Revista Opinión

Ciencia dura y ciencia blanda ¿hay diferencias?

Publicado el 18 junio 2019 por Carlosgu82

Ha sido costumbre acompañar la palabra ciencia con calificativos como “dura” o “exacta”, en un claro sentido coloquial, con el fin de aludir a un conjunto de disciplinas, tales como la física, las matemáticas, la medicina, la química, entre otras afines. Pero esta distinción está elaborada especialmente para diferenciar estas disciplinas de otras que son consideradas en sentido opuesto, y con ello, provocar el surgimiento de calificativos contrarios: “blanda” o ¿“inexacta”?. Todas las disciplinas humanísticas, tales como las artes, la literatura, la filosofía, la lingüística, la antropología, la educación, entre otras, forman parte de este segundo grupo. Así nos encontramos con un escenario en el que conviven, y la mayor parte del tiempo forcejean, las entendidas ciencias duras y las ciencias blandas.

Las ciencias duras se fundan en: el principio de objetividad, la formulación de explicaciones universales y el carácter predictivo de sus teorías. Son objetivas porque las disciplinas de este grupo estudian fenómenos cuyo funcionamiento y ocurrencias se dan indiferentemente de la mirada humana; la formación de un rayo, el proceso de la fotosíntesis o el movimiento cíclico de las olas acontece mucho antes de que los hombres aparecieran sobre la tierra y seguramente continuarán aconteciendo después de su extinción.

Por otra parte, las ciencias duras aspiran a la formulación de teorías cuyo alcance sea lo más general posible. Pensemos, por ejemplo, en la teoría de la gravedad universal. Esta teoría propone, a grandes rasgos, que todos los cuerpos celestes obedecen a una trayectoria determinada por una fuerza invisible ejercida por un núcleo; el sol es ese núcleo en nuestro sistema solar. Pero esa fuerza de gravedad también rige la estabilidad de los cuerpos de nuestro planeta, y también hay un núcleo gravitacional a nivel de toda la galaxia, y así sucesivamente. La fuerza de gravedad es necesaria para organizar el universo tal como lo contemplamos hoy. Fíjense, este fenómeno existe antes y existirá después del hombre y su alcance de explicación es literalmente universal…hasta que se demuestre lo contrario.

Esta teoría de la gravedad universal es igualmente predictiva, pues la precisión de sus formulaciones puede demarcar la trayectoria de un cometa, por ejemplo, o de un satélite, el cual a su vez provoque un eclipse. La teoría de la fotosíntesis explica que los seres vivos no pudieron existir antes de la aparición de los vegetales, por lo menos no antes de que esos seres vivos saltasen del mar a tierra firme, debido a la ausencia de oxígeno. Pero la teoría de la fotosíntesis prevé (predice) que sin árboles ni plantas la vida tal como la conocemos hoy sería imposible. Toda ciencia dura persigue la universalización de sus teorías y con ello, su cualidad predictiva. La objetividad no es un esfuerzo adicional para el científico, como sí lo es para el investigador de las ciencias sociales, que debe tomar muchos aspectos en consideración para no contaminar sus análisis con interpretaciones prejuiciadas o juicios de valor.

Pasemos ahora a las ciencias sociales, mal llamadas por ahí “ciencias blandas”. Hay un grupo de disciplinas que se han esforzado mucho por legitimar sus métodos ante la comunidad científica, incluso algunas han asumido para sí buena parte de los procesos, procedimientos y estilos de las ciencias duras. Pero a diferencia de las ciencias duras o “exactas”, las ciencias humanas no pueden asumir la objetividad en términos de “observador ausente” o suficientemente distanciado del fenómeno estudiado, debido a que su episteme su funda en el estudio del hombre por el hombre. Aunque ciertamente pueden alcanzar algún grado de “no intervención”, los estudios sociales estarán siempre afectados por distintas variables que el investigador social no puede prever y en algunos escenarios, ni siquiera controlar. Todas estas intromisiones de variables no previstas (o perturbaciones durante la investigación) están promovidas por el mismo fenómeno estudiado: el hombre (las sociedades humanas). Por ejemplo, en la reconstrucción del pasado, la Historia debe recolectar una serie de fuentes, ordenarlas y analizarlas. Durante el análisis, las interpretaciones varían en la medida de que nuevas fuentes vayan apareciendo, incluso, en muchas de esas interpretaciones, el historiador deja que algunas suposiciones personales llenen vacíos que las fuentes encontradas no pueden llenar (explicar). Otro ejemplo, sería la economía, en donde ciertas teorías predicen perfectamente realidades macroeconómicas determinadas que sin embargo generan efectos contrarios a nivel del individuo (mocroeconomía). Una vez más, debemos explicar estas contrariedades desde la intervención de variables no controladas porque obedecen a las imprevisibilidades de la conducta humana.

Este carácter escurridizo de los fenómenos humanos obliga a los investigadores de las ciencias sociales a alcanzar la formulación de explicaciones universales de su teoría a partir de un proceso relativamente largo de pequeños estudios que permitan evaluar la persistencia de los resultados. El método inductivo le es favorable a este tipo de estudios, aunque no exclusivo. Algo así realizó Freud con diferentes pacientes y distintas investigaciones a lo largo de años hasta concluir que en efecto todos los casos podían ser argumentados y comprendidos a partir de una región inhóspita e inexplorada de la mente humana, denominada por él como Inconsciente Colectivo. Igualmente, la gramática comparada de distintas lenguas le permitió a Ferdinand de Saussure concluir sobre la existencia de las dicotomías significante / significado para comprender la naturaleza del Signo Lingüístico. Tanto la teoría del Inconsciente Colectivo como del Signo Lingüístico tienen un alcance universal, como la Teoría de la Gravedad, las primeras surgidas en el ámbito de las ciencias sociales y la última en el ámbito de las ciencias exactas..

Hasta aquí parece que los estudios de uno y otro tipo de ciencia se rigen por los mismos principios, aunque con procedimientos relativamente diferenciados en ciertas circunstancias. Pero cuando abordamos el tercer principio, el carácter predictivo de las teorías, nos encontramos que en los estudios humanísticos hay grandes dificultades para construir teorías que puedan predecir eventos, pues la condición humana, objeto de estudio de las investigaciones sociales, irrumpe con respuestas imposibles de encajonar taxativamente en cuadros absolutistas. Por supuesto, hay teorías humanísticas que tienen una alta propensión a la predicción de ciertas conductas humanas pero no resultan ni infalibles ni precisas en la persistencia de sus predicciones o, sus pronósticos van mejores con otras especies que con los humanos, como la Teoría del Condicionamiento Operante de Skinner.

Pensemos en una de estas ciencias mestizas, surgidas de la confluencia de varias ciencias canonizadas en el tiempo, que elaboran supuestos predictivos de la conducta humana. Me refiero a la Neuro oratoria. En efecto, esta ciencia plantea interpretaciones de emociones o disposiciones anímicas a partir del análisis de ciertas posturas corporales y expresiones gestuales; pero todos sabemos, incluso los mismos practicantes de esta ciencia, que no “siempre” el asumir una postura determinada obedece a esa interpretación, sino que puede responder a otras variables como el cansancio, por ejemplo. Además, su sistema de clasificación “gesto – interpretación” pudiera ser vulnerado por un individuo adiestrado en esa ciencia, en cuyo caso los resultados del análisis serían falseados o incorrectos o inexactos.

En conclusión, las ciencias sociales comparten con las ciencias duras el principio de objetividad y el principio universal de sus teorías, pero el carácter predictivo es cuesta arriba, por no decir que imposible. En este sentido, lo humano juega un papel decisivo para afectar considerablemente los procesos investigativos en el paradigma de las ciencias llamadas blandas. Las ciencias exactas, en cambio gozan de cierta estabilidad en su proceso porque las variables involucradas son constantes y poco mutables. Ahora bien, los científicos de las ciencias exactas, aquellos que han revolucionado en sus respectivas disciplinas, casi siempre presentan un rasgo común, el cual consiste en su inclinación por las artes (el pensamiento humanístico), sin el cual al parecer no hubiera sido posible los grandes hallazgos. ¿Es el pensamiento artístico un espacio neutral y necesario para los dos ámbitos científicos? De ello hablaré en las próximas entregas.


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