdad.

Ramos es la última opción, es la personificación de una sociedad enferma, asfixiada, avocada a la desesperación, Ramos es la justicia divina, el karma que viene a verte, un grano en el culo, el policía malo, el que saca tajada, un tiburón en una playa nudista y un montón de cipotes bailando bajo el agua…

Cien años de perdón

Claudio Cerdán

Ed. Versátil 2013

354 páginas.


Cien años de perdón, de Claudio Cerdán
Cien años de perdón, de Claudio Cerdán

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